La política catalana es un torbellino. Mientras el líder de Podemos medita sobre la conveniencia de acudir a Waterloo a un encuentro con el réprobo Puigdemont, este convoca a las fuerzas indepes en el histórico lugar para aprobar en petit comité el Consejo de la República, que se presentará con pompa y boato el próximo 30 de octubre en la sala Sant Jordi del Palau de la Generalitat. Han acudido todos, excepto la CUP, que podría haberlo hecho perfectamente.
Al margen de rifirrafes y resquemores, el Consejo es imprescindible. Cierto que trae un aire gaullista, incluso napoleónico. Ese "Consell" ya suena a Cónsul. Está dentro de la figura y el papel que ha asumido Puigdemont como representante de la República en el exterior y el depositario de su legitimidad. Que después el Consejo pueda o deba actuar como una u otra forma de alter-gobierno de la Generalitat es cosa que puede discutirse. Pero que la República tenga una proyección internacional independiente del gobierno español, concentrado en cortocircuitar la acción exterior del govern, parece incuestionable.
Sucede que en el torbellino de la política catalana interactúa una multiplicidad de sujetos que, además, se adaptan a veces bruscamente a los cambios de circunstancias. Los distintos polos del independentismo mantienen una actividad incesante por sí solos y en relación unos con los otros. Es lógico que haya discrepancias y fricciones. El anuncio de la CUP del paso a la oposición es un acicate más a los partidos de la Generalitat que, a fuer de realista, no niega la posibilidad de llevar al gobierno a elecciones negando el voto a los presupuestos. Como hacen los partidos del govern con los PGE en Madrid.
La perspectiva de elecciones, sin embargo, no preocupa en demasía a los otros partidos, por más que digan no quererlas. La CUP y ERC tienen buenas expectativas y la Crida presidencial no menos. La cuestión de las otras formaciones queda ya para los especialistas. En realidad, todos los movimientos están ya descontados y acaban girando en torno a la cuestión decisiva: cómo y cuándo se llega a la ruptura. Cada organización y elemento del movimiento indepe tiene su táctica. Pero todas estarán coordinadas hacia el fin último de la República y, por lo tanto, todas deberán apoyarse sin reservas. Ninguno de los intervinientes, sea partido, entidad social u organización esporádica puede pedir a otro que se detenga, que no actúe. El torbellino político es producto de la acción independiente de entidades independentistas.