dimecres, 3 d’abril del 2019

La República literaria

El MHP Torra es un literato. Es un político accidental y un literato vocacional. Por eso su política, tan sobresaltada, tiene siempre visos literarios.

Situación en que se encuentra: posible moción el jueves para pedir una cuestión de confianza o una reprobación. La primera es imposible ya que plantearla es prerrogativa del gobierno y no se le puede imponer. La oposición lo hace porque no puede presentar una moción de censura. Esta requiere mayoría absoluta (68) que solo se conseguiría en el caso de que, junto a C's, PP, PSC votaran los comunes y la CUP. De los comunes tengo mis dudas y, con ellos se llegaría a 64/65 diputados. Faltarían los 4 de la CUP y de estos no tengo dudas; más que nada porque la moción de censura requiere propuesta de presidente alternativo. O sea, se presenta la moción pidiendo cuestión de confianza porque no puede imponerse una moción de censura. Viejo truco y muy visto.

Pero la moción también amenaza con la reprobación, cosa por lo demás inane aunque aparentona. Rajoy llegó a gobernar con media docena de ministros reprobados y algunos dos o tres veces. Reprobado, el govern seguirá gobernando como lo hace sin presupuestos. Es de suponer que una mayoría relativa puede apoyar la reprobación para instigar a un govern ofendido a convocar elecciones. Quizá esta mayoría podría llegar a ser absoluta, pues, además de los votos de los comunes, no serían improbables los de la CUP que también afirma que la legislatura está agotada y convienen elecciones. Tampoco serviría de nada, pero dejaría la difícil decisión en sus manos como, por lo demás, también lo está la de votar a favor de la moción de censura. De la CUP depende la estabilidad del gobierno catalán.

Al retar a la oposición, a toda la oposición, CUP incluida, a presentar una moción de censura Torra crea una situación típica de decisión salomónica, dibujada en El círculo de tiza caucasiano. La CUP habrá de decidir quién tiene mejor derecho a sus votos y, por tanto, se llevará el niño/gobierno, si los unionistas o los independentistas y habrá de hacerlo con la sabiduría de Salomón antaño y de Grusha hogaño.


A su vez, este presidente Torra es contra el que se ha querellado la fiscalía española. La querella, ya admitida a trámite por el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, es por desobediencia reiterada a los mandatos de la Junta Electoral Central. El presidente se ha dado por enterado y se reafirma en su defensa de la libertad de expresión "hasta las últimas consecuencias". Tratándose de España, esas "últimas consecuencias" solo pueden ser la inhabilitación, si no la cárcel. En esto Torra sigue otros ilustres pasos, los del filósofo y novelista Henry David Thoreau, el que dio nombre a la desobediencia civil. El autor de Walden fue a la cárcel por no pagar la parte de sus impuestos que, según sus cálculos, iría a parar a la inicua guerra de su país contra México, más o menos, un dólar. Torra puede seguir sus pasos por un lazo amarillo. Nunca un dólar, nunca un lazo, fueron tan importantes y simbólicos.


El mismo Torra también que, al frente de su gobierno, defenderá a los nueve ciudadanos a los que la fiscalía quiere empapelar por haber mostrado un "ánimo rebelde", tras haber sido apaleados. El modelo literario y legendario aquí es un guiño a la experiencia suiza de Torra, Guillermo Tell, castigado por no haberse inclinado ante el gorro del gobernador o por no retirar un lazo amarillo a su paso.

Es incomprensible cómo no se ve que la solución a la insurrección democrática y pacífica catalana no es, no será jamás, la represión.