Por futuro comatoso me refiero al que augura aquella famosa primera fila del mitin de presentación de Susana Díaz en el Ifema, de cuyas cuentas, por cierto, seguimos sin saber nada. Aquella ristra de ex-altos cargos y viejas glorias con caras de pocos amigos que revelaban a las claras la gracia que les hacía estar allí de comparsas era el desmentido más rotundo a los trinos de la por-fin-candidata sobre el futuro radiante.
En estos días de tanto rezo y procesión, a los socialistas les ha dado por reflexionar en público y escribir artículos sobre la situación actual de su partido. He embuchado varios. Los que más me han gustado son uno de José Sanroma, España en su laberinto y otro de María Mir Rocafort, Tragar sapos, los dos de sanchistas. Se me nota el plumero, ya sé, pero es que los que he leído favorables a Díaz no tienen ni un mal pasar y sobre López no es fácil encontrar artículos.
El PSOE se ha metido en un lío o laberinto, como dice Sanroma, extendiéndolo a España. Y se ha metido en un lío por haber planteado mal las primarias. No desde el punto de vista reglamentario, práctico y estatutario, que también ha sido un desastre, sino desde el punto de vista del espíritu, el ánimo con que se convocan. No se han planteado dos candidaturas con ánimo de votar a favor de una, sino de hacerlo en contra de la otra, al menos por una de las partes, la "oficial". Mal comienzo para una campaña en la que solo se habla de "compañeros", como hace Díaz de continuo cual si quisiera disipar la reaparición del último "compañero" al que defenestró, ahora convertido en rival. Sobre eso de los compañeros y las rivalidades, el artículo de López Alba es muy ilustrativo.
Unas elecciones con voto no a favor sino en contra están mal planteadas. Si de lo que se trata es de que no gane el otro, el proyecto propio es indiferente. Por eso desde el primer momento se entendió que la candidatura de López era parte del frente contra Sánchez. Ese frente, ahora encabezado por Díaz, se organizó mucho antes de las primarias y fue la conjura de los 17, de la que salió el golpe del 1º de octubre. La candidatura de Díaz, cerradamente a la contra de Sánchez, tiene el handicap de la imagen de fría y ambiciosa conspiradora. Su objetivo declarado es reunificar un partido dividido y como credencial presenta el hecho de haber sido ella la que lo dividió. No quiero hacer comparaciones que puedan irritar, pero esto suena un poco a aquello de "la guerra es la paz y la mentira, la verdad".
Dada la rebelión democrática que se vive en el PSOE, la ilusión que le echan los militantes, a pesar de las zancadillas de la junta gestora, un triunfo de la candidatura de Díaz, sería un golpe mortal para el partido cuyo último bloque de cinco millones de votantes fieles podría huir en desbandada. Que todo el "establishment" político, desde el PP a Podemos, y mediático, desde La Razón a El País, así como los padres de la actual patria socialista y, por supuesto, el aparato del partido apoyen la candidatura de Díaz nos exime de mayor comentario acerca de la desigualdad de trato de ambas candidaturas. Sánchez está en las redes, pero no en los medios; Díaz está en los medios, pero no en las redes. Eso también requiere reflexión: las redes son libres; los medios están todos sesgados cuando no claramente manipulados.
Y eso también quiere decir mucho respecto el impulso, la conciencia de quienes apoyan a una u otro candidato.