Aquí mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Los profetas desarmados, en donde se compara la imagen de los profetas armados y desarmados de Maquiavelo con la situación del independentismo en Catalunya. La conclusión es que los profetas independentistas desarmados no tienen por qué padecer la triste suerte que les pronosticaba el florentino y que hasta pueden triunfar. Y, de hecho, triunfarán.
Aquí, el texto castellano:
Los profetas desarmados
Muy al comienzo de El príncipe, da cuenta Maquiavelo de sus cavilaciones sobre los profetas armados y los desarmados. Por su modo de ser y las circunstancias en que vivió, el florentino pensó que los armados eran preferibles a los desarmados, con independencia del valor de su causa porque son los que triunfan mientras que los desarmados corren a su perdición Como ejemplos escogió a César Borgia, el armado, y Jerónimo Savonarola, el desarmado. Savonarola murió en el cadalso; Borgia, en el campo de batalla. Algunos dirán que viene a ser lo mismo, pero el saber convencional tiene en menos la muerte por ejecución que en la guerra.
Desde entonces pasa por verdad incontrovertible: el profeta desarmado fracasará, como fracasó Trotski, según Isaac Deutscher, cuando quedó desarmado. Y, sin embargo, por entonces se daban ya signos de que aquella verdad incontrovertible no era tal. El Imperio británico hubo de arriar su bandera ante un profeta desarmado, Gandhi, que no había tocado un arma en su vida. Las sufragistas angloamericanas obtuvieron el derecho de sufragio por su lucha no violenta, aunque con alguna excepción aislada.
Y, con posterioridad, los profetas desarmados siguieron obteniendo victorias. Los afroamericanos en los EEUU consiguieron sus derechos civiles mediante una lucha no violenta, desarmada. El final del Apartheid en la Unión Sudafricana se consiguió cuando el Consejo Nacional Africano y el propio Mandela abandonaron la violencia y aplicaron una táctica radicalmente pacifista. Los insumisos en el Estado español ganaron desarmados el derecho a no estar bajo las armas.
Los dirigentes independendentistas catalanes tienen mucho de profetas desarmados, Puigdemont, Junqueras, Torra, todos y todas ellas. Son personas que luchan por el triunfo de su ideal independentista de modo democrático y estrictamente pacífico, no violento, desarmado. Unas están en la cárcel, otras en el exilio y otras en una especie de libertad vigilada en el interior.
Según el saber convencional, como profetas desarmados, van de cabeza al fracaso. ¿Qué puede un puñado de civiles frente a un Estado armado, que tiene monopolio de la violencia y cuenta con sus ejércitos, policías, tribunales, cárceles, medios de comunicación, ideólogos, etc?
Aparentemente, poco; o nada. El Estado desprecia la fuerza de su adversario por saberlo desarmado y trata de humillarlo y ofenderlo, para lo cual empieza por insultarlo a través de sus políticos e intelectuales de pesebre: Puigdemont es un fugado, un cobarde y un traidor; Junqueras, un iluminado autoritario; Torra, un supremacista suicida. De los demás, no se hable. Es la mentalidad colonial: la prensa inglesa o la sudafricana trataban a Gandhi o Mandela de ratas venenosas o fanáticos sin límites. La oligarquía nacionalista española, la de la pasta en Suiza, no iba a ser menos con los odiados catalanes. Así que, ¿qué esperan poder hacer?
Mucho, pueden hacer mucho. Por de pronto quizá no quepa seguir considerándolos como desarmados. Quizá suceda que los tipos de armas cambian. En el caso de los dirigentes independentistas, del movimiento en su conjunto, el dominio de las redes, analógicas y digitales y su imbricación da una ventaja notable al independentismo en el campo de la comunicación política, en la construcción de un relato que se difunde en la opinión pública: una comunidad nacional que lucha democráticamente y pacíficamente por su derecho a constituirse en tal mediante la autodeterminación que un Estado neofranquista le prohibe hacer.
Hay, asimismo, un elemento decisivo que blinda al independentismo frente a cualquier ataque institucional del unionismo, y es el apoyo popular. El profeta desarmado aparece legitimado por una voluntad popular de la que el Estado carece. El Estado armado con todas sus armas descubre que no puede imponer un gobierno en contra de la voluntad de los gobernados por mucho que el catalanófobo gobierno actual emplee recursos públicos y propagandistas reaccionarios del españolismo, como Borrell o Lozano para acallarla.
El apoyo del pueblo unido es el arma del profeta desarmado. Y su triunfo es seguro.