Hasta cierto punto, me ocurre como a Willy Toledo, que se declara partidario de la CUP en Cataluña, si bien no pude votar por no estar empadronado allí. Mis razones son como las suyas: la CUP es la candidatura independentista más radical y la independencia de Cataluña quizá sea ya la última posibilidad de que una potente sacudida obligue al cuerpo social español a reaccionar y sacudirse de encima la oligarquía de caciques, parásitos, incompetentes y nacionalcatólicos que es la causa de la secular postración del país. Respecto a la coincidencia en la CUP le saco ventaja porque en principio iba a ir en su candidatura en el último o penúltimo lugar con finalidad puramente simbólica. Pero tropecé con el mismo inconveniente: al no estar empadronado en Cataluña carezco de derecho de sufragio activo, pero también del pasivo.
Bien, eso en Cataluña. ¿Y en España? Ahí nuestros destinos se separan. Toledo da a entender que no votará en las elecciones de diciembre porque se siente incapaz de "votar al menos malo". No es mi caso. Votaré al que crea "menos malo" si bien muy probablemente nuestros conceptos de "menos malo" diferirán. Vamos a ello.
Una ojeada a la portada de El País prueba lo certero del sarcasmo de que en España un partido no gana las elecciones, sino que las pierde su contrincante. Las cifras de intención de voto son: PSOE, 24,6%; PP, 23,4%; Podemos: 18,6%; Ciudadanos: 16,1%; IU: 5,0%. Desde luego, aunque figura en cabeza, por primera vez en años, no puede decirse que el PSOE gane de calle porque todavía está más de cuatro puntos porcentuales por debajo de su resultado en las elecciones de 2012. Pero lo que sí está claro es que el PP se da un batacazo fenomenal, perdiendo más de 21 puntos porcentuales con respecto a la citada elección, del 44,62% al actual 23,4%. Los otros dos partidos emergentes, Podemos y C's admiten poca evaluación ya que no se presentaban en 2011. IU, con su raquítico 5% escasamente mantiene la cabeza por encima del agua y eso si se presenta sola, por su cuenta. De UPyD ya no hay ni muestras.
De esta situación deduce el diario que los "electores quieren un gobierno fruto de un pacto". Es una falacia muy común que consiste en hacer de necesidad virtud. Lo indudable, lo que cantan los hechos, los datos, es que, si los resultados son los que aparecen, cualquier gobierno solo es posible mediante un pacto, de gobierno o parlamentario, pero un pacto. No por voluntad de los electores que, no siendo una congregación, carecen de objetivos compartidos, sino por exigencia de la aritmética parlamentaria. Esta debe además conjugarse con el análisis político que siempre aclara algo. Aritméticamente hay bastantes pactos posibles; políticamente, bastantes menos. Por razones políticas, el partido con más poibilidades de pactos (en realidad, todas) es el PSOE. El pacto más natural de este, a juicio de Palinuro, es el PSOE-Podemos. Coincide, además, con lo que viene propugnando una vez que la dura realidad hizo comprender al partido de los círculos que fagocitar (o sobrepasar) al PSOE no iba a ser tan fácil como con IU. El pacto PSOE es una coalición de izquierda mutuamente beneficiosa desde una perspectiva palinúrica, un win-win porque permite a Podemos gobernar parcial pero legítimamente con menos del 20% del voto y empuja al PSOE un poco más a la izquierda porque garantiza que cumplirá sus propósitos de desmontar la tremenda involución en todos los órdenes de la vida pública que ha supuesto la legislatura del PP.
Porque, para alguien de una izquierda no sectaria y que, por tanto, no anteponga alguna polvorienta doctrina al avance del bien común, lo esencial es echar al PP del gobierno con una mayoría electoral clara. Así pues, en mi opinión el mal menor al que hay que votar es el PSOE. Y hacerlo no para evitar un mal mayor sino uno mucho más peligroso, que podríamos llamar "mal intermedio", esto es, una alianza PSOE-PP, también conocida como gran coalición, que tiene poderosos valedores tanto en el partido del gobierno como en el fundado por el primer Pablo Iglesias. También es pensable un pacto PSOE-C's. El PSOE ocupa la famosa centralidad política. Obviamente, los dos pactos entre el socialismo democrático y las dos fuerzas de la derecha serían mejores que un gobierno de la derecha a secas como el que el país ha padecido en esta legislatura. Pero, desde el punto de vista de la izquierda, el pacto más deseable es PSOE-Podemos. Así el PSOE es el mal menor. Habrá quien diga que el verdadero mal menor es Podemos. Pero esto no se compadece con los hechos. Los votantes de Podemos no lo ven como mal menor sino como bien absoluto. Los del mal menor se concentran más en el PSOE.
Y aquí es donde, cómo no, interviene esa izquierda que gusta llamarse transformadora y, en realidad, parece destructiva o suicida. En el acto final de la fiesta del PCE, Garzón, alineado físicamente en un escenario con Julio Anguita y el camarada José Luis Centella afirma que "el enemigo es la oligarquía del PP, la monarquía y el PSOE". El PSOE y en su conjunto. Uno cree escuchar el viejo y adocenado discurso de Anguita con su obsesión antisocialista; pero no, es el de la joven promesa, Garzón, el que anda cortejando a Podemos con frenesí de enamorado para ir juntos a las elecciones de diciembre. Es decir, la joven promesa pretende aliarse con Podemos para luchar contra el único partido con el que Podemos a su vez puede aliarse para alcanzar el gobierno. Es difícil imaginar algo más absurdo. El odio de Anguita al socialismo democrático se contagia a las nuevas generaciones comunistas y las lleva al delirio.
Este disparate prueba que Podemos hace muy bien rechazando toda confluencia con IU y, sobre todo, con los comunistas. Por si alguien tiene alguna duda y para no perder el tiempo en vanas disquisiciones, hágase un sencillo cálculo: promuévase una confluencia electoral de Podemos con IU y el PCE. Hágase la campaña electoral explicando a los votantes que el enemigo por batir es la "oligarquía del PP y el PSOE".
Este disparate prueba que Podemos hace muy bien rechazando toda confluencia con IU y, sobre todo, con los comunistas. Por si alguien tiene alguna duda y para no perder el tiempo en vanas disquisiciones, hágase un sencillo cálculo: promuévase una confluencia electoral de Podemos con IU y el PCE. Hágase la campaña electoral explicando a los votantes que el enemigo por batir es la "oligarquía del PP y el PSOE".
Y a ver cuántos votos obtiene.