Día luminoso el de ayer en que la Justicia belga devolvió a la gente la confianza en el derecho dando un soplamocos a los comisarios políticos togados del PP en el Tribunal Supremo. Es bueno ahora recapitular en dónde nos encontramos en este conflicto entre la democracia catalana y el fascismo español. Sobre eso va mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Contra la dictadura espanyola. El Tribunal Supremo está indignado con la justicia belga y le reprocha desconocer nuestro ordenamiento jurídico. No se percata de que no habla a españoles, que se lo tragan todo, sino a extranjeros para los cuales el concepto "justicia española" es un oxímoron.
Por cierto, va siendo hora de avanzar algo más en la comprensión en las postrimerías de este Estado fascista. Es correcto decir que está sostenido por todos los partidos dinásticos, PP, PSOE, C's y Podemos. Pero es justo matizar que el PSOE ha ido mucho más allá en su proceso de fascistización que Podemos: Rubalcaba, un franquista sin complejos, colaboró con Aznar para impedir un referéndum en España entre monarquía y república. ¡Como para que admitiera un referéndum en Catalunya! El sucesor, otro franquista, aunque con menos luces, Pedro Sánchez, ya propone directamente "reformar" el Código Penal para criminalizar a su gusto a los independentistas. Es la dictadura española sobre Catalunya.
Y al decir dictadura española, quisiera precisar algo. El otro día, un contertulio en el programa 3/24 de TV3 me pidió "respeto" para los siete millones de votantes del PP. Hube de contestarle -y aquí lo reitero- que no falto al respeto a nadie al decir que siete millones de españoles votan por una asociación de malhechores, de delincuentes. Porque es lo que hacen, incluso cuando los escándalos muestran de qué tipo de granujas se trata, como se comprobó claramente en Valencia en donde, cuanto más robaba el PP más votos recibía.
Añado ahora algo. Suele hacerse una distinción entre el PP y otros ladrones de la oligaquía y "el pueblo" y decirse que son los primeros los responsables del expolio de Catalunya y que el pueblo no lo es. Falso. El pueblo español es tan responsable de la dictadura en Catalunya como los gobernantes a los que vota. Es más, los vota para que traten de machacar (o bombardear, como desea un psicópata armado con un micrófono) a Catalunya. La dictadura española no es obra solo de la oligarquía, sino del conjunto de los españoles, profundamente anticatalanes.
La idea de los republicanos españoles de que cabe apoyar la lucha catalana porque redundará en beneficio de España es una falacia por mucha buena intención que tenga. Los españoles están dispuestos a tragar una dictadura y las que hagan falta con tal de impedir que los catalanes sean libres.
Y ese es el problema.
Aquí la versión castellana:
Contra la dictadura española
Elegido presidente el MH Sr. Quim Torra con los votos independentistas a favor, la abstención de la CUP y los votos unionistas en contra, alguna precisiones.
Los de la CUP hacen bien, pues juegan a un juego de apariencias. El voto en contra que aparecía como otra opción estaba descartado de antemano por mera supervivencia política. La abstención quiere ser una espada de Damocles sobre el govern y no pasa de ser una advertencia ociosa. Pretende visualizar el compromiso de votar en contra del ejecutivo si este abandona el procés republicano. No hacía falta recordarlo. Nadie lo duda. La CUP podía haberse ahorrado la abstención pero quiso subrayar su posibilidad, su capacidad rectificación y la de mantener el suspense generalizado con una alegría algo infantil.
