dimecres, 8 d’agost del 2018

La servidumbre del poder

Los de Podemos se bautizaron muy oportunamente. Copiaron el nombre a Obama (Yes, we can) en su campaña electoral de 2008. Obama, a su vez se lo había copiado al sindicalista César Chávez, luchador por los derechos de los campesinos en los EEUU en los años setenta del siglo pasado: Yes, we can: "sí, se puede", "Podemos".

Pero el tiempo ha cambiado y, como profetizaban Corneille y Brassens a una ufana marquesa, saura faner vos roses ("marchitará tus rosas"). El tiempo destruye las ilusiones. Tanto más a unos plebeyos que se enorgullecían de venir de muy abajo, pero aspiraban a llegar muy alto; a los cielos, mismamente.

Los cielos siguen incólumes, pero Podemos ha acabado haciendo muchos amigos en el valle de lágrimas: políticos de todas creencias, periodistas y medios más o menos afines, intelectuales y cargos públicos (muchas veces, los mismos) que los apoyan e iluminan. Lo suficiente para encontrar un hueco en las instituciones del régimen del 78, que venían a desmontar. Exactamente el hueco de la antigua IU en los mejores tiempos de Anguita, el de los comunistas de toda la vida disfrazados de una organización "de masas" o coalición electoral. Estos son neocomunistas disfrazados a su vez de otra organización en la que se encuentra la vieja IU en un divertido juego de matrioschkas.

El objetivo esencial de IU, recogido con entusiasmo por Podemos, era el sorpasso al viejo y aburguesado PSOE. El fracaso en dos elecciones (2015 y 2016) fue clamoroso. Y llega al sarcasmo de que el PSOE está en el poder (o algo parecido), con los votos de Podemos y 85 diputados. Explicaciones en el interior de Podemos hay para todos los gustos. Pero el hecho es que la formación morada va a remolque del PSOE; si de grado o a la fuerza, que cada cual opine o deje al tiempo marchitar aun más las juveniles ilusiones de hegemonía de la izquierda en España. 

Podemos solo ha podido colocar a su gente que, por cierto, no parece muy bien avenida. Y, a continuación, seguir a remolque de los social-liberales. Y no solo a remolque de estos sino de lo que representan públicamente y con mucho orgullo, por ejemplo, las loas a la monarquía española ejemplar. Quiero creer que a los morados no les parecerá tan ejemplar, aunque ya no estoy seguro de nada. 

El apoyo explícito de Podemos a la presencia del rey en Las Ramblas y Cambrils da por supuesto el apoyo a la monarquía. Dicen que no, pues se trata de un acto simbólico "a nivel de Estado" y, mientras el jefe de este sea el rey, debe asistir con el aplauso de Podemos. La explicación sería aceptable de entrada si quienes la dan hicieran algo por cambiar la forma de Estado español de la monarquía a la república. Pero no es así porque ahora no toca. Ahora, como siempre, toca apoyar al rey.

Y no solo al rey. También a las cloacas del Estado y la guerra sucia contra Catalunya. El rey no es bienquisto en Catalunya, mientras no enmiende el yerro del 3-O y mientras haya presas y exiliadas políticas. No es difícil de entender cuando se tiene un adarme de dignidad. Las explicaciones de Ramón Espinar no pueden ser más capciosas y falaces. Invoca el respeto a las víctimas en abstracto, sin partidismos ni condiciones. Lo mismo que argumenta el PP cuando las instrumentaliza políticamente, y lo hará quien se empeñe en ignorar el contexto político real de los actos simbólicos de homenaje. ¿O no ve Podemos que la presencia del Rey es, precisamente, la utilización partidista de un acto con el que el gobierno pretende escenificar una unidad que no existe y está impuesta por la fuerza y en la que quizá haya algún elemento relacionado con el atentado?

Porque Podemos apoya la propuesta de la presencia del rey del gobierno socialista. Este ha unido sus votos a los del PP y C's para impedir que se abra una comisión de investigación sobre el atentado. Siendo así que hay abundantes evidencias de que el presunto cerebro estaba en relación, puede que a sueldo, del servicio secreto español. Más partidismo (revestido de las hopalandas estatales) es imposible.

Con mucho sentido común, la CUP ha anunciado que no piensa acudir a ningún acto de homenaje en el que esté el rey de España, al que considera un rey extranjero. De inmediato, la prensa unionista se ha lanzado a hablar de ruptura de la unidad independentista. Están locos por conseguirla. Sin embargo es fácil de entender: la unidad indepe se refiere al logro del objetivo principal, la República Catalana independiente. En los demás asuntos de otra índole, sobre todo los originados en el vecino reino, cada cual hace como le parece. Estoy seguro de que la decisión de la CUP será sabiamente silenciada en Podemos, pero Espinar no se ha privado de lanzar un viaje al presidente Torra por su rechazo a la figura del monarca y en previsión de que, contra toda "razón de Estado", los indepes se salten el protocolo. 

Lo sucedido en las Baleares debiera servir de aviso. Es probable que los independentistas hagan patente y manifiesto su rechazo a la presencia del Borbón de alguna forma. También lo es que el gobierno recurra a movilizar unionistas para, dice, "arropar" al rey con lo que hará ridículamente visible el carácter partidista y unionista del acto. Es decir, montará el habitual espectáculo rojigualda a cuenta de las víctimas que, por lo demás, procedían de  diversos países.

El independentismo catalán ha hecho añicos el espejo mágico en que se miraba la izquierda española. Y en cuanto a la forma de Estado, ¿qué decir? El gorigori de Espinar en el Senado acompaña al toque de difuntos por la República española. Izquierda hay en Catalunya. República, también. Si va el rey con su séquito de izquierdistas y derechistas podrá comprobarlo sobre el terreno. 

Por último, una buena manera de honrar a las víctimas es evitar que haya más. Es urgente, pues, que la Generalitat ponga coto a los ataques fascistas contras las gentes, instigados, jaleados y muchas veces protagonizados por militantes de C's. La población tiene derecho a estar protegida en el ejercicio de sus derechos fundamentales, como la libertad de expresión, sin que lleguen energúmenos con antifaces y capuchas a agredir a sus adversarios.