Por fin tienen lideresas las huestes de la derecha frente al baluarte madrileño. Ha costado meses decidirlas y al final se ha hecho aceleradamente y de un modo shakesperiano, dejando un par de cadáveres en el escenario. El primero, el de la todavía alcaldesa, de quien nadie se ha acordado ni para llevarle flores. Aunque ella se postuló, su candidatura era tan absurda como el conjunto de su gestión, puntuada por momentos que han alcanzado ridículo planetario.
El muerto más visible es el infeliz González, quien llegó a creerse que era alguien cuando Aguirre lo nombró sustituto y encargado de la Comunidad mientras ella se quitaba de encima la pringosa Gürtel y encaraba su última y más audaz jugada política: ser de nuevo una alternativa a Mariano Rajoy. Creerse alguien cuando no se es nadie es propio de caracteres confusos, que toman las ventanas por espejos. Aguirre lo dejó en realidad de presidente en funciones pues lo tenía agarrado a través del PP de Madrid, del que ella era presidenta. Y siguió siéndolo mientras afirmaba retirarse para siempre de la politica en un ejercicio de disonancia cognitiva, facultad de gente con muchas tablas. Cuando por fin González, que no parece muy rápido, comprendió haber sido la víctima propiciatoria, los gritos, dicen las crónicas, se oían en toda la primera planta de Génova, recientemente reformada en B y dotada seguramente de condiciones acústicas excelentes.
Cifuentes asciende desde un puesto importante pero, a la postre, funcionarial y delegado, a otro político de primera línea, a medirse con un exministro. Si consigue un resultado satisfactorio, dada su adscripción a Rajoy, será buena pieza de este para hacerse con el control del PP de Madrid, desplazando a Aguirre. Ahí ha estado la tensión de los últimos días. Rajoy cedía en nombrar candidata a Aguirre a cambio de que esta renunciara a la presidencia del partido. Pero la lideresa ha sido tajante en público: no será candidata si no es también presidenta. Un órdago