Aquí mi artículo de elMón.cat de ayer, titulado El embudo, con una visión nueva de tan denostado utensilio.
El independentismo catalán tiene un debate pendiente sobre si participar o no en la política del reino de España, si concurrir o no a las elecciones generales del Estado español. En puridad de los términos, habéndose proclamado la república independiente en Catalunya, aunque sea de forma difícil de precisar, tiene poco sentido actuar como si Catalunya siguiera siendo parte del régimen político español y, en parte, probablemente, por eso la CUP haya decidido abstenerse de presentar candidaturas. La República Catalana ha de marcar distancias frente al país vecino.
Al mismo tiempo, se impone un criterio realista que parte del hecho de que, aunque el independentismo entero se abstenga en las elecciones españolas, las decisiones de los órganos que en ellas se voten afectarán igualmente a Catalunya y, por tanto, es prudente estar representados en donde se toman las decisiones para influir sobre ellas.
Es el criterio mayoritario y a él se atienen JxC, ERC y una escisión electoral de la CUP, Poble Lliure, que concurren a los comicios. Los dos primeros pudieron ir en una lista conjunta y no lo hicieron. El electorado indepe tiene hoy dos opciones y media: la burguesa, la de izquierda y una fracción de origen antisistema (el Front Republicà) que acompaña a las otras dos hasta la autodeterminación y se reserva sus pasos posteriores.
Bien, lo importante es ahora el resultado de esas elecciones para saber qué cantidad concreta de diputados tiene cada una de las dos opciones indepes, así como el añadido de Poble Lliure y qué actitud de conjunto adopta la minoría independentista/soberanista catalana. Eso será decisivo.
Aquí el texto castellano:
El embudo
El embudo, instrumento muy útil en multitud de quehaceres, tiene mala fama en política. Le viene de la expresión "ley del embudo", lo ancho para mí y lo estrecho para ti. Pero es una expresión superficial que ignora el movimiento de todas las cosas. Lo que está en lo ancho tendrá que ingeniárselas para pasar por lo angosto. Pero tiene que pasar, dado que todo el mundo pone el embudo boca arriba.
Eso, lo ancho por lo estrecho, es el embudo de las elecciones. La apacible vida ordinaria del sistema político se acelera al entrar en estrechuras. Se forman los rápidos. Hay que presentar candidaturas, armar apoyos, planificar campañas, comunicar, para salir de la parte estrecha a una nueva más amplia con la mayor cantidad de diputados/as posibles. La mayor fuerza posible en un Parlamento hostil al independentismo catalán en un 90%.
Esa mayor fuerza en el Parlamento, al igual que la energía en el periodo prelectoral, viene dada por la unidad. Unidad estratégica; no necesariamente táctica. El debate sobre la conveniencia de las candidaturas únicas o unitarias carece ya de interés. Sigue si resolverse, pues cada parte maantiene la superioridad de su propuesta, sea candidatura única o de partido. Pero agua pasada no muele molino.
En la campaña que se avecina hay unos datos interesantes en el momento en que el embudo obliga a que las opciones se hagan más claras, más definidas, más agudas. La abstención de la CUP viene matizada por la propia CUP al avisar de que se abstiene en el sufragio pasivo, esto es, no presenta candidaturas; pero no de sufragio activo, pues permite votar otras candidaturas. Esto es hacer de necesidad virtud, ya que el electorado cupaire no suele ser abstencionista.
El panorama se enriquece con la semiescisión de Poble Lliure y su Front Republicà. Ojo al término Front. Se enriquece porque trae una oferta no independentista pero tampoco antiindepeendentista, cosa muy digna de considerarse. Por lógica de la acción, el Front Republicà está mucho más cerca del independentismo que del unionismo, son casi coincidentes. Tienen en común un buen trecho del objetivo estratégico: hasta el referéndum de autodeterminación. Luego, cada cual recuperará su libertad y habrá quien vote por la independencia y quién no.
Lo otros dos polos políticos en las elecciones, JxC y ERC se preparan para sus respectivos embudos en sendas campañas electorales que, por lo que se sabe, se pretenden de buena relación y colaboración frente al enemigo común. Prueba, la integración formal de ERC en el Consell, que ya tocaba. Nadie quiere desunir, sino todo lo contrario. Eso equivale a la suave reacción de la CUP a la escisión de Poble Lliure.
El resultado del embudo general del 28A será una minoría independentista en el Congreso, cuyo peso dependerá en gran medida de las posibles coaliciones de gobierno en España. Una idea cocmpartida es que esa minoría tenga capacidad de bloqueo. Pero eso no es muy probable si el Congreso se abre a otras posibles coaliciones, por ejemplo, una PSOE/PP, con la que los socialistas llevan años soñando.
Y, aunque hubiera bloqueo, lo sería del gobierno de España y serviría para frenar las iniciativas más agresivas del Estado hacia Catalunya, pero no ayudaría gran cosa al avance de la República catalana. Esta se forja en Catalunya y en su proyección europea. La referencia a la política del país vecino, así como a los avatares de sus pintorescas izquierdas, es de carácter meramente informativo.
La acción estratégica del independentismo tras el 28A estará condicionada por dos factores muy distintos que garantizan la primacía del objetivo estratégico: la acción de las asociaciones sociales, ANC, Ómnium, etc., y el desenlace de la farsa judicial en curso en el Supremo en estsos momentos. Son los dos criterios que permitirán aquilatar la conveniencia de posiciones tácticas diversas. Todo lo que no desvíe del objetivo estratégico de la independencia es admisible; no lo es lo que lo retrase, aplace, posponga o rebaje.
Porque solo la independencia garantizará la libertad de las presas políticas y la (parcial por desgracia) reparación de la injusticia que con ellas se ha cometido. Solo la independencia permitirá el gobierno legítimo, legal y eficaz de Catalunya. Lo demás es sumisión.