De aquí al dos de mayo, Jauja. El presidente de los sobresueldos se ha ido a Barcelona a tranquilizar a la mayoría silenciosa asegurando que jamás tolerará que quiebre la soberanía nacional y lo que haya de ser España lo decidiremos todos los españoles. O sea, de referéndum catalán, nada. A propósito se me ocurre cogerle la palabra: vale, que todos los españoles decidan en referéndum qué ha de ser España. Luego echamos cuentas de lo que hayan votado en Cataluña y tendremos una idea aproximada de cómo está el apoyo a la independencia. ¡Ah! Que eso tampoco. Lo que haya de ser España lo decidiremos todos los españoles, pero solo cuando el sobresueldos lo diga. Antes, ni hablar. Es decir, en realidad, los catalanes no pueden decidir y los españoles, tampoco. Es la mejor manera de acabar con la pesadilla esa del derecho a decidir. Breve y claro: los catalanes no tienen derecho a decidir y los españoles, tampoco. Buena gana de estar creando problemas continuamente.
Ayer o antes de ayer, El País traía en portada una noticia prospectiva, esto es, daba cuenta de algo que no se había producido pero podría producirse. Se decía que Sánchez reconsideraba su negativa a negociar nada con el PP. Con la ensaimada del desayuno atragantada en el gaznate, César Luena o alguno de esos mozos que tienen el oído del líder, desmentía de modo rotundo: con el PP, ni a cobrar. O sea, El País podía haberse inventado la noticia. El Mundo hace ahora lo mismo y trae a portada una noticia de la semana que viene: Rajoy ofrecerá una vicepresidencia a Sánchez y pactará con él una reforma de la Constitución. Eso no es informar sino profetizar. Y entra muy dentro de lo posible dado que Rajoy tiene, según él, mucho sentido común, pero ningún sentido del ridículo.
Aunque nunca se sabe. Hace una semana, Sánchez se veía presidente. Ahora, de seguir las cosas así, no se ve ni de cesante. Su porvenir es oscuro y, antes de volver al anonimato del que lo sacaron unas primarias muy contestadas en cuanto a su limpieza, a lo mejor no hace ascos a que lo nombren algo en el gobierno de Rajoy. Esto quiere decir que las reformas urgentes de las que tanto esperábamos se postponen a un incierto futuro. Víctima del despecho, al verse negado por Iglesias, el socialista Hernando le manda una carta de recriminaciones en estilo amante frustrado, reprochándole frialdad, alejamiento, escaso interés. Él, que hubiera hecho lo imposible por satisfacer a Podemos comprueba con amargura que son otros quienes tienen la atención del líder.
Los de Podemos, de vuelta de todo, valientes guerreros, ridiculizan el paripé de los sociatas y, muy al cabo de la calle y experimentados negociadores, los ponen en su lugar, demostrando que en el fondo, coinciden con C's mucho más que con una posible combinación de izquierda. En la izquierda, pura e incontaminada están ellos, como siempre arropados por el multitudinario entusiasmo que supieron despertar hace dos años que suenan ya a dos siglos. La distancia en tiempo nos la da la consulta que la dirección plantea a los círculos a los que, con un poco más de camándula (término que ofrezco a Echenique por si quiere cambiarlo por ese tan cursi del paripé), acabarán convirtiendo en círculos viciosos de consultas al democrático estilo búlgaro.
Lo anterior puede parecer algo estrafalario pero, ¿qué me dicen ustedes de un país en el que la gente no se manifiesta cuando la insultan, la oprimen, la explotan, la engañan o le roban, pero sí cuando se trata de salvar a no sé quién de un programa de TV llamado, creo, Gran Hermano?