El rasgo común a todas las formas de timo y estafa es la prisa, la urgencia. El que cambia moneda en el mercado negro, como el que vende farlopa en una esquina, el que quiere colocar un género falso o un pepla, todos tienen prisa; todos quieren que la otra parte espabile, tome rápido la decisión, que no pueda mirar la denominación de la moneda o los dientes al caballo. Todos quieren terminar la operación cuanto antes y desaparecer.
Hay algo sospechoso en las urgencias del PSOE porque Podemos y sus secuelas firmen el acuerdo con C's, lo suscriban o, cuando menos, no voten en contra. Prisas por conseguir la investidura de Sánchez en primera vuelta por mayoría absoluta, pues es posible, y, desde luego, en segunda por mayoría simple. Para conseguirlo, los socialistas despliegan una batería de argumentos sobre las bondades del acuerdo. Y es cierto que son numerosas y suenan bien. Pero son promesas hechas por quien disfruta de un crédito moderado y sin muchas garantías, pues se pide el voto favorable sin condiciones. Otros sectores del PSOE, quizá más duros, denuncian la pinza entre PP y Podemos. Es una denuncia curiosa: se considera lamentable la coincidencia de voto entre Podemos y PP, pero solo si el voto es negativo; si el voto de ambos fuera positivo, la coincidencia sería hasta celebrada. Obviamente, los contenidos del acuerdo son motivo de interpretación. Para Rajoy significa derogar toda su obra de gobierno. Para Rivera no contiene nada que el PP no pueda suscribir y, desde el punto de vista de Podemos es una concesión, una entrega a la derecha y al IBEX35.
De ahí la prisa, la urgencia. El contenido, siendo mejorable, es bueno, y votar en contra significa dejar paso a Rajoy. Como se aleccionaba en la era victoriana a las jóvenes doncellas antes del himeneo: "cierra los ojos y piensa en Inglaterra". Aquí igual, "cierra los ojos y piensa en España". Sánchez lo ha dicho literalmente: el pacto es por el bien de España. El bien de España requiere negarse en redondo a cualquier referéndum de autodeterminación de cualquier lugar del país. Pues eso: cerrad lo ojos y pensad en la Patria. Y la Patria es como decimos nosotros que es. Este punto es el más duro; es brutal; es sellar un pacto anticatalán. Y eso no es de recibo.
Se añaden las otras cuestiones, todas ellas opinables. La reforma laboral se deroga de facto. Si se deroga de facto, ¿por qué no de iure? La respuesta a esta pregunta, supongo, es la que se da también a la de por qué no se deroga de inmediato la Ley Mordaza, esto es, que no se quiere caer en un limbo jurídico. Sorprendente. ¿Estábamos en un limbo jurídico cuando estos psicópatas pusieron en vigor esa norma represiva, autoritaria y franquista? ¿Por qué no restablecer la ley anterior? Lo mismo con la LOMCE o Ley Wert de la que se dice que "se paralizará". ¿Y eso no crea limbo juridico? ¿Por qué no derogarla sin más y volver a la anterior? El resto de las cuestiones de contenido son de este jaez o aun más problemático.
¿Por qué las prisas, los arrechuchos, los empujones? Porque si Pedro Sánchez no es investido, gobernará Rajoy.
Pero eso es falso. Si Sánchez no es investido, se abre un plazo de dos meses antes de la convocatoria automática de elecciones y en esos dos meses puede pasar cualquier cosa. Incluso que vuelva a ser designado y hasta investido Pedro Sánchez. ¿Por qué no si cambian sus apoyos como dice Rajoy?Habrá que ir definiendo el modus operandi sobre la marcha. No sé si el Rey ha de tener alguna función en la fiesta o si corresponde más bien al presidente del Parlamento y al Parlamento mismo. ¿El qué? Sencillo: componer un gobierno que cuente con la mayoría, absoluta o simple, pero con el expreso y justificado acuerdo de las partes. Venir con un papel ya redactado y conminar a una tercera parte a firmar algo que no ha elaborado y sin cambiar nada, es un trágala. Y los trágalas funcionan cuando quien los hace puede; si no puede quizá se los trague él.
Tranquilos; no pasa nada. Hay dos meses para buscar una solución con acuerdo expreso de las partes. Fórmulas, muchas. Una gran coalición a dos (PP y PSOE), una gran coalición a tres (PP, PSOE, Cis), un gobierno de izquierdas (PSOE, Podemos y adheridos con abstención de C's), todo depende de cómo se negocie. Son dos meses para hacerlo y hacerlo bien. ¿Qué inconveniente hay para negociar una aceptación de Podemos, tan poco interesado en un gobierno de Rajoy o nuevas elecciones como todos los demás? Ninguno, es de suponer. A lo mejor hasta se podía encontrar una fórmula grata a todos, incluidos los independentistas. ¡Quién sabe! En todo caso, festina lente, sin precipitaciones, sin sofocos, vamos a ver qué estamos haciendo y qué queremos hacer.
¡No hay tiempo! aducen los cuadros favorables a Sánchez que, habiendo escenificado una consulta a la membresía con una peregrina pregunta, se encuentra con un partido poco animado, más bien desmoralizado, en parte en pie de guerra a causa de las diputaciones y que continúa desangrándose por las cohortes más jóvenes. ¿Por qué no hay tiempo? ¡Porque gobierna Rajoy!
Tampoco es cierto. Rajoy está en funciones, en pocas funciones, pues se encuentra pendiente de relevo. En cambio, el Parlamento está a pleno rendimiento, es el que ha relevado al anterior legislativo y puede ir tomando sus medidas. Dicho en otros términos, si Rajoy, el de los sobresueldos, gobernaba no ya con proyectos de ley sino con decretos, este nuevo legislativo puede hacerlo con proposiciones de ley que el gobierno en minoría parlamentaria tendrá que tramitar, pues para eso está en funciones. O sea, no gobierna Rajoy; lo hace el Parlamento. Pues que lo haga.
¿Ventajas de esta situación en la que el Parlamento funciona mientras el ejecutivo está en dique seco? Notablemente, dos: la primera es que el sistema político se va a democratizar de verdad porque las decisiones solo podrán tomarse mediante deliberación en la cámara y no por los decretos del gobierno de turno; la segunda (y más importante), esas decisiones servirán de banco de prueba para que los partidos que estén negociando una coalición vayan poniéndose de acuerdo, coordinando sus políticas y sentando las bases para la colaboración posterior de gobierno.
Así que, lo dicho: sin empujar.