dijous, 9 d’agost del 2018

Lectura de verano

En verano, los famosos y famosas, los/as políticas, las figuras mediáticas y gentes de postín suelen comunicar al público los libros que están leyendo o piensan leer durante las vacaciones. Es casi un rito estival, como la noche de San Juan o las Perseidas. Pueden participarlo motu proprio o a petición de parte. Luego, los leen o no. Pero eso es lo de menos. Lo interesante aquí es la información, ligeramente teñida de recomendación que tiene dos niveles: uno, el puramente noticioso y casi de cotilleo: a ver qué libros recomiendan los personajes, las personalidades y las celebrities, vulgo "famosillos" o "famosillas", para adornar su condición de referentes del gran público.

El otro nivel afecta al libro mismo. Este objeto casi mítico hoy, es el soporte físico de una experiencia trascendental, cantado desde hace siglos como vector del espíritu humano, vitrina que muestra la única inmortalidad que puedan alcanzar los mortales, la de pervivir en la memoria de las generaciones. Porque, sin ellos, hasta quienes murieron por conquistar la inmortalidad, como Aquiles, caerían en el olvido de no haber alguien que escribiera su gesta. Aquiles es Aquiles gracias a Homero, un ciego, como lo era Milton cuando compuso El paraíso perdido. Los dos serían clasificados hoy como discapacitados o algo aun más absurdo. El libro y, subsidiariamente, la imprenta define la Modernidad, que luego empieza a discutir sobre sí misma en un ejercicio de bizantinismo pues como su nombre indica, la "modernidad" quizá tenga término a quo (la imprenta) pero no lo tiene ad quem. Nadie puede decidir el significado de la modernidad porque esta es solo el modo de hoy, pero el hoy es presente continuo hasta el fin de los tiempos.

El libro es casi sagrado y, como sagrado, suele inspirar temor y respeto. Tanto que suele mantenerse a prudente distancia. Aparece por todas partes en las más diversas iconografías, asociado siempre al progreso, el avance, la luz, la revolución. Es la gloria de la humanidad.

Pero hoy está a punto de extinguirse, como los rinocerontes. Las librerías cierran una tras otra y las escasas editoriales que quedan, muy concentradas, se dedican a un negocio nostálgico condenado a desaparecer, como lo está el papel impreso. Todo él: los tratados, los periódicos, los billetes de curso legal, los sellos, los telegramas, las cartas, las postales de vacaciones, los tickets, las tarjetas de visita, los boletos de las tómbolas etc. Otros soportes toman el relevo de velar por la inmortalidad, sobre todo los audiovisuales. Por eso especialmente, sea bienvenida esa costumbre estival de que las gentes públicas hablen de los libros que leen o van a leer. A algunos les vendrá muy bien y todos les dará un respiro. Que lo necesitan.

Retornando al hilo, que siempre se pierde cuando aparecen los libros, quería yo recomendar uno, un número monográfico de la revista Terra e tempo, publicación de pensamiento nacionalista galego que acaba de salir, correspondiente a julio-diciembre de 2018. La revista pertenece a la Fundación Terra e Tempo y este monográfico dedicado Catalunya e Galiza, análises para avanzar, está coordinado por Rubén Cela Díaz, miembro de la Executiva Nacional do BNG.

Acabo de recibirlo y me apresuro a comunicarlo, desde luego, por infantil vanidad de escritor ya que contiene un artículo mío sobre Catalunya e a esquerda española. Mi desvergüenza llega al extremo de recomendar no solo lo que leo o quiero leer, sino lo que escribo. Pero esto tampoco es cierto. Recomiendo la revista Terra e Tempo por su presentación y contenido. La presentación está a la vista. La composición de la cubierta, la severidad de los textos, en contraste con el abigarramiento del título adornado por dos poderosas espirales celtas, la combinación de colores y símbolos políticos entrecruzados son una mezcla de elegancia y política.

Pero, además, está el contenido, con aportaciones de gente tan interesante, cabal, luchadora, tan coherente, imaginativa y preparada que todavía me pregunto qué llevó a Rubén a pedir una colaboración a un pelagatos como Palinuro. No sé cuánto tardaré en leerlo porque tampoco estoy estrictamente de vacaciones. Pero cuando lo haga, volveré sobre el asunto. De momento solo podría hacerlo sobre mi artículo, pero no haya temor. Me limito a señalar que este desarrolla mi opinión de que el independentismo catalán ha hecho trizas a la izquierda española y a anunciar que lo estoy empleando (con permiso de la revista, claro) como hilo conductor de un pequeño libro que espero publicar en breve.