"Pedid y se os dará", dice también el evangelista, y "llamad y se os abrirá". El mundo es sencillo cuando se va de buena fe. Solo que la buena fe no abunda. Porque si en verdad se busca una "propuesta política de amplio apoyo", nada es más fácil: la tienen mañana en el Parlamento, presentada por enésima vez por el bloque independentista y con un apoyo del 80% de la población.
Si no se trata de eso, ¿de qué se trata?
Los principales actores/actrices de este psicodrama del consejillo del virreino han estado muy bien y han dado una buena imagen de fingida normalidad. Que tres de los participantes lleven lazo amarillo y tres no, hace visible una línea de fractura en torno a una realidad disimulada como siempre por una cuestión de nombres, si presas/os políticas o políticos/as presos. El nominalismo no disimula nada porque esos presos/as políticos son un elemento central en la voluntad de la Generalitat de llegar a la independencia, entre otras cosas, para liberar a unos presos/as políticas de una jurisdicción que el independentismo no reconoce.
El cuidadoso documento que han elaborado los participantes, al reconocer que hay un conflicto España-Catalunya de futuro incierto, da un timidísimo primer paso a una efectividad del diálogo que no parece vaya a sobrevivir a la primera tarascada de la derecha, aliada en esto con los socialistas de Roncesvalles. ¡La foto de los dos gobiernos, equaliter, es un ultraje a la dignidad patria! Ya veo a algún juez de la FAES o del Opus empapelando a los seis por ultraje a la Nación.
En todo caso, el ánimo de la normalidad virreinal ha comprometido una segunda reunión en enero con idea de llegar al "diálogo efectivo", un debate de asuntos sustanciales como la autodeterminación.
Pero todo esto se refiere al momento previo al 21-D, comienzo del invierno. El día en que se retornará a la normalidad en Catalunya, que no es exactamente lo que el gobierno llamaría "normalidad". Es la normalidad catalana de la movilización en pro de la República, la independencia y en contra de las actividades de una administración colonial. Hoy Catalunya y especialmente Barcelona, van a estar intransitables. Es bueno que los gobernantes vengan a ver directamente que sus mentiras sobre la división de la sociedad catalana son eso, mentiras. Y, sobre todo, a comprobar que la independencia de Catalunya es imparable.
Desde luego lo es por la vía unilateral.
Si alguna esperanza queda de impedirla es, precisamente, mediante un referéndum pactado en el que ganara el "no".
La llamada "cuestión catalana" (o sea, "cuestión española") no puede resolverse ya por la tradicional vía militar; tampoco, para sorpresa del nacionalismo español, por la judicial, que está provocando una insurrección social pacífica; y ahora están descubriendo que tampoco puede resolverse mediante el artículo 155. Esta medida está pensada para casos excepcionales en que una Comunidad Autónoma se salga puntualmente de lo previsto. No para el de una nación que niega a la otra la legitimidad para aplicarle artículo 155 alguno.
Por la muy sencilla razón de que ningún gobierno democrático puede basarse en la imposición y la violencia en contra de la voluntad de los gobernados.