Llevaban tres años mintiendo, trampeando, contando trolas a ver si conseguían mantener la ambigüedd del oportunismo: no aplaudir el independentismo, cosa que resta votos en España, pero tampoco oponerse a él, cosa que resta votos en Cataluña. Y así, queriendo ser simpáticos a todo el mundo, han conseguido que nadie se fíe de ellos/ellas.
Los que iba a asaltar los cielos no llegan ni a tertulia de barrio.
Ya el primer desembarco en Cataluña, en distrito castellanohablante, Pablo Iglesias pedía a los votantes que se acordaran de sus abuelos, mostrando así no solo una profunda ignorancia de lo que es Cataluña, sino la mala voluntad de tratar de dividir, fracturar la sociedad catalana. Luego es esta gente la que acusa al independentismo de enfrentar a unos catalanes con otros.
Más tarde, alguien debió de soplar a Podemos que, si querían que la gente de izquierda se tragara sus plúmbeos discursos, debían simular algún tipo de simpatía por el independentismo, hacer alguna concesión porque se les notaba demasiado el viejo odio nacional-español a lo catalán; su arrogancia, disfrazada de consistencia teórica inexistente; su desprecio, arropado de interés condescendiente por lo periférico; su profunda envidia ante una sociedad bilingüe y con una cultura política muy superior a la suya y a la de ellos mismos. Por eso acabaron descubriendo lo del reférendum pactado, que venía a ser la fórmula para combinar el reconocimiento del derecho de autotederminación de los catalanes, que nadie de izquierda puede negar, con su entrañable nacionalismo español. El truco era pedir referéndum de autodeterminación, pero pedir el voto "no".
Era un paso en relación con la cerrada oposición del bloque de la derecha (PP, PSOE y C's), pero no sonaba auténtico, por no decir que se pasaban de listos con lo que Torcuato Fdez. Miranda llamaba una trampa saducea: queremos un referéndum pactado de autodeterminación pero, como no hay ninguna posibilidad de conseguirlo porque el bloque nacional-español (luego "bloque del 155") no lo aceptará jamás renunciamos a todo referéndum y esperamos a que pueda pactarse, ad calendas graecas, naturalmente. Entre tanto, "no" al referéndum unilateral y que los catalanes traguen el estatus colonial que les aplica la derecha franquista.
Ni DUI ni 155. Ni Franco ni Carrillo, no nos moverán. Y no se movieron. Pero, ante tanta indeterminación, tanto esquinazo, tantos engaños y embustes, un partido hecho de aluvión de oportunistas empezaba a acusar las grietas de los zarandeos en la polémica política. Sus líderes hablaban mucho, todo el día en las radios y las teles, algunas de las cuales casi parecen suyas, con exclusión de quienes discrepen, pero no conseguían remontar fortuna electoral que, al contrario cada vez muestra la tendencia evidente a situar a Podemos exactamente en la proporción de voto que sacaba Anguita con IU porque, en definitiva, su melopea teórica es la misma, pero su garrulería tiene harta a una gran parte del electorado. Basta con ver cómo hace años que Iglesias es el líder político peor valorado; a veces, peor que Rajoy. Imaginen.
Escisiones, divisiones, polémicas, fracturas, habituales en esta izquierda neocomunista y fariseamente jacobina, todo había que camuflarlo bajo el espíritu de unidad fingida. Hasta que el partido se dividió en Cataluña entre un sector de gente de izquierda con Dante Fachin, capaz de entender el sentido del voto independentista y los marrulleros de la autodeterminación pactada, del "echemos primero a Rajoy y luego proceso constituyente" y similares argucias. Podemos veía disminuir su fuerza en todos los frentes: en Cataluña gana el independentismo -único factor de izquierda capaz de hacer oposición al gobierno y cuestionar el Estado español de la III Restauración- y en España gana el nacionalcatolicismo con la ayuda del PSOE. Para disimular dice Victoria Camps que el nacionalismo no es de izquierda porque la izquierda es internacionalista para lo cual pone a la supuesta izquierda del PSOE al servicio del nacionalismo neofranquista del PP y pasa por el alto la evidencia absoluta de que, si por internacionalismo hemos de entender lo que ella entienda, es obvio que se puede ser nacionalista (ella es nacionalista española) e internacionalista.
La tensión y progresivo declive electoral de las otroras rutilantes estrellas televisivas podemitas, obligó a dar un golpe de timón en los enunciados del partido. Y de hacerlo a toda prisa antes de que Carolina Bescansa, habiendo enarbolado el pendón del patriotismo ibérico, al grito de ¡Viva España!, acabe desplazando al puñado de oportunistas que ahora forman la dirección. Un ¡Viva E·spaña! al que en la calle hacen ya eco fraterno los rebuznos de las bandas de matones de extrema derecha amparadas por los gobernantes, por todos ellos en todos los poderes del Estado, cuando no compuestas por ellos mismos. Sí, esas bandas que dicen los morados que "despiertan" con lo que admiten que estaban dormidas (que no es verdad tampoco) pero estaban.
Afán de supervivencia y nada más es lo que hay detrás de esas declaraciones de Iglesias revelando el verdadero fondo nacionalista español del taimado oportunismo del referéndum "pactado" de autodeterminación. Otra vez se formula el argumento del maltratador, del fascista, del que echa la culpa de la agresión al agredido, del triunvirato del Sobresueldos, Sánchez y (Primo de) Rivera.
Son los independentistas los que han provocado el ascenso del fascismo en España. ¿Hacía falta montar este andamiaje de la "verdadera" izquierda del más viejo paleocomunismo para acabar coincidiendo con las derechas más retrógradas y sí, ellas mismas fascistas y esta detestable, hipócrita conclusión? Es de esperar que en la próxima manifa de españolistas de Vox, Democracia Nacional, DENAES, SCC, grupos nazis, gentes del gobierno, gentes de la oposición diz que socialista, y chulos, matones y pistoleros "incontrolados", hable también alguno de Podemos para dejar bien sentado que en España nadie puede discutir nada de la organización territorial del Estado porque el fascismo que es inherente al régimen de la IIIª Restauración se hará patente, como se ha hecho ya, ocupando militarmente Cataluña.
Pero esperen ustedes, que esta hipocresía, este engaño seudoizquierdista de unos españolazos (muy "internacionalistas", claro) no acaba ahí. Podemos, el gran azote de la traidora Transición española, de las concesiones de la izquierda a una derecha agresiva, dice por boca de su parlanchín dirigente que esto de Cataluña es muy "complejo" (como decían las izquierdas durante la transición), que las heridas tardarán años en "cicatrizar" (suena, ¿eh?) y que él y los suyos, proponen... la reconciliación de los catalanes.
Atención, Catalanes, sobre todo los "humildes" (sic) que estos gallardos mozos van a reconciliaros para hacer una "segunda transición", esta, sí, fetén, porque ellos mandaarían.