Los candidatos (y los organizadores) anduvieron atentos a las redes y trataron de rellenar las dos lagunas, detectadas en la primera ronda, a veces con hiriente sentido del humor: feminismo y Catalunya.
El titular es hiperbólico al afirmar que la violencia de género "embarra" el debate. Vaya verbo desafortunado y machista. Otros, más moderados, o más inocentes, como El País, ven la clave del debate en la dura pugna de las derechas entre sí. No es muy penetrante, pero tampoco tan descalificador.
Acusaciones de mentir a porrillo. Alguien con paciencia cuente las veces que se habló de "mentir", "mentira" y "mentiroso" en proporción al total de palabras. La tertulia recuperaba su antiguo nombre de "mentidero": mentirosos acusándose mutuamente de mentirosos. Como los niños.
El feminismo, la primera laguna en aparecer. Podemos escenificó una grata vuelta a la casa de la madre trayendo a una mujer como asesora. Algo es algo, desde luego. También cantó la palinodia de que cuatro hombres (¡y qué cuatro! añade Palinuro) no son los más adecuados para hablar de feminismo. Y así lo demostraron fehacientemente. Iglesias estuvo oportuno enmendando, Sánchez salvó los muebles legislación en mano y los otros lucieron una mentalidad patriarcal tan coriácea como inconsciente.
Catalunya, la segunda gran carencia de la sesión anterior, provocó la habitual bronca de exabruptos, insultos y faltas de respeto. Los niños eran desplazados por unos adultos enzarzados en una reyerta. Sánchez negaba rotundamente haber pactado nada con los indepes y menos que nada un referéndum. Pero las derechas lanzaron una tormenta de insultos, insidias, calumnias sobre pactos, entregas, manos tintas en esto o lo otro. Antaño hubieran tenido que retarse mutuamente a duelo.
Horrorizado, Iglesias llamaba a la cordura y el sosiego, recitando un manual de buenas maneras, con la parsimonia con que recita los artículos de la Constitución . Probablemente por eso nadie le hacía caso y su interesante y altamente improbable propuesta de conseguir que los catalanes se queden en España por las buenas, a base de convencerlos dialogando sin parar, pasó sin pena ni gloria.
El segundo debate a cuatro de la tele acabó pareciéndose a una sesión de diván de psicoanálisis de Sigmund Freud. La vida psíquica de las personas, dice el famoso médico vienés, está influida (y muy diferentes medidas) por tres elementos: el super-yo (o super-ego), el yo (o ego) y el ello (o id). Tomando a los dos partidos de la derecha que (tiene razón El País) pugnan por ser uno solo a base de triturar al otro, se detecta en ellos un super-yo como una catedral. Orden, norma, autoridad, disciplina, obediencia. El resto se dará por añadidura, incluida la libertad de explotar a los demás hasta la extenuación que ese orden garantiza.
Los dos partidos de la izquierda son pacientes con un yo predominante, seguro de sí mismos y acostumbrados a argumentar sus propuestas en términos racionales. La diferencia entre ellos se da en lo que consideran "racional" o qué tipo de razón quieren aplicar, si una razón radical y/o rupturista u otra reformista y gradual. Este yo racional se quiere equidistante entre la asfixia de un superyo autoritario, impuesto desde el pasado y el caótico salvajismo de un ello desatado en un subconsciente tumultuoso y dionisiaco.
Por último, el ausente que, justamente por su ausencia, estuvo muy presente, y fue harto mencionado: VOX. Hasta aquí tiene esta formación raíces en el pasado: José Antonio, fusilado en 1936, siguió siendo durante largos años "el ausente". Sus militantes, presumen de no ser un partido democrático. A partir de ahí, puede pasar cualquier cosa, según los resultados de las próximas elecciones. De este modo cabe poca duda de que, si pueden, los de VOX resuelven de modo rápido y contundente los dos problemas esenciales de la política española: el feminismo, aplicando la política hitleriana de "las tres K" (Kirche, Kinder, Küche/iglesia, niños/as/cocina); Catalunya, proclamando la ley marcial.
Como ese fosco ello ataca en nombre de la patria sacra, los dos partidos de la izquierda, asustados de la que puede caerles, han corrido a refugiarse tras la coraza del super yo de la derecha. Hay que defender, dicen, las instituciones de todos frente al ataque del fascismo.
Así ¿es tan extraño que, en el curso de los dos debates, nadie planteara un referéndum monarquía/república?
Tomemos todos buena nota de la situación real; en el doble sentido del adjetivo.