dissabte, 17 de novembre del 2018

Una modesta proposición

En cuanto no hay aniversarios, la acción política decae. Vamos de efeméride en efeméride. Pero no innovamos; no avanzamos; no planteamos retos. Ahora esto se reanimará según se acerque el 7 de diciembre, otro aniversario. Vivimos del pasado. No osamos romper más barreras. Y ¿por qué vivimos del pasado? Porque fue cuando se realizaron esos avances, esas rupturas. Reafirmamos su espíritu y añadimos siempre algo del tipo  aquello fue y aquí estamos nosotros para reafirmarlo. Pero no apuntamos a nada que sea digno de honrar y reafirmar en sucesivos aniversarios.

Y no debiera ser díficil. El mandato de este parlamento y de su gobierno (que, no se olvide, no es más que el comité ejecutivo del parlamento en un sistema parlamentario) se formuló el 1-O: independencia y República. Es un mandato claro, reiterado el 21 de diciembre de 2017. Y todos los indepes, si no yerro, coincidimos en ello. La acción es muy sencilla: el mandato se cumple rompiendo con España y se cumple en un punto de ruptura. Todos, también, coincidimos en ello, pero cada uno barriendo para casa. Y con muchos debates internos. Por ejemplo, entre quienes creen que debe provocarse una ruptura tajante, aunque lleve a un confrontación máxima y quienes prefieren una táctica fabiana. Ambas pueden ser buenas y ambas, malas. Los conflictos no están predeterminados. Si lo estuvieran, no serían conflictos. Ambas, por tanto, son dignas de consideración, así como otras intermedias o ajenas. Con dos requisitos: 1º) que todas lleven al fin estratégico; 2º) que todas apoyen una propuesta acordada.

Para acordar algo es preciso que ese algo exista. Da la impresión de que el bloque independentista mayoritario anda en busca de ese algo, pero no le acompaña el éxito, así que pone en marcha iniciativas sin saber en dónde está el Santo Grial. Como esta de la mesa del diálogo de naturaleza peculiar porque es una iniciativa consistente en convocar a quienes pueden o deben formularla, pero sin saber de antemano cuál será. Que estamos buscando salir del impasse es evidente. Que lo estemos haciendo en el lugar oportuno, no lo es tanto. Una mesa para el diálogo con representación solo de las fuerzas parlamentarias. Las crónicas recogen declaraciones de diversos asistentes lamentando que no estuvieran también C's, PP y la CUP. Es decir, declaraciones lamentando que no estuvieran todas las formaciones parlamentarias en la mesa. 

Y ¿en qué se diferenciaría la mesa del plenario del Parlament  de esta otra para el diálogo? ¿No se dialoga en el Parlament, que por algo se llama Parlament? ¿Cuál es el motivo de esta reunión de parlamentarios fuera del Parlament? ¿Por qué estos y no otros? ¿Espera alguien de los asistentes novedad o desviación algunas sobre lo que sus partidos sostienen en sede parlamentaria? Hasta la CUP se ajusta a la medida pues, como se sabe, su asistencia al Parlament es intermitente. Los representantes de los partidos de gobierno afirman la institucionalidad y el ánimo de encontrar una solución política al conflicto. Ese es el mínimo de los mínimos que dicen haber alcanzado, siendo evidente que estaba alcanzado antes de entrar. Los del PSC repiten la voz del amo y los comuns y Units Avacem, reiteran su propuesta de referéndum pactado y añaden una "ley de la claridad" al estilo canadiense con el mismo fin y el mismo vicio de origen: en ambos casos hace falta un acuerdo del Parlamento español hoy por hoy imposible. No debe olvidarse que la Ley de Claridad es una ley de parlamento canadiense, no del quebequés. 

O esa mesa es un Parlament bonsai, lo que es absurdo, o es distinta del Parlament, para lo cual debiera estar concebida de otro modo y con asistencia de grupos y representantes extra-parlamentarios. Pero eso también puede hacerlo el Parlament a través de las comisiones. No es de extrañar que solo haya habido acuerdo sobre aquello en lo que ya estaban de acuerdo antes. Eso se llama, en breve, fracaso. O, en terminología avanzada del  siglo, gestión del conflicto.

Quim Torra pasó algunos años como alto empleado o directivo de una compañía multinacional y dos de ellos, creo, desplazado en Suiza. Como es un hombre de espíritu literario, inquieto, sentimental, creativo, los aprovechó para escribir un diario de sus andanzas por la Confederación que luego publicó con el nombre de El Quadern Suís, con sus impresiones y cavilaciones sobre el país, sus tradiciones, sus ciudades, sus lenguas, sus literatos, pedagogos y reformadores, los catalanes que anduvieron por allí... En fin, que el autor vivió Suiza como una extraña transubstanciación de Catalunya. He aquí un ciudadano con dos patrias: una completa, perfecta, modelo casi ideal de lo que sería la otra que está incompleta y es imperfecta porque una fuerza ajena impide su desarrollo, expansión y epifanía en el mundo. Así que el literato y artista que estaba en su torre de marfil del capitalismo global, la cambia por la barricada de lucha política en pro de la emancipación de su patria. Y se convierte en este político no-político cuyo discurso, por lo demás correctísimo, resulta repulsivo a los oídos unionistas porque está basado en ideales y convicciones. 

Pues bien, en este libro, Torra hace frecuentes referencias irónicas a los ritos y protocolos de funcionamiento de las grandes organizaciones corporativas y a la cultura managerial predominante en un mundo cuyos brokers se llaman "cazatalentos". El icono de esa cultura eran las reuniones de trabajo con presentaciones PWP. El libro tiene algunos años, claro. Las reuniones se celebran, los informes que repiten informes se escuchan, la tormenta de ideas tiene lugar, se redactan unas conclusiones, todo el mundo se va a su casa y los destinos del personal se saben después de la fiesta. Es imposible que quien tiene estas experiencias no las haya recordado en la mesa de diálogo. 

Así que seguiremos celebrando efemérides, pero sin generar lucha nueva. La próxima el 7 de diciembre, viaje colectivo a Bruselas y la siguiente, el 21 de diciembre, revalidación del 1-O. Mientras tanto, el Estado sigue aplicando una dura política de represión y la endurecerá más si no encuentra resistencia. También son muy atendibles las cuestiones de la farsa judicial del 1-O. Y es de aplaudir que se piense en respuestas cuando lleguen las sentencias.

Pero estamos ahora y las iniciativas deben ser ahora. Iniciativas en el camino del cumplimiento del mandato del 1-O: independencia y República. ¿Propuestas políticas de negociación y solución? Todas las que se hagan serán bienvenidas y consideradas con el respeto y la buena fe que merezcan. Pero el mandato es unilateral al independentismo y para que actúe unilateralmente: independencia y República.

Las iniciativas han de ir en ese sentido. Y apuntar a la ruptura. La reprobación del monarca por el Parlament es un buen ejemplo. Tendrá el efecto jurídico que tenga, pero el simbólico y político es enorme. No solamente contribuye a consolidar la conciencia de que Catalunya vive la vida cotidiana ya como república sino que ha incendiado la pradera en España, en donde la presión por un referéndum monarquía-república empieza a ser imparable. Por supuesto, víctima colateral.

Son esas iniciativas, las que enfrentan a Catalunya con un Estado injusto, las que consolidan la conciencia de que aquella vive una República de hecho que no lo es aún de derecho por causa de fuerza mayor e injusta. 

De esas iniciativas se encuentran muchas. Una muy sencilla: el Parlament soberano de Catalunya, en uso de su soberanía interna, puede cambiar el día nacional del 11 de septiembre al 1-O. ¿Por qué no? El 11 de septiembre conmemora una derrota; el 1-O, una victoria y una victoria madre de victorias. El comienzo de una Catalunya nueva que será nueva en la medida en  que se reconozca en esa fecha; no en la de la derrota. Algo que el Estado tiene que tragar. 

Conozco el razonamiento contrario basado, cómo no, en razones democráticas. Ese cambio no puede hacerse porque no todos los catalanes se identificarían con él. Sin duda. Tampoco todos los catalanes se identifican con el 11-9. Ni falta que hace; la unanimidad, en democracia, es imposible. Eso lo decide la mayoría. Y, si la mayoría en la calle y en el Parlament quiere la independencia y la República, también puede querer que el día nacional sea el 1-O.