dissabte, 2 de gener del 2016

Morir muriendo

Ayer sucedió algo insólito. "El País" traía una crónica de soponcio titulada Alberto Garzón pone fin a Izquierda Unida y creará un nuevo partido. La firmaba Elsa García de Blas, que es periodista competente y sabe normalmente de lo que habla. No cita fuentes concretas, sino que se refiere vagarosamente al "entorno" de Garzón. Como quien tira una piedra a un estanque, saltaron todas las ranas en Twitter y el propio Garzón tuiteaba un signo de interrogación, como diciendo que no sabía de dónde había salido la noticia. Inmediatamente subía un curioso desmentido en su cuenta de Facebook, titulado ENÉSIMA NOTICIA DEL "FIN DE IU", en el que se queja de que a IU la han dado ya por muerta media docena de veces, que eso no es casual y que IU resiste porque la izquierda nueva y transformadora se aglutina en su seno.

Cualquiera esperaría a su vez una explicación de García de Blas. Pero esta no se produjo porque todo el mundo vio que la aclaración de Garzón no era un desmentido sino una especie de confirmación subrepticia y vergonzante de que IU tiene los días contados, como informa la periodista de "El País". El mismo Garzón lo confirma: cree que hay que sacar conclusiones de los malos resultados electorales y que en la próxima asamblea IU reflexionará sobre IU. Cuando, en política, alguien "reflexiona" sobre sí mismo es para hacerse el hara-kiri.

Así lo entendieron luego los medios al decir que Garzón confirma que IU debate cómo conformar una nueva “herramienta organizativa” para la izquierda. O sea, en definitiva, que IU, en efecto va directa al desguace. El propósito es aprovechar ese casi millón de votos de las pasadas elecciones para poner en pie algo distinto (desde luego, algo que no se llame IU) que pueda confluir con Podemos y, si tal cosa sigue sin ser posible por la intransigencia del partido morado, pueda presentarse a las siguientes elecciones generales. 

En principio la idea no es mala. Es lo que haría cualquiera con los resultados de IU, cambiar de nombre, de discurso y, al menos formalmente, de producto. Pero no está claro que salga. Cambiar el nombre de IU por otro no será difícil. Aunque se le hayan cantado ditirambos sin cuento como la izquierda "verdadera", "transformadora", "radical", etc., en el fondo nunca consiguió tener una imagen definida ni obtuvo un apoyo en el electorado que le permitiera algo más que hablar de vez en cuando en el Parlamento mientras sus señorías se iban al bar. Así que poca gente derramará lágrima alguna cuando las heroicas siglas pasen al museo de la historia, junto a la rueca y el uso, como decía Engels que pasaría el Estado tras la revolución proletaria. 

Pero el problema no está ahí. El problema está en el Partido Comunista de España (PCE), del que IU no es más que un disfraz. La cuestión que se plantea ahora es si hay que cambiar de disfraz o también de disfrazado. Poner en marcha otra organización-paraguas como IU, aunque se llame CUP (ganas no le faltan a Garzón, que habla de "unidad popular") no servirá de nada si su núcleo irradiador es el PCE de siempre. El problema es el PCE, del que parece que Garzón es militante. O sea, el problema lo tiene él consigo mismo, pues le costará admitir algo que es una evidencia prácticamente en todo el planeta: el comunismo no prospera en parte alguna y, o no existe o es irrelevante. Si Garzón quiere mejorar sus resultados electorales no solo tiene que acabar con IU; tiene que acabar con el PCE. Tiene que matar al padre, lo que siempre es complicado.

A su vez ya puede esperarse una reacción contraria a sus planes en IU pero, sobre todo, en el PCE. Habrá una vieja guardia de temple leninista que se negará a desaparecer tan tristemente (y, sobre todo, se negará a perder sus puestos y cargos) y, según como ande de memoria, condenará el intento de Garzón como un ejemplo de liquidacionismo, una de aquellas desviaciones de la línea bolchevique correcta que condenaban a sus culpables al anatema, ostracismo y quizá algo peor. 

El resultado promete ser la enésima trifulca en IU y PCE en la que, al final, un núcleo duro leninista, quedará de guardián integérrimo del espíritu revolucionario marxista-leninista mientras que otros, seguramente con Garzón a la cabeza, constituirán una nueva organización que, ya libre del estigma comunista, podrá confluir con Podemos, la organización que corta el bacalao en la izquierda. 

El problema puede ser que, al desaparecer prácticamente el PCE, Podemos quede ocupando su lugar y el de IU y acabe obteniendo los mismos resultados electorales de estos. De momento, no ha habido sorpasso del PSOE y los 69 diputados de que Podemos alardea, seguros, seguros, solo están los 42 suyos.

Con todo, a pesar del interés de Podemos por venderse como ganador de unas elecciones que no ha ganado, está claro que no ha habido sorpasso del PSOE. Pero eso no quiere decir que no pueda haberlo, según la cantidad de disparates que sigan haciendo sus dirigentes que parecen haberse embarcado todos en la nave de los locos. Sus resultados electorales han sido malos pero ahora, tanto su secretario general como lo barones, singularmte la señora Díaz, los dirigentes y los jubilados de oro están tratando de empeorarlos.