Me consta que a los de Podemos les irrita que les acusen de ser unos bisoños que andan vendiendo pieles de osos antes de matarlos. Sin embargo, es obvio. En realidad, desde que se propusieron asaltar los cielos no han hecho otra cosa. Después de las elecciones del 20D se atribuyeron 69 diputados cuando tenían 42 y cinco millones de votos cuando tenían tres. Con el comienzo de las negociaciones para formar gobierno, la petulancia de los jefes llegó al paroxismo: Iglesias se permitió decir a Pedro Sánchez con quién tenía que hablar y con quién no, a quién debía nombrar vicepresidente del gobierno (a él mismo, por supuesto), que carteras ministeriales debería darle, qué otras crear y cuándo debería pedirle una entrevista. Parecía borracho de un poder imaginario.
Ni una. Sánchez habla con C's y Podemos tiene que aguantarse (igual que C's tiene que tolerar las conversaciones entre el PSOE y Podemos), como tiene que aguantar que Sánchez no pida entrevista alguna ni tome en consideración las exigencias del partido morado. Es más, otro día de conversaciones e Iglesias se olvida del referéndum. El gobierno bien vale un no-referéndum. Y ya veremos cómo hace tragar la renuncia a En Comú Podem o este vota en contra de Podemos.
Es el problema de llegar el último con ínfulas de matador. No basta con convencer a unos seguidores acríticos y bastante fanatizados con que uno puede cambiar el mundo porque está uno animado de una fe portentosa en sí mismo y sus cualidades taumatúrgicas. Hay que saber el terreno que se pisa, como recordó Hernando hace unos días a los morados.
Los que aspiraban a ocupar la "centralidad política" se sientan ahora en un pasillo y la centralidad la ocupa el PSOE, cuya libertad de movimientos no pueden los otros coartar. Los que venían a ocupar el gobierno pueden encontrarse teniendo que votar en contra de uno del PSOE y C's en común con el PP, actividad que, como ejercicio de nueva política deja algo que desear.
Todos consideran que hay dos opciones rechazables: a) elecciones nuevas; b) permitir que Rajoy gobierne de nuevo. Quien aparezca a los ojos de la opinión pública como responsable de Rajoy vuelva a gobernar seguirá el camino de este a la absoluta derrota electoral