A estas alturas del guion, la salida dialogada no se vislumbra, para desesperación de quienes confían en la capacidad de los seres humanos para llegar a acuerdos racionales. O sea, usando la razón. El vicepresidente Pere Aragonès avisa de que a Pedro Sánchez se le han acabado las excusas para no negociar una salida. No estoy seguro de qué se deba entender aquí. Sánchez no ha necesitado excusas para no negociar. O, mejor dicho, ha tenido mil, siendo la primera que al unionismo, por él solemnemente representado, no le da la gana de negociar nada con los independentistas. Las otras novecientas noventa y nueve sobran. No hay ni habrá negociación simplemente porque no. Esa excusa es imposible de rebatir con argumentos racionales.
Las reacciones del gobierno español, cada vez más irracionales, arrastran a los demás, por ejemplo, las autoridades del Parlamento europeo. Estas actúan ya con el mismo desprecio por los derechos fundamentales de los diputados con que lo hacen las españolas. Todo se pega. Especialmente lo malo. Y, con la ayuda de la brigada Borrell, en lucha permanente contra la Leyenda Negra, los responsables de este nuevo desaguisado, con rasgos de sainete, se han metido en otro jardín jurídico y han encendido una mecha de acción política en el Europarlamento que ya les está estallando en la cara. Quisieron impedir que las voces de Puigdemont, Comín y Junqueras pudieran escucharse. Han conseguido amplificarlas, pues diversas fuerzas con representación parlamentaria, plantearán la necesidad de que la Cámara debata sobre la situación en que se encuentran tres de sus miembros electos. El mejor aliado de la República catalana en la tarea de europeizar el conflicto España/Catalunya es el gobierno español, como siempre.
En otros casos, la irracionalidad del gobierno, su nerviosismo ante la llamada cuestión catalana, lo lleva a mostrar una insólita burricie al enfrentarse no solo a la europeización sino a la internacionalización del conflicto a través de la ONU. Tenga el valor, alcance e importancia que tenga el informe del grupo de trabajo sobre detenciones arbitrarias (por lo demás, demoledor para la justicia española), cuando lo recibe un país civilizado, contesta en debido tiempo y forma a través de los protocolos y cauces establecidos. La contestación es muy sencilla: el gobierno se da por enterado del contenido del informe y se permite el lujo de recordar al grupo de trabajo que, como Estado de derecho que es, en España rige la separación de poderes y no está al alcance del gobierno interferir en el Poder Judicial.
Y colorín colorado. Eso será verdad o no. Palinuro, sabido es, piensa que no. Pero no es él quien haya de contestar al grupo de trabajo, sino el gobierno y lo que cualquier gobierno inteligente haría sería contestar a lo Marchena, "vamos a ver, en España hay división de poderes, etc., etc". Es lo más inteligente, tanto si es cierto como si no. Si lo es, porque lo es; y, si no lo es, porque corresponde al grupo demostrar que no lo es o que ni siquiera puede invocarse, como sostiene Ben Emmerson. En todo caso, ganaría tiempo, en lugar de quedar como un régimen patibulario.
Al gobierno español le ciega la ira frente al independentismo que no solo no se doblega, sino que persiste y avanza. A cuenta de combatir el "relato independentista" en el exterior, el ministro de Asuntos catalanes, Borrell, anda provocando conflictos diplomáticos por doquier. Con su asesora de España global que, en realidad, es España cañí, ha comenzado una campaña bastante sucia de desprestigio del grupo de trabajo y de sus integrantes, acusándolos de parcialidad y contubernio antiespañol, para abreviar la consabida monserga. Aunque estas acusaciones fueran ciertas, que no lo son, se habrían debido formular antes del requerimiento de grupo de trabajo. Una vez se supo que este iba a tratar el asunto, el gobierno debió presentar la correspondiente reclamación. Haber callado entonces y acusar ahora es lo típico de los tramposos o los concursantes no galardonados en premios literarios: se esperan al fallo del jurado y solo entonces descubren que está lleno de vendidos y analfabetos.
No hay salida dialogada para el gobierno de España. Su apuesta es por la represión, la unilateralidad (por ambas partes) y más represión. Hasta la ruptura y la salida final en la que el único diálogo será:
- Usted primero.
- De ningún modo. Primero usted. Yo apagaré la luz.