Horas de diferencia hay entre la primera y la segunda declaración del presidente Sánchez. Habrá quien las encuentre contradictorias, algo así como el comportamiento del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, un caso de desdoblamiento de la personalidad, William Wilson contra William Wilson. Pero no es tal. Ambas proposiciones no son contrarias, sino complementarias. La primera está dictada por la experiencia: no es infrecuente que los partidos cambien de criterios, objetivos, actitudes, en fin, de todo, incluidos los principios más sacrosantos. Casi parece una perogrullada.
La segunda declaración, afirmando rotundo con un "no es no" uno de esos noes que "algunos partidos" revisarán en su momento, da por supuesto que él queda excluido del alcance de la primera declaración. Los partidos, excepto el mío, revisarán sus estrategias, a pesar de que el mío también las ha revisado en numerosas ocasiones. Pero esta vez, no; esta vez "no es no", es "no". ¿Queda claro?
Sánchez está en precampaña electoral. Necesita asegurarse el voto nacional-español o voto unionista no franquista, parte del cual está en su propio partido. Se afirma la primacía de una España unida, sin veleidades pactistas con el "secesionismo", pero con vocación "progresista". Viene a ser un intento de reconstrucción de un centro/centro izquierda que le permita un margen de maniobra. Pero ese margen se estrecha mucho cuando se trata de abordar el problema mayor de la Monarquía. Tanto que desaparece a manos de los servicios secretos, la policía, los tribunales, las cárceles, el exilio y el universo represivo español.
Porque el independentismo no ceja. El presidente Torra viene respondiendo a la negación rotunda de Sánchez con su misma contundencia, pero en sentido contrario, que "sí es sí" a la autodeterminación, el referéndum y la República catalana.
La confrontación política, democrática y pacífica, es inevitable, y la represión, inútil.