Quien te apoyó en la investidura, te planta en el primer recodo del camino. Entraste ayer en el Parlamento con dos amigos y saliste con uno y medio. El medio justifica su abandono argumentando que no se puede derogar una ley sin tener a mano el recambio. Razón por la cual se abstiene contra toda lógica porque, si de verdad cree erróneo derogar sin tener nada previsto, lo suyo es votar en contra, no abstenerse. Pero la traición no sabe de lógicas, sino de conveniencias. Además de abstenerse los de C's quieren ministerios en el gobierno. Aquí, el menos avisado es obispo. ¡Qué duro es todo, Pedro! No solo te pien ministerios los de Podemos; también los de Queremos. Apenas van a quedarte para reparto entre fieles. Y con el partido como lo tienes, no es lo más recomendable. La gente quiere jefes que manden y repartan juego, no tipos a los que todos engañan.
Estos de C's no son leales. No son de fiar. Hoy votan "a" y mañana "b" al incomprensible albedrío de su joven líder. ¿Puede Sánchez garantizar que no le fallarán en el momento decisivo? No, no puede porque su supuesto aliado tiene sus propios planes. Y es razonable. Los dos ambicionan un único puesto. Y eso que se perfila un triunvirato. Con este comienzo, pocos se atreverán a vaticinar resultado de votaciones. Si las hay. Será una legislatura de infarto y tertuliano. Venga, Pedro, a preguntar a Albert qué significa su taimada abstención. ¿Que ya no le quiere? No se procupe en exceso. Otro Pedro negó a su jefe tres veces antes de que cantara el gallo. Y aquí estamos, con ese Pedro más falso que Judas convertido en piedra de su iglesia.