En un editorial de José Antich, dando cuenta de la nominación de Quim Torra (un peón al servicio del proyecto republicano), recuerda que Torra hablaba hace unos años de los cien metros que quedaban por recorrer al independentismo. Y concluye avisando que aquí están los metros; ahora, a recorrerlos. Hic Rodhus, hic salta!
Torra recorrerá los cien metros o no; o lo pararán antes por la viva fuerza; o los recorrerá partidos, cincuenta de ida y cincuenta de vuelta; o los recorrerá enteros para descubrir que le quedan otros cien y luego otros cien...Pueden pasar muchas cosas pero dos han quedado meridianamente claras:
Primera.- El presidente del govern es el presidente del govern de Puigdemont, presidente de la República Catalana. La estructura dual del presidencialismo gaullista o a la francesa se consolida. Una vez funcionando el govern con este carácter dual, del que el gobierno central no se dará por enterado, el problema llegará con el alcance material de la legislación del Parlament. Y llegará, lógicamente, pronto. En cuanto al Parlament le entren inspiraciones constituyentes.
Segunda.- Para complicar más las cosas, la existencia de presos y exiliados políticos independentistas es inaceptable para cualquier gobierno independentista. La situación no empezará a normalizarse en tanto no se haya desactivado la represión judicial en su totalidad. Y esto es algo improbable a la vista de la mayoría en el Congreso y de la que se avecina.
La nominación de Torra como presidente in péctore ha acaparado la atención mediática y, como siempre, a lo largo de una línea de enfrentamiento. Los medios españoles o catalanes de inspiración unionista y el unionismo en general han reaccionado con hosquedad. Algunos critican que sea un nombramiento digital, pero tampoco mucho porque no es tanto un nombramiento para otro cargo como una designación de un alter ego. Otros se hacen cruces del radicalismo tuitero del candidato. Los socialistas catalanes lamentan su caracter "sectario". Para Rivera es un radical peligroso al que hay que tratar a golpe de 155 hasta que se amanse y hasta los de Podemos lo acusan de sembrar odio, así, como si fuera un peligroso titiritero o un rapero antisistema.
En el campo independentista, en cambio, lo reciben con alborozo. En elMón, Cot lo tilda de "intelectual solvente", en el Punt Avui lo llaman "independentista de pedra picada". Lo que para el bloque unionista (o bloque del 155) es un vicio, es una virtud para el bloque independentista.
El nombramiento del "presidente provisional" disgusta en algunos barrios. Por ejemplo, el feminista. Muchos daban por supuesta a Elsa Artadi. Otros, como la CUP, por otro motivo, el del incumplimiento estricto del mandato de las urnas. Quizá también recelos en la ANC. Nada estaba apalabrado, nada previsto y solo operaba el acuerdo de que la decisión era de Puigdemont como recordaba horas antes Artur Mas. Y así ha sido. Lo cual no quiere decir que, quienes tengan objeciones no deban formularlas. Están en su derecho, como lo estarán de seguir haciéndolo a lo largo del trayecto, sea cual sea su duración; o, incluso de interrumpirlo.
Aquí hay un objetivo en marcha de construcción de una República Catalana independiente que carece de precedentes, en un proceso revolucionario nuevo. Revolucionario porque aspira a cambiar el principio mismo de legitimidad del sistema político, pasándolo de monárquico a republicano. Nuevo porque se hace públicamente, democráticamente, pacíficamente, con expresa exclusión de la violencia. Una revolución basada en un uso intenso de las redes sociales, reales y virtuales, que ha creado una estructura de movilización permanente animada por las asociaciónes de la sociedad civil y ha conseguido un alto grado de visibilidad internacional. No es una revolución hecha por los partidos sino por la sociedad.
Y no es posible procesar a la sociedad.