Menudo espectáculo el del PSOE. Con un pelín más de genio las figuras y de grandeza el objetivo final, podría ser una tragedia sheakesperiana. Hay puñales florentinos. Hernando se da un aire a Yago. Fernández trae a la memoria a Falstaff, no por el físico, pues este es enteco y grave, sino por el psíquico. Ese mandato imperativo que se ha sacado de la manga es ciscarse directamente en la Constitución que blande todos los días. Madina es unas veces Rosencrantz y otras Guildenstern pero siempre el que lleva la peor parte. José Blanco, como Nick Bottom, quiere interpretar todos los papeles. Odón Elorza, Margarita Robles y otros posibles refuseniks semejan a la inocente Cordelia, que sufre en silencio las injusticias del mundo. Esperan la llegada salvífica de Pedro Sánchez, que es como una mezcla de Bruto y Marco Antonio si tal cosa fuera posible. Pero tenga cuidado el héroe de la libertad porque del sur viene con iracundo porte Lady Macbeth ajustando cuentas al bueno de Iceta, quien ya parece el fantasma de Banquo.
De "divorcio" se tilda la relación entre el PSOE y el PSC, lo cual es muy adecuado para quien cree que el PSOE se arregla cosiéndolo, aunque no se sabe qué camisa le coserá porque la misma señora Díaz sostiene que los socialistas no son de izquierdas ni de derechas. Pues de divorcio va la cosa. Un amor roto. Claro, lo decía Balzac: En amour, il y en a toujours un qui souffre et l’autre qui s’ennuie. Aquí el sufriente parece ser el PSC e Iceta, que ya no baila tanto, y la que se aburre, la señora Díaz que no está para contemplaciones con esos catalanes, siempre absorbiendo los recursos humanos y de capital de Andalucía.
El PSOE tiene duro trabajo de recomponerse si consigue destruir la amenaza de escisión. Un partido tan celoso de su nacionalismo español que no tolera hablar de un referéndum en Cataluña está luego fraccionado territorialmente en una tradición de taifas. La recomposición exige al partido plantearse como partido español, que es lo que quiere ser. Y, en principio, para él, España incluye Cataluña. También puede decirse que lo verdaderamente español es el fraccionamiento, pero eso no ayuda mucho. Porque, además, esas taifas son belicosas. De ellas ha venido una rebelión y un golpe de mano tan solo ante la sospecha de una querencia a la izquierda del SG defenestrado. Si el PSOE quiere refundarse como partido español y, además, distinguirse del PP, no tiene más remedio que buscar una salida razonable a la cuestión catalana, referéndum mediante, y poner coto a las rebeliones de las taifas, que más parecen ya rebeliones de vandeanos y chuanes.