dilluns, 27 de juny del 2011

Crónica de la revolución indignada (XI).


¿Qué pasa con la Iglesia?


Palinuro, que es un mal pensado, llamaba la atención en el post de ayer sobre la ausencia de cuestiones religiosas y/o eclesiásticas en el discurso del 15-M. Sobre éste se viene diciendo de todo y aquí se recoge buena parte de ello: que es un movimiento espontáneo, de la base social, por así decirlo; pacifista, democrático, con pizcas de desobediencia civil, asambleario, antipartidista o, cuando menos, apartidista; que funciona en las redes, que practica la ciberpolítica en un contexto postmoderno, que su organización es líquida en la idea de Baumann. También se oye decir que es un movimiento manipulado desde instancias conspirativas superiores, de las que no suele andar alejada la CIA. El villano preferido para esta función es la Fundación Everis, cuyo documento, Transformar españa quiere verse como un blueprint del movimiento indignado. Pero también suenan otros círculos diabólicos, como el club Bildelberg, que ocupa el lugar que dejaron vacante los sufridos sabios de Sión, ya que los seres humanos aman las "explicaciones" esotéricas. En esta perspectiva a pesar de todo teórica se me ocurre preguntar cómo encaja la revolución indignada, cada vez más extendida por Occidente, con la teoría del estado de excepción permanente de Agamben y compartida, si no me equivoco, por Zizek. No me parece que encaje en absoluto porque si cabe organizar acampadas, manifas, marchas, asambleas, sit ins, huelgas, referéndums, etc en un estado de excepción, ¡qué será cuando éste se levante! Fue cierto mientras duró; luego, la acción humana, impredecible e incontenible, se llevó por delante los esquemas teóricos.

Igual que está poniendo en tela de juicio, instituciones, convenciones, sabidurías admitidas que ya no se cuestionaban y en todos los órdenes sociales. En todos menos en el eclesiástico/religioso. ¿Por qué si el 15-M habla sobre cualesquiera aspectos públicos en España, desde la moral de los políticos a la Ley Hipotecaria, desde el sistema electoral hasta los beneficios de la banca, parece mudo en todo lo tocante a la Iglesia? Ayer Palinuro avanzaba la hipótesis de que, entre los muchos infiltrados en el 15-M (entendiendo por tal a todo aquel que participa en el movimiento pero tiene su lealtad última puesta en otra parte, en un partido, una asociación, una secta, etc) quizá los que hayan tenido más éxito sean los de la Iglesia. Pero esta es una explicación burda. No creo que la Iglesia envíe infiltrados al 15-M.

Otro intento podría ser que el 15-M se ocupa de cuestiones políticas, económicas y sociales y la Iglesia queda fuera. Pero esto es falso. La Iglesia es en España una potencia política (no hay real separación entre ella y el Estado), económica (sigue financiándose, contra lo acordado hace años, en cantidades astronómicas con fondos del Estado, sin contar el pico que recibe de la declaración de la renta) y social (controla mentes desde la educación en todos los niveles a los medios de comunicación que gestiona por su cuenta) y corresponsable por tanto de la situación en esos tres ámbitos al igual que las instituciones con las que colabora o a las que parasita.

Un discurso regenerador del sistema político español no puede ignorar el problema de la implicación política de la Iglesia. Y no puede porque esta Iglesia es muy militante y ultramontana y tiene pronunciado el vade retro a una serie de cambios sociales que forman parte del 15-M: el divorcio, el aborto, el control de la natalidad, la igualdad de derechos de las minorías, el matrimonio homosexual, la ley de muerte voluntaria asistida, la ley de libertad religiosa que los sociatas retiraron vergonzantemente amparados en la crisis, etc. Sin embargo, cualquier observador de los debates del 15-M podrá ver que estos avances tampoco se mencionan en el discurso de los indignados que, al parecer, no lo están con que se restrinjan derechos o se discrimine por razón de la opción sexual. Y eso no es posible. Es verdad que hay, a veces, alguna declaración de feminismo en el contexto del 15-M, pero ni por asomo tiene la importancia cuantitativa y cualitativa que tienen las reclamaciones más correctas, a pesar de tratarse de la perspectiva de género.

Son asuntos delicados en los que quizá no se cuente con la unanimidad con que se cuenta para las cuestiones políticas o económicas más tradicionales. A lo mejor no hay unanimidad entre los indignados en lo relativo al aborto. Y quizá tampoco acerca de si el movimiento debe meter a la Iglesia en el paquete de instituciones que hay que remodelar, junto al Parlamento, los tribunales de justicia y hasta los medios de comunicación. Sobre los medios, que ya comienzan a acusar recibo de las andanadas que lanza el 15-M, hablaremos mañana. Ahora estamos con la Iglesia, por cierto, el medio de comunicación más poderoso y permanente que han visto los tiempos.

No, no creo que la Iglesia necesite enviar infiltrados al 15-M como si fueran mossos disfrazados. No le hace falta. Probablemente muchos de los indignados son católicos que saldrán en su defensa. Tengo entendido, aunque es una información de oídas y sin confirmar, que en Sol no se aprobó una propuesta de Estado laico porque fue vetada por alguien de los acampad@s. En todo caso, la Iglesia que, de aquí a la visita del Papa va a hacerse cada vez más visible, audible y palpable (también habrá que hablar del alcance y significado de esa visita que tiene a monseñor Rouco a punto de levitar) no se priva de opinar sobre el 15-M. El mismo monseñor Rouco ha dicho en un par de ocasiones que los jóvenes del 15-M tienen problemas con su alma porque no conocen a Cristo. Curiosamente tampoco estas declaraciones, tan sorprendentes y pintorescas, han provocado respuesta indignada. En fin, es de esperar que no se hagan unos cursillos de cristiandad en Sol.

El 15-M ha explicado detalladamente por qué reduce sus reivindicaciones a un puñado de cuatro o cinco: por eficacia mediática (el personal no retiene los discursos prolijos) y por seguridad democrática, ya que son puntos que gozan de amplísimo apoyo, cuando no unanimidad. Pero todo es discutible en esta vida, incluso las propuestas de los indignados con tanto derecho a ser escuchadas como las de Palinuro que, muy escamado con el silencio eclesial de los indignados, brinda su propuesta en cuatro puntos tan claros como los del 15-M:

  • Reforma del sistema electoral.
  • Nueva Constitución.
  • Consulta popular acerca de la Monarquía o la República.
  • Denuncia del Concordato y separación definitiva de la Iglesia y el Estado.

Es un programa de mínimos máximos en un tiempo de crisis estructural.

(La imagen es una foto de Imamon, bajo licencia de Creative Commons).