Ahí están, tan contentos, satisfechas, sacando pecho, en foto "de familia" para la historia, sabiamente construida con finalidad simbólica. En primera fila, a los extremos, el ministro de Justicia y la ministra de Defensa, la balanza y la espada, los dos símbolos sempiternos del poder. La justicia, hombre; el ejército, mujer, porque los tiempos se imponen. Los dos pilares del poder amparan su meollo, la vicepresidencia, la presidencia y el heraldo que llevará la doctrina por los mundos de Dios. Los dos primeros son el poder real, los que toman las decisiones. Los dos veteranos en la vida del partido, al que han dedicado la suya. No sin cuantiosas remuneraciones, pues ambos aparecen como receptores de sobresueldos en los papeles de Bárcenas. El gobierno ha incorporado, asimismo, a uno o dos más sobresoldados de antaño y hasta una ministra co-propietaria de una empresa familiar con una deuda millonaria con Hacienda. No hace falta añadir nada más. Es el gobierno de la Gürtel, II o, si se quiere, el de la Gürtel sin más en segundo acto. Y, si se me apura, ni segundo acto; todo lo más, segundo cuadro. Los personajes son los mismos y su historia la que era. Las caras nuevas son de adorno.
La abstención sin contrapartidas del PSOE, equivalente a una rendición incondicional, necesariamente llevaría a esto, un gobierno Gürtel bis porque nadie se ha tomado en serio lo de la regeneración y la transparencia. Es más, existe la firme convicción de que, de materializarse algún programa eficaz contra la corrupción, los corruptos no tardarían en utilizarlo para sus fines.
Por lo demás, apenas dados los primeros pasos de gobierno necesitado de diálogo, Rajoy ya ha perdido la paciencia y ha soltado su primera amenaza: se apoyan sus presupuestos o convoca nuevas elecciones. Los ideólogos del régimen lo compararán con un valeroso Hércules, presto a blandir la justiciera maza. Los adversarios con un César Borgia, capaz de recurrir a todo para alcanzar sus designios. Evitar las terceras elecciones fue la excusa que pretextaron los salvadores de la patria socialista para dar el golpe de timón. Porque con ese miedo expresado, el PSOE se ha convertido en rehén del gobierno. Una elecciones ahora mismo, con el partido sin líder, sin programa electoral y el patio interno en zafarrancho de combate, serían una catástrofe. Siendo rehén no se puede ser oposición creíble, por muchos ceños que se frunzan en las ruedas de prensa.
El PSOE tendrá que seguir siendo muleta de un gobierno que pasará tanto tiempo en deliberaciones y medidas políticas como respondiendo a trámites procesales que se le siguen directamente como partido o indirectamente por el procesamiento de sus allegados políticos. No es un plato de gusto ni será un camino de rosas.
Por eso, porque el PSOE no tiene más salida que poner fin urgente al desbarajuste que han organizado unos insensatos, la junta está obligada a convocar un congreso extraordinario y dejarse de cursos de verano. Es de esperar que esa sea la posición mayoritaria del próximo CF que, a su vez, habrá prestado oídos a las masivas, reiteradas peticiones de la militancia.