divendres, 12 de febrer del 2016

Tamaya

Esperanza Aguirre Gil de Biedma, Grande de España, hundida hasta el moño en la corrupción y la práctica delictiva de su partido y su gobierno, comparecerá hoy ante la comisión contra la corrupción de la Comunidad de Madrid a responder de uno de los cientos de casos en que está pringada. Lo hace horas después de que la Guardia Civil entrara en sus oficinas en la sede del PP en busca de pruebas de la financiación ilegal de sus campañas electorales. Está implicado el ex-gerente del partido en Madrid, un tal Beltrán Gutiérrez, cuyo ordenador se ha llevado la policía, asimismo imputado en el caso de las tarjetas black y especialmente protegido por Aguirre, que lo contrató cuando dimitió y anda diciendo por ahí que es funcionario del partido, un concepto inventado por esta demagoga neoliberal sin escúpulos que sabe de sobra que los partidos no tienen funcionarios sino contratados laborales y enchufados como este, probablemente para callarles la boca.

Cuando esta aristócrata arrabalera comparezca en la citada comisión sobre la corrupción en Madrid, con su altanera chulería, los miembros de aquella deberán tener presente que toda su ya larga carrera  está inmersa en la corrupción y el escándalo, en el pillaje, la malversación, el despilfarro y el puro disparate.

Deberán recordar que apareció en Madrid en el sórdido episodio del Tamayazo, cuando, el PP robó las elecciones a los infelices del PSOE con el auxilio de dos sinvergüenzas salidos de sus filas. Y que el resto del curriculum de la dama daría para una novela de Mario Puzo: su "ideología" neoliberal la empujó a privatizar cuantos servicios pudo arrebatar al ámbito público en detrimento de la colectividad y provecho de sus compinches en un expolio hecho de chapuzas y trinques, varios de los cuales andan en los tribunales. Su arremetida contra la sanidad pública fue bestial y no se detuvo ante la calumnia y el intento de linchar cívicamente a los profesionales que trabajaban en aquella en provecho de sus colaboradores, lechuguinos y mangantes que hacían negocios privados a costa del interés público, algunos de los cuales también están procesados por supuestos ladrones.

Casos especiales por lo disparatado del empeño, su inmoralidad y el absurdo del asunto fueron sus sucesivos fiascos (todos a costa de los contribuyentes) en la privatización del Canal de Isabel II, el intento de toco mocho al estilo de las bambollas paletas valencianas de Eurovegas y el equivalente al aeropuerto de Castellón en la Ciudad de la Justicia de Madrid, que ha fulminado más de 100 millones de euros de los contribuyentes.

Toda su gestión ha estado siempre salpicada de episodios a medio camino entre Al Capone y películas de Berlanga. Su gran amigo, el empresario Díaz Ferrán, que lleva una temporada en la sombra igualmente por presunto ladrón, pudo haber sido el proveedor de la misteriosa fundación FUNDESCAM con la que la retrechera Aguirre, al parecer, financiaba ilegalmente sus campañas. Su otro amigo, el también empresario Arturo Fernández, otro defensor de neoliberalismo, que vivía de enchufes y contratas con sus amigos peperos de las instituciones, acaba de dimitir por el sucio asunto de las tarjetas black.

Esto de las tarjetas black, en las que la clase política madrileña robó lo que no está escrito, fue, en realidad, un fracaso de la dama, quien trató de imponer de presidente de Bankia a su fiel Ignacio González, el del ático evanescente. El tal González, que la sucedió en la presidencia también está implicado en otro de esos asuntos de corrupción del neorrealismo italiano, bautizado con humor de Chamberí como la gestapillo, por el que los colaboradores de Aguirre se espiaban unos a los otros acarreando bolsas de misteriosos contenidos, como en las películas de la Pantera Rosa.

Hasta que Valencia tomó el relevo, Madrid fue el epicentro de la trama de ladrones de la Gürtel, en la que hay tal cantidad de colaboradores directos, amigos y protegidos de la señora que esta acabó convencida, como los neuróticos compulsivos, de que había sido ella quien la había descubierto. Junto a la "Gürtel", la operación "Púnica", al parecer montada por otro sujeto, mano derecha de Aguirre, Granados, revela operaciones delictivas de cientos de millones de euros desfalcados a los contribuyentes. 900.000 euros de mordida por cada colegio que este pájaro aprobaba mientras los secuaces de la presidenta del neoliberal PP destrozaban la enseñanza pública en la Comunidad de Madrid bajo el beaterío de la consejera Lucía Figar, a quien su intensa fe no le impedía regalar terrenos públicos a los curas o meterse inmoralmente en el bolsillo becas y ayudas a las que no tenía derecho.

Toda la carrera de esta señora es una constelación de presuntos robos, expolios, malversaciones, apropaciones indebidas, chantajes, extorsiones, enchufes, estafas, etc, todos cometidos por sus manos y pies derechos e izquierdos, sus colaboradores y subordinados y de los que ella asegura que no sabía nada.

Cuando los miembros de la Comisión contra la corrupción de la Comunidad de Madrid se la echen a la cara no olviden que quizá no vuelvan a encontrarse en su vida ante una persona tan indigna, inmoral y carente de todo escrúpulo.

Y no se dejen impresionar ni engañar. Ella lo sabía todo: desde el Tamayazo a la Púnica.