diumenge, 3 d’abril del 2011

Compañeras y compañeros.

Ayer se hicieron visibles una vez más las dos Españas que tan malavenidamente conviven en esta tierra. De un lado, el presidente del Gobierno anuncia su renuncia ante un Comité Federal de su partido y, como Secretario General, propone que sea el Comité Federal subsiguiente a las elecciones el que fije la fecha de las primarias. El nuevo dirigente ha de salir por mayoría y no por el dedo del anterior ungido porque eso es lo que manda la Constitución en su artículo 6º, que la estructura interna y el funcionamiento de los partidos deben ser democráticos.

Del otro, una panda de energúmenos se dio cita ante la sede del PSOE en la calle de Ferraz, a insultar a Zapatero, bramar, pedir el paredón para Rubalcaba y otras exigencias no menos dialogantes y civilizadas. Al parecer animaba el asunto por twitter Enrique de Diego, uno de esos periodistas agit-prop de Intereconomía que se presentó en la manifa y consiguió que la policía de Rubalcaba lo detuviera. Salir a dar gritos a la calle y a montar la bronca porque un presidente del Gobierno anuncie que no volverá a ser candidato revela la desmesura de una de las facetas de esta derecha que tan desagradable la hacen: el odio.

Porque el anuncio de Zapatero es un triunfo político y moral, sin contar lo que tenga de alivio personal para un hombre que ha trabajado denodadamente para salvar la política socialdemócrata de la cohesión social en medio del maremoto neoliberal de la peor crisis económica desde 1929. Es un triunfo moral porque renuncia alguien que tiene el apoyo cerrado de su partido. Y sobre todo es un triunfo político porque, tras el anuncio queda tan garantizada la estabilidad parlamentaria, económica y social como antes. Zapatero cuenta con mayoría parlamentaria segura hasta las elecciones; cuenta asimismo con el apoyo de la patronal, la banca y, con menos entusiasmo, los sindicatos; cuenta también con el respaldo de los organismos internacionales económicos y financieros así como de las agencias de calificación; y cuenta por último con el apoyo de los demás países de la Unión Europea. Ahí es donde la política vuelve a dejar paso a la moral: otro, probablemente, hubiera cedido a la tentación de presentarse para cosechar los laureles de la victoria o, por lo menos, a tentar la suerte. Que el poder ciega casi tanto como el odio.

Frente a este panorama tan escasamente prometedor para la oposición conservadora ésta ha reaccionado minutos después del anuncio de Zapatero pidiendo... elecciones anticipadas; lo que lleva pidiendo desde el día siguiente a perder las anteriores, cosechando siempre no ya la negativa de los otros grupos sino su indiferencia. Porque, ¿a quién se le ocurre que deba dimitir y convocar elecciones anticipadas un gobierno que cuenta con mayoría parlamentaria estable y un respaldo universal (se exceptúan los terroristas y la oposición conservadora) para su política económica? ¿No es patente el efecto pernicioso que esta situación crearía para el aún lento proceso de recuperación económica? ¿Por qué las piden, sin embargo, sabiendo que no van a conseguirlas? Para impedir que el PSOE tenga tiempo de perfilar un candidato y éste de perfilar su campaña y para que el gobierno deje de gobernar de facto y la situación económica empeore. Eso es lo que se llama proyectar una mala imagen.

Enfrente de la cual, Rodríguez Zapatero ha dado una inmejorable, cediendo el paso a un dirigente que tendrá que gestionar su herencia, con lo que queda con las manos libres para hacer que esa herencia sea positiva. Positiva para el país en el sentido de que se esté creciendo y generando empleo. Porque no parece arriesgado vaticinar que si para marzo de 2012 se ha iniciado tangiblemente la recuperación económica, ETA ha depuesto definitivamente las armas y la trama Gürtel sigue atenazando a docenas de altos cargos y militantes del PP éste tendrá tan ganadas las elecciones como el Rayo Vallecano, que no se presenta.

De las dos Españas Valencia y Camps en concreto se llevan la palma de la más esperpéntica. Tengo para mí que hace tiempo que Camps no está enteramente en sus cabales. Ha hecho y dicho cosas tan fuera de tino que no son racionalmente comprensibles. Y la última consiste en proclamar a gritos que han conseguido echar a Zapatero y que él ha hecho todo lo democráticamente posible por echarlo porque es una mala persona. Parecer del imputado Camps que a quienes "quiere un huevo" es a los otros imputados de la Gürtel. Lógicamente. En el esperpento hay mucho odio también Y, en este caso, lo que Freud llamaría una fantasía de omnipotencia infantil. Con estas declaraciones Camps se retrata: concibe el gobierno de la Comunidad valenciana a la contra del Gobierno central. Y presa de un delirio de impúber dice que lo ha echado él. Debiera crecer y hacer frente a sus responsabilidades en la Gürtel como un hombre y no como un curita.

(La imagen es una foto de isafmedia, bajo licencia de Creative Commons).