Los Comunes, en cambio, votaron en contra, con el bloque nacional español del socialismo cañí, el PP de la Gürtel y la alegre muchachada de los luceros falangistas. No se abstuvieron, como los debiluchos cupaires, sino que votaron “no” sin que les temblara el pulso porque, en el fondo, son tan de la España “una, grande, libre” como los del “¡a por ellos!” ¡Qué más querría el PSOE que ser visto por el electorado como un partido tan monárquico y nacionalcatólico como el PP! No lo consigue del todo, en parte por su ya lejano pasado de partido democrático y hasta revolucionario. Por eso se niega hoy, como el PP, a hacer justicia a las víctimas del franquismo. Para que el pasado se olvide cuanto antes y él pueda recabar el voto de la gente bien de toda la vida de la Villa y Corte y desprenderse de la mugre obrera
Durante toda la jornada se acumularon las invectivas, insultos e improperios que la carcundia española vomita todos los días en periódicos, radio y televisiones muchas veces subvencionados por los dineros públicos que sus jefes roban a la gente. Las provocaciones en las redes, la demagogia sobre las opiniones de Torra. El mensaje es siempre el mismo: odio y rabia hacia la democracia, los derechos de los ciudadanos y las aspiraciones nacionales de Catalunya.
Finalmente, elegido Torra, los dirigentes de los tres partidos dinásticos se reúnen de urgencia –PP y PSOE ayer; PP y C’s- a fin de coordinar sus políticas frente a Cataluña. No llaman a Podemos porque los tres están interesados en debilitarlo electoralmente, cosa que conseguirán presentándolo como un aliado objetivo del independentismo. De aquí que la formación morada haga trabajosos equilibrios para sacar partido a su ambigüedad, haciendo creer a los más ingenuos independentistas que está por el derecho de autodeterminación y a los unionistas más obtusos que está en contra de la desmembración de la Patria, pero sabiendo en el fondo de su corazón que lo suyo es Santiago y cierra España.
Las fuerzas del nacionalismo hispano, Albiol, Arrimadas, Iceta y los periodistas y mandos de los medios más reaccionarios se reunieron luego desolados en un ataque de pánico para proponer una acción colectiva que los resarza de la última derrota. Esa conspiración en contra del independentismo es la base de la que produjo ayer mismo entre M. Rajoy y Pedro Sánchez en La Moncloa a fin de consensuar una posición común. Nada más sencillo: habiendo perdido todo pundonor democrático, los dos líderes avisan de que no permitirán “estructuras republicanas paralelas” ni dejarán que Torra lleve adelante su programa de gobierno si este se aparta de lo que ambos entienden por “legalidad” y no es otra cosa que la arbitrariedad despótica de M. Rajoy que solo necesita al PSOE para justificarse.
Su propósito, declarado por ambos, es el establecimiento descarado de la dictadura personal en Catalunya ya que, esta vez, el 155 intensificado (que incluye cerrar TV3 e intervenir la escola catalana) no vendrá compañado de elecciones: gobierno arbitrario y despótico sin límite de tiempo ni de contenido material. En otros términos: medidas represivas de la metrópoli en la colonia.
A su vez, los dos principales mandatarios de la República Catalana, Puigdemont y Torra se reunían en Berlín con una doble finalidad: una, poner en funcionamiento la estructura gaullista de poder dual de la República Catalana y presentarla a los medios internacionales; la otra, hacer públicamente la enésima propuesta de negociación a España. La primera ha sido un éxito. Todo el mundo ha visto que Cataluña tiene un gobierno presidido por una persona que lo primero que ofrece es diálogo. La segunda está por ver. Rajoy afirma ahora estar dispuesto al diálogo, cosa que no tenía otro remedio que hacer, luego de afirmar que lo haría con un presidente “limpio”. Tanto si esta promesa es sincera (sería la primera vez que este embustero compulsivo dijera una verdad) como si no, el problema es que ni él, ni Sánchez, ni el gobierno, ni la oposición, ni el conjunto del país tienen nada que negociar con Catalunya porque carecen de margen de maniobra y no tienen nada que ofrecer. Así que la promesa de negociar con Cataluna está tan vacía como las cabezas de los dos dirigentes dinásticos. Y eso sin contar conque, obviamente, las otras dieciséis Comunidades Autónomas se negarán a reconocer valor alguno a esas negociaciones bilaterales. En la situación actual, España carece de arreglo porque el Estado, epítome de la corrupción y la ineptitud, no es reformable.
La oferta de España a Cataluña es más 155, más intervención, más negación de derechos, más opresión y más cárcel.
La respuesta de Catalunya solo puede ser resistencia, desobediencia y, de implantarse la dictadura, la huelga general.