dimecres, 24 d’octubre del 2018

¿En dónde estamos?

Lo conseguirán, no hay duda de que lo conseguirán. Porque son tenaces, tozudos, consistentes, resistentes, decididas; porque han tejido un ámbito propio, una red propia, nacional, muy porosa, flexible, una realidad alternativa al Estado, tan real como virtual, con inigualable aprovechamiento de las tics, una política 2.3, que no es ya diálogo, sino multílogo; hablan todas, hablamos todas, desde los radicales antisistema, hasta los empresarios, los financieros, las burguesas. No sobra nadie. Y  no es bueno que sobre. En el entendimiento de que el objetivo postulado es común y a él se supeditan cualesquiera otros afanes. 

En ese contexto toma fuerza la idea de que el independentismo, incómodamente próximo en apoyo al no-independentismo, debe intentar ampliar su base. Al margen queda aquí la no menos incómoda cuestión de por qué haya de estar el independentismo más necesitado política o moralmente de ampliar su base que el unionismo.

Por supuesto, toda idea de ampliar la base es feliz. Generalmente se prefieren más que menos votantes. La única objeción que cabe hacer a la propuesta afecta al precio de la ampliación, a si esta se logra al coste de reducir o renunciar a los objetivos propios. Si no hay reducción o renuncia, bienvenida será toda ampliación. Si la hay, bien en tiempo bien en modo, ya es otro cantar.

Quieren los hados regalarnos un interesante banco de pruebas. Ayer presentaron su plataforma los soberanistas de Catalunya en comú. Leída la noticia, destila ambigüedad. Se entiende que estos soberanistas se constituyen en grupo o corriente interna dentro de los Comuns, a los que someten a acerba crítica. Pero siguen dentro. 

Atención al nombre adoptado. Los nombres, como las personas, evolucionan. Los nacionalistas de antaño pasaron a soberanistas y estos dieron en considerarse y llamarse independentistas. Siempre había cuestiones de matices. Llamarse "soberanista" ahora, ¿quiere decir que se es o no se es independentista? La ambigüedad viene de que quiere decir ambas cosas.

La cuestión es saber cómo afecta esa primera fractura de los Comuns al comportamiento de su grupo parlamentario de ocho diputados. Porque, según sean los resultados, comenzarán las especulaciones sobre alianzas parlamentarias con "otras fuerzas". Por supuesto, la perspectiva de otro tripartito está excluida de raíz, gracias al suicidio del PSC, convertido en gran valedor de la España imperial del 155.

Estamos en donde estábamos, pero más avanzados. Y solo hay un camino: hacia delante.