Dice Felipe González que el PSOE debe votar "no" a Rajoy en primera vuelta y abstenerse en segunda para dejarlo gobernar, aunque no lo merezca.
Es verdad que las baladronadas de Podemos sobre la "nueva política" que iba a barrer la "vieja" han sido eso, baladronadas propias de cazadores bisoños que venden la piel del oso antes de cazarlo. El resultado de esa tormenta de verano de la política de Podemos no es una vuelta a la "vieja política" sino, como se ve, a las prácticas más anquilosadas del corrupto turnismo del siglo XIX. Y eso es algo inaceptable. Invocar los intereses de España, la estabilidad, etc., para justificar la vuelta al cabildeo más lamentable del bipartidismo no cuela así como así. ¿Puede alguien que no sea un consumado charlatán de la política justificar que se vote "no" a un partido y un programa y 48 horas después ese "no" se convierta en una abstención que equivale a un "sí" vergonzante? Bien está que el PSOE no haya sucumbido al ataque de Podemos de ser un ayudante/cómplice del PP. Pero sería dramático que fuera él mismo quien demostrara ser tan felón y claudicante como Podemos lo presentaba. Eso quizá no importa mucho a Felipe González cuya visión de la política probablemente está ya teñida del tacitismo que suele acompañar a las canas y las ilusiones perdidas. Pero es esencial para Pedro Sánchez si no quiere que su esfuerzo regenerador de la socialdemocracia se quiebre en las covachuelas de los pactos y las alianzas de conveniencia.
La desgraciada intervención de González se hace notar más por ese cinismo resignado de aunque no lo merezca. Así se termina de dibujar una escena de cambalache entre bambalinas en la que se trafica con los votos obtenidos, haciéndolos servir para causas que los votantes jamás aceptarían, por muchas encuestas que encargue El País.
NO es NO.
NO es NO.