Acababa de escribir mi artículo para elMón.cat
sobre los profetas desarmados y, como si el Estado lo hubiera leído, despliega zafarrancho de combate. La batalla es de comunicación, de hegemonía, de relato. Los independentistas van a aprovechar la farsa judicial montada para denunciar ante la opinión pública internacional este esperpento inquisitorial en que unos jueces españoles aplicarán el derecho penal de su régimen a sus enemigos políticos. Un juicio ideológico e inquisitorial.
El Estado considera función suya lanzar sus aparatos ideológicos (financiados con el dinero de todos, incluidos los independentistas) al combate contra el independentismo. El ministro de Asuntos Catalanes, Borrell, no tiene empacho en sostener en público en el extranjero que las imágenes de la brutalidad policial el 1-O son falsas y que no hubo 1006 heridos, sino dos. Lo más desagradable de este hombre no es que niegue hechos evidentes, sino que reduzca la cantidad de perjudicados con intención aviesa de ultrajar: dos heridos en Catalunya, cuatro indios muertos en Norteamérica. Es detestable
Esa lucha por dominar el relato exterior echa mano de tácticas de guerra sucia. El profesor de Ciencia Política, Gabriel Colomé, firma artículos con doctrina oficial española sobre el procés, en contestación a otros que publican independentistas y, en los mismos medios que estos. Su función es clara: negar que haya presos políticos, que España no sea un Estado de derecho, que el proceso del 1-0 es impecable jurídicamente hablando, que el referéndum del 1-0 (que da pie a la causa penal) fue ilegal y que los indepes en Catalunya no son mayoría. La habitual papilla gubernativa para justificar lo injustificable. Hasta aquí, en principio, nada que objetar. Cada cual cree o profesa las tonterías que más le plazcan. La cuestión es que el autor de estas en concreto firma como profesor de Ciencia Política y no como asesor del ministro de Asuntos Catalanes, el catalanófobo Borrell, que es lo que es ahora. El asesorado, a su vez, recomienda en tuiter a la gente que lea los brillantes artículos del profesor. Un exquisito juego sucio.
El independentismo tiene una adorable tendencia a enmarañarse en quisicosas. Viene de antiguo. De los tiempos de la Lliga, si no de antes. Las de ahora no son para menos y, como las vivimos nosotros, nos parecen montañas. Pero son las quisicosas de siempre que no pueden desviar la atención de la necesaria unidad hacia el objetivo común.
Si esto no fuera suficiente, recuerden todos, dirigentes y dirigidos, que la alternativa es la "batalla final" que, al parecer, predica Aznar en la intimidad de un puñado de poderosos empresarios: 155 perpetuo revisable, suspensión de la autonomía, fin de la escola catalana y de los medios de comunicación públicos. El programa de VOX. El de siempre de España para Catalunya.
Los profetas desarmados no están desarmados. Tienen un pueblo detrás. Un pueblo impaciente.