Hace unos meses, el "izquierdista" Pablo Iglesias declaraba ser "patriota" y que nadie con cuentas en Suiza le daría lecciones de qué significa ser español. De donde se sigue que sabe qué significa "ser español". En entrevista de ayer otro "izquierdista" medio aliado con aquel, Pedro Sánchez, sostiene que a los independentistas el Estado les importa una higa y lo que quieren es "ir contra el ser de España".
Los dos "izquierdistas" saben qué significa "ser español" y cuál es el "ser de España". Enhorabuena a ambos pensadores porque, hasta ahora, no parecía saberlo nadie.
En realidad, ninguno de los dos tiene la menor idea de lo que dice. Si "ser español" tiene algún oculto significado fuera del hecho contingente de designar un lugar de nacimiento al azar y el "ser de España" consiste en algo metafísico, distinto de la masa de tierra de una parte de la península, dos archipiélagos y dos plazas de soberanía, no serán ellos quienes los huelan. Al declararse de izquierda, ambos pretenden excluirse del venero profundo del pensamiento nacional-católico que ha construido ambos "seres", el de Juan español y el de España, los ha impuesto a sangre y fuego, y quiere hacerlo hoy de nuevo. Lo pretenden, pero no lo consiguen porque tanto su "ser español" como "el ser de España" coinciden con los de la derecha que, como se sabe, por diversas circunstancias, en España es profundamente reaccionaria.
Y aquí aparece el verdadero misterio de este bucle involucionista de la España negra: las izquierdas son las derechas mientras, como se ha visto en las elecciones de Andalucía, la derecha es la ultraderecha. El elemento aglutinador de la izquierda y la derecha en una sagrada unión nacional, cantando las mismas glorias falsas, es Catalunya. En el fondo, lo ha sido siempre, pero antes podía disimularse y ahora, no.
En la entrevista citada, Sánchez recita todo el abanico de vulgaridades, lugares comunes y puras mentiras del nacionalismo español. En Catalunya hay una "minoría mayoritaria" independentista. Lo sabe por ciencia infusa, ya que no permite hacer un referéndum con el que podría averiguarse con precisión qué apoyo real tienen las distintas opciones.
La constitución de 1978 nos permitió "homologarnos" con los vecinos, cuando a la vista está que no es ese el juicio de los tales vecinos, ni de sus instituciones, tribunales de justicia, medios de comunicación, indicadores de todo tipo. Solo le falta dar por derrotada la "leyenda negra", como hace su agresivo ministro de Asuntos Catalanes.
Sostiene que, habiendo conocido mejor la obra de la monarquía, esta es imprescindible "clave de bóveda" del consenso constitucional en los 40 años de postfranquismo, y la de Felipe VI, una obra maestra. No considera necesario referirse a que su partido haya vetado una comisión parlamentaria de investigación sobre el padre de este afortunado monarca, cuyo comportamiento está por debajo de toda sospecha. Literalmente, de toda. Lo que queda claro de esta cortesana lisonja es lo que viene diciendo Palinuro: el PSOE no es un partido republicano sino positivamente antirrepublicano.
En cuanto al federalismo y la organización territorial del Estado, el habitual galimatías sobre soluciones "políticas" que no son políticas sino administrativas y pretenden desactivar el independentismo con otro estatuto, tan pobre y viejo como el anterior.
No van a creerlo, pero en esta entrevista en portada con el presidente del gobierno no se habla, ni una palabra, sobre la corrupción, la iglesia, el ejército, la banca, la memoria histórica, la inmigración, Franco (y eso que se grabó el 20 de noviembre, aniversario de la muerte del dictador), la justicia, el paro, la crisis económica, la ley Mordaza o la ley a secas. Sin duda porque España es un Estado de derecho homologable con los de los vecinos.
Lo sabe muy bien quien conoce su ser.