¡Vaya, hombre, ahora que esto empezaba a encauzarse de nuevo! Hasta el Rey parecía haber entendido su papel en esta complicada situación, consistente en no hacer nada. Fiel seguidor, de Duncan Black, el célebre autor de Teoría de los comités y las elecciones, había decidido que la mejor decisión que puede tomar era no tomar ninguna decisión. Una actitud muy sensata que ya le recomendábamos aquí porque, como están las cosas, ¿a quién podría proponer para que formara gobierno? Lo más sensato, en efecto, es dejar que los grupos parlamentarios hablen entre sí.
No ha gustado nada esta decisión real en La Moncloa. El señor de los Sobresueldos esperaba ser nominado de nuevo para llevar adelante la ardua tarea de formar gobierno en una cámara en la que nadie quiere saber nada de él, excepto sus compañeros de partido y a esos porque les va en el sueldo o en el sobresueldo. Rajoy está ofendido con el monarca a pesar de que este ha aplicado la recomendación de Duncan Black de la no-decisión cuya conveniencia ya había ponderado él aún sin haber leído jamás a Black, pues el Marca le consume su tiempo.
Y justo en este momento, los de Podemos hacen otra de sus piruetas y vuelven a poner la situación en un punto crítico. Si la semana pasada Iglesias decía la barbaridad de la cal viva, en un ataque injusto y absurdo al partido con el que quiere negociar, esta no se queda atrás y empieza por vetar la presencia de C's en las conversaciones. Rivera es un personaje poco claro, a pesar de la candidez que su rostro. En Cataluña, en donde le recuerdan muy bien como un partido de carácter unionista y capaz de hacer cualquier cosa, lo tienen por una corriente de derecha extrema cuyo objetivo esencial es que descarrile el tren de la independencia.
Sin duda, C's tiene muchos factores en contra, pero vetar su presencia en un ámbito público no es lo más acertado que pueda hacerse. Quizá para algunos una mesa de negociaciones no será necesariamente el ámbito público, pero sí lo es para los de Podemos, que se pasan el día pidiendo negociaciones al aire libre, trasmitidas por todos los medios que, según ellos, tanto les favorecen.
Vetar a alguien implica una actitud de soberbia y agresividad y una pretensión de infalibilidad. No estás, no me interesa escuchar los que tienes que decir. En esto coinciden Podemos con IU, Iglesias y Garzón, los nuevos y los viejos comunistas. Es el estilo eclesial de la izquierda transformadora: hay que mantener a raya al maligno.Podemos, que debiera ser el primer interesado en componer gobierno, pillar algo en él y evitar las elecciones es, sin embargo, quien más hace por imposibilitar el acuerdo. Es absurdo. Poner al PSOE contra las cuerdas de tener que renunciar a la reunión a cuatro para no faltar a la lealtad a C's todavía lo es más.
En realidad, un veto inaceptable por parte de quien no tiene experiencia alguna en asuntos de gobierno y está más interesado en proyectar una imagen de rompe y rasga que de atención a las obligaciones de sus compromisos. Da la impresión de que, como sostiene Dios Tuitero en un post sobre Podemos, esta organización es una hechura del antiguo fanatismo católico español, reorientado al culto a la personalidad de un nuevo líder infalible.
El desencuentro del miércoles no puede producirse. Podemos debe aceptar sentarse a negociar con los dos partidos que han hecho algo por llegar a gobernación del Estado. Sin vetos ni líneas rojas.