El gran reto de los independentismos es la unidad, tanto en las distintas naciones (Cataluña, País Vasco, Galicia) como en el Estado, como en la Unión Europea. Toda unidad ha de contar con un punto al menos de coincidencia y este es claro: la independencia, el derecho de las naciones a convertirse en Estados. Por eso, todo avance hacia la unidad, aunque sea de corto vuelo como esta que propone Otegi, será ventajoso para sus fines. Y Otegi, lleva años propugnando listas unitarias del independentismo en las europeas.
Haremos caso omiso al aluvión de descalificaciones de la derecha, indignada de que alguien civilizado pueda compartir espacio con un feroz enemigo de la humanidad y amigo de asesinos y terroristas. Forma parte de la teatralización con que las derechas pretenden siempre impedir el juego democrático normal.
La propuesta de Otegi es de sentido común. Como lo son las de listas unitarias a las europeas. El viejísimo sentido común de que la unión hace fuerza. Y la desunión, la debilidad. Aquí hay discrepancias en el ámbito independentista. Quienes se niegan a la unión en Catalunya no ven con buenos ojos la unión fuera de Catalunya. Pero esa es cuestión interna del independentismo catalán y habrá de ser este quien la resuelva, como parece que está haciendo, con ERC habiendo cerrado una candidatura con Bildu y el BNG. Pero sigue en pie una pregunta: ¿porqué no es posible una lista única de independentistas del Estado español en la que ERC y JxCat o el PDcat y hasta la Crida pudieran integrarse? Si es por la personalización de los escaños, será fácil encontrar candidatos de consenso. En cualquier caso esa candidatura unitaria sería deseable.
Y aun esa sabe a poco. La candidatura debiera ser la de todas las minorías nacionales de la UE. Están obligadas a articularse en los límites de sus Estados, pero nada impide que coincidan en un único programa de mínimos para todas las candidaturas independentistas de los distintos países. De ese modo se articularía un grupo parlamentario independentista de todas las independencias en el Parlamento Europeo en lugar de andar desperdigados en grupos distintos con otros objetivos, siempre muy dignos, pero ajenos al común de la independencia.
Un grupo parlamentario independentista instaría a una revisión "constitucional" europea sobre los derechos de las naciones. Con una reflexión sobre el concepto de nación y sus atributos. Está en el sentir de Europa que los derechos de los Estados no prevalezcan sobre los de las naciones, en la medida en que estas son comunidades de razón y sentimiento mientras que los Estados son sociedades de mera razón y, a veces, sin-razón.
No se sabe hasta dónde podría llegarse, pero, desde luego algo sería. Por ejemplo, una carta europea de los derechos de las naciones en el que se les reconociera el de autodeterminación ayudaría a todas y muy particularmente a las que se encuentran en el Estado español, que se lo niega.
En este supuesto, el Consell per la República tendría una función esencial. En tanto que instancia legal y legítima del independentismo catalán, puede incorporar asimismo los asuntos de los otros independentismos, el vasco y el gallego, algo así como a título de "encargado de negocios", mientras encuentran sus propios cauces.
Hágase el milagro y hágalo el diablo. Otegi o Belcebú. Otegi, a quien se entiende mejor que a Belcebú, ha propuesto también en alguna otra ocasión una lista conjunta o única de todos los independentismos peninsulares al Congreso de los Diputados. No es mala idea. Ayudaría a visibilizar el problemático ser de España.
Justo eso que los españoles se niegan a ver.