La unidad del independentismo, como el hombre para Protágoras, es la medida de todas las cosas; de las que son, en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son. La llamada a la unidad es el estandarte del bloque convencionalmente considerado burgués de JxC, que se quiere transversal, republicano y unilateral. La unidad es la medida de lo que es.
El rechazo a esa unidad es la bandera de la izquierda convencional, ERC, que se presenta como republicana, multilateral y de partido. La unidad es la medida de lo que no es.
El sector más a la izquierda, convencionalmente llamado "antisistema" de la CUP no se pronuncia. Principalmente porque, aunque la unidad también es aquí factor primordial, al tratarse de elecciones españolas, prefiere inhibirse y dejar la cuestión en el limbo.
Las elecciones en el horizonte respecto a Catalunya son de tres tipos. Españolas, llamadas "generales", europeas y municipales. En cuenta debe tenerse que el comportamiento electoral de los catalanes se diferencia en función del tipo de comicios. En las elecciones europeas, la "lista del presidente" (Puigdemont) tiene muchas posibilidades por el tirón carismático del que la encabeza. Es un voto más "de país" y viene reforzado con la posición adoptada por el Front Republicà.
Pero las elecciones europeas tienen una importancia interna relativa. Mucho más importantes son las municipales y especialmente la contienda por la alcaldía de Barcelona, símbolo poderoso por el que lucha denodadamente una constelación de fuerzas políticas en un panorama que, si ya es complicado antes de las elecciones, probablemente lo sea más después de ellas. La cuestión es hacia qué campo se orientará más una ciudad "no alineada", si al soberanismo o al unionismo. Y dentro del soberanismo, si al sector independentista o al "posibilista", por llamar de algún modo a quienes, no estando en contra de la independencia, tampoco están a favor. Con un porcentaje de indecisos muy alto, todos los vaticinios son muy arriesgados. La posibilidad de que las formaciones independentistas se encuentren en lados opuestos en la administración municipal de Barcelona solo es una muestra del carácter peculiar de la ciudad, que no tiene por qué influir en la cuestión de la unidad.
Las generales al Congreso han cobrado una importancia grande dados los acontecimientos de los últimos tiempos: de un lado, la turbulencia de la radicalización de la derecha en España y las dificultades de JxC para articularse como opción atractiva a causa de sus crisis internas y el peso del pasado. Dado que aquí aumenta el porcentaje de indecisos, las precauciones son más que obligadas.
Las encuestas vaticinan una tras otra una victoria comparativamente aplastante de ERC frente a JxC. La tendencia se explica, quizá contradictoriamente, por la coherencia y limpieza de la formación y su mayor disposición a encontrar fórmulas de compromiso con el unionismo en sus versiones menos agresivas. La idea es: ERC sabe hacer política en Madrid, mantiene una continuidad, es de fiar. En esa idea afirma ERC su preferencia por las listas separadas.
JxC, aquejada de los factores señalados, tiene difícil hacer creíble su apuesta incondicional por la independencia, incluso unilateral. Salvo que se tome en consideración un factor hasta ahora menospreciado: el de la función carismática de Puigdemont. Decir lista de JxC y lista del presidente es lo mismo y no es lo mismo. Lista del presidente tiene la ambición de ser "lista de país", no de partido. Es imposible saber qué efecto pueda tener orientar la campaña de JxC por la vía carismática porque no se ha hecho. Pero es inevitable. La coincidencia de Puigdemont, Torra y Mas en la defensa de la candidatura da a esta el marchamo de "lista de país".
No ya la "lista del presidente", sino la "lista de los tres presidentes".