La crónica política española parece la del hampa. El país descubre, no sé si con asombro, que lleva años gobernado por maleantes. Maleantes organizados en un partido político, el PP, que los jueces consideran una asociación para delinquir. Maleantes sin organizar que van por libre o en pequeños grupos de delincuentes, políticos, ministros, diputados, funcionarios, empresarios. Todos dedicados a esquilmar el erario o a robarse entre ellos.
En verdad un espectáculo. Que hayan aparecido los otros papeles de Bárcenas y que estén en manos del enemigo público nº 1, Villarejo, amenaza con convertir este barullo en un pandemónium indescriptible. Salen, según parece, pruebas manuscritas de más pagos de la caja B, sobresueldos a todo quisque, incluidos periodistas, compras de trajes y otras bicocas para M. Rajoy quien, sin duda, las merecía. La financiación ilegal, la pintoresca FUNDESCAM, parece que gestionada por la inevitable Aguirre. Sale todo o eso parece. Todo lo que el país ha vivido, atónito. Hasta la boda del Escorial, cuyos asistentes andan en gran parte en aguas procesales.
El mismo día en que se sabe de los nuevos papeles de Bárcenas y sus rocambolescos contenidos (hasta un soborno a un chófer o postillón), el expresidente M. Rajoy, el de los sobresueldos, se reúne a almorzar con el exministro del Interior, Fernández Díaz, gran condecorador de vírgenes. Seis horas y media de almuerzo. Nada, lo habitual, con dos viejos amigos que hace meses que no se ven.
El Fernández Díaz de quien Miriam Nogueras, en una intervención parlamentaria notable, recordaba que había complotado para destrozar el sistema sanitario catalán. El M. Rajoy de quien Pablo Crespo, exsecretario de organizació del PP gallego insinúa en comisión parlamentaria de investigación que cobraba sobresueldos prácticamente desde que hizo la primera comunión. A este no lo corrompió el poder; venía corrupto de casa, como buen discípulo del capo Fraga.
Ayer mismo pedía Cospedal el reingreso en su plaza de abogada del Estado, tras abandonar la vida política por haber ordenado presuntamente el espionaje policial a compañeros de partido y adversarios. Y Podemos pedía por carta al exrey que se persone en el Parlamento, a dar cuenta de sus actos. Los reyes en faena. Y los jueces. Marchena tiene ya una querella encima por el birlibirloque de su nombramiento final. Y de Llarena no va a quedar ni la sombra si finalmente se declara nula la causa, como debe ser.
De aquí va a salir estiércol para repartir a mansalva entre la clase política, especialmente la del PP y medios afines, pero sin descartar otros secundarios importantes, los Pujol, quizá, los EREs andaluces. Para todos. Empezando por M. Rajoy, el de los sobresueldos, quien negó en sede judicial y como testigo, tener conocimiento de la caja B o de la financiación ilegal cuando fue secretario general. Sin duda pensaba que su sobresueldo procedía de un capítulo dedicado a personal de especial mérito y buena estirpe. Pero Crespo dice ahora que todos los secretarios generales estaban al cabo de la calle del funcionamiento de un sistema de contabilidad extracontable.
Y este personal toma medidas, aprueba leyes, dicta sentencias, encarcela a la gente o le embarga el patrimonio. Por la única ley que conoce: la ley del hampa.