Entre Podemos y el PSOE saltan chispas. Las mismas que saltaban entre el PSOE y el PCE, entre los socialistas y los comunistas. Las mismas. Vamos a ahorrarnos las habituales explicaciones de la visceralidad aquí y allí, del mayor peso de la ideología al contrario de la derecha en la que priman los intereses, de la lealtad a unos u otros valores. El hecho resumido es que saltan chispas. Las izquierdas no pueden verse. Ni en el Estado ni en sus pedanías. Puede haber algún gobierno de coalición subestatal, autonómico, municipal, pero es inseguro y siempre sobresaltado por la mucha inquina que ambas se profesan.
Sin embargo, si quieren llegar unos al gobierno y otros repetir en él, tendrán que ponerse de acuerdo. De seguir las cosas como hasta ahora, ninguno de los dos tiene perspectivas reales de ganar las elecciones. Podemos porque se ha fusionado o va a fusionarse con IU y, aunque no lo crea, comienza su retorno a los porcentajes de voto de la antigua IU. Las imágenes duran más que las realidades. El PSOE porque se encuentra en estado comatoso y de ningún modo puede afrontar unas elecciones anticipadas. Pero, al mismo tiempo, la lentitud de la junta y su creciente irrelevancia como oposición claudicante, contribuyen más a que los socialistas no se recuperen.
La idea de mantener la hostilidad en Podemos para asestar el golpe definitivo al PSOE tiene pinta de ser un espejismo. Podemos despierta mucho rechazo en la opinión. Y este no disminuirá por el hecho de que radicalice sus actitudes. Al contrario. Hasta los desencantados del PSOE prefieren marcharse a su casa antes que cambiar su voto.
El mantenimiento de la antigua ojeriza entre las dos izquierdas es tan suicida como siempre. Pero ahora es peor ya que la pérdida de Cataluña supone una merma considerable en los apoyos electorales del PSOE de forma que es probable que ni sumando sus votos a los de Podemos lleguen a la mayoría absoluta. No se sabe qué puede salir de la confrontación de las dos izquierdas. Quizá una reacción en el PSOE que lo haga recuperarse, aunque, a día de hoy, no se vislumbran sino chispas. Quizá también, ¿por qué no? una escisión del PSOE. De hecho, los socialistas no se miran entre sí con mejores ojos que a los de Podemos. Y muchos de los actos de la junta parecen provocaciones que buscaran constituir un grupo escisionista en el partido. Probablemente para ponerle puente de plata, sobre todo si estuviera encabezado porr Pedro Sánchez.