divendres, 7 d’abril del 2017

Una visita al señor Michels

Las palabras que han trascendido de Miguel Ángel Heredia en una reunión de su partido han provocado un escándalo tan monumental que los sanchistas, como se ve, piden el cese del que las pronunció, su cabeza, dice el periódico en tonos bíblicos, con una foto muy apropiada.

El motivo manifiesto del escándalo parece ser el insulto a Margarita Robles. Pero es claro que solo es tal para las sensibilidades al norte de Despeñaperros; al sur, hijaputa no es un insulto sino una expresión coloquial y hasta cariñosa. Y es verdad. La propia Robles no ha tenido inconveniente en fotografiarse con Heredia para subrayar que así lo entiende. Perfecto. No hay inconveniente. Y quienes "piden la cabeza" de Heredia por esta fruslería se pasan veinte Salomés.

Pero es que no acaba ahí la cosa. El señor Heredia también explicó con lujo de detalles cuáles fueron los motivos reales de los golpistas del 1º de octubre. Lo hizo, además, metiéndose en un lío al involucrar a Toxo, el de Comisiones Obreras, como fuente de información. Esto tampoco tiene mayor importancia. Como lo de hijaputa es una forma de ser: la de fanfarronear, darse pote. "A mí me llama Fulano o Zutano". A ,  ya se sabe.

Lo grueso es la confesión de motivaciones del golpe en sí misma. Aunque todo el mundo lo sabía, nadie había reconocido públicamente que Sánchez fue defenestrado preventivamente, no por lo que hubiera hecho sino por lo que se suponía que quería hacer. Nada menos que complotar con los enemigos del socialismo y de España. Fue defenestrado por sospechas. Y ¿quién lo hizo? Pues la oligarquía de la organización, nos recuerda el señor Michels, el cogollo de quienes detentan el poder en las diversas instancias y órganos del partido. Técnicamente, es un golpe oligárquico. Políticamente, tiene muchos precedentes, desde los treinta tiranos de Atenas (en esta caso, diecisiete) hasta el golpe de Casado al final de la IIª República.

Ese golpe oligárquico parece ser el que ha levantado la rebelión de la militancia, en defensa del defenestrado, que había sido elegido en primarias. Una rebelión que trunca los planes de los oligarcas porque los conjurados contra César traían una cesarina en las filos de sus puñales y creían que, consumado el crimen, ni primarias harían falta. Díaz sería proclamada SG de modo caudillista. La caudilla que venía a coser el PSOE que ella misma había rasgado.

No es por el exabrupto, no por la fanfarronería, por lo que Heredia debe dimitir, sino por la paladina confesión de una innoble maniobra preventiva de carácter oligárquico, al servicio de una orientación política contraria a la defendida por el partido y la militancia. 

Y la cesarina dar cumplidas explicaciones.