El episodio es conocido: Podemos ficha a un general exjefe del Estado Mayor para que vaya de segundo en su lista de Zaragoza. La noticia tiene muchas vertientes y ya cuenta con abundantes comentaristas entre los que destacan los virtuosos indignados, como es habitual en el país. Unos cargan contra Podemos por incluir entre los suyos a un general, firme partidario de la OTAN; otros la toman con el general por ir en la lista de unos zarrapastrosos, enemigos de España. Y los hay que critican a los dos por estos o similares motivos.
Sea como sea, desde el punto de vista de la precampaña electoral, el fichaje ha sido un acierto porque ha tenido amplia repercusión en los medios y ha obligado a otros actores políticos a pronunciarse, en especial, al gobierno que, con una velocidad insólita, ha destituido y expulsado del ejército al militar.
Este último acto es el que Palinuro desea comentar. No en cuanto a la oportunidad o legalidad o pertinencia del cese fulminante sino en cuanto a su sentido profundo, muy revelador de una mentalidad. La mentalidad que traslucen las palabras del ministro de Exteriores quien, quizá por su talante más tosco, dice lo que piensa: "No parece razonable que un general fiche por Podemos".
¿Por qué no? Muy sencillo, porque los militares tienen expresamente prohibido el estar afiliado o colaborar en ningún tipo de organización política o sindical, asistir a sus reuniones ni expresar públicamente opiniones sobre ellas, por el artículo 182 de la Ley 85/1978, de 28 de diciembre, de Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, declarado vigente por la posterior Ley 39/2007, de 19 de noviembre, de la carrera militar. Diáfano. Pero la cuestión no es esa puesto que, sabedor el general de que se situaba fuera de la ley, ya había pedido el cese voluntariamente.
La cuestión está en las palabras del ministro que, como los peces, muere por la boca. Porque lo no razonable o irrazonable no parece ser que el militar fiche por un partido político, sino que lo haga por Podemos.
De nuevo: ¿por qué no? Podemos es un partido legal, amparado por la ley. Cualquiera puede militar en él si es admitido y, si los militares pudieran afiliarse a partidos, tanto podrían a Podemos como al PP. ¿Por qué no a Podemos? Es interesante observar, además, que el discurso de Podemos tiene un elemento patriótico, supuestamente genuino y popular, al estilo bolivariano, en el que el fichaje del milico encaja de maravilla.
Pues precisamente por eso. La derecha española más tradicional y reaccionaria -de la que el ministro es muestra de feria- considera que el país es suyo, de su propiedad. Como suyos son la Hacienda que lo financia, le Iglesia que lo bendice, la Justicia que lo ampara y el Ejército que lo defiende. Es el principio HIJE que voy a patentar como nombre para la conversión del país en un cortijo propiedad de la derecha. Esta controla de mil maneras a los inspectores de hacienda, los curas, los jueces y los militares, así como muchos otros estamentos. Podemos, por muy partido legal que sea, no entra en el contubernio y es una amenaza a la continuidad de esa posesión e instrumentalización de España y sus instituciones al servicio de la oligarquía. Podemos está fuera y, según la mentalidad paranoica de la derecha, es enemigo de España porque todo lo que no sea nacionalcatolicismo es anatema y animadversión a la Patria. Un general fichando a favor de los enemigos de España, en efecto, no sería razonable. Al no ser tal el caso y alentar en Podemos un patriotismo de otro tipo pero tan patriotismo como el del ministro, lo que no es razonable es que un personaje como Margallo sea ministro de nada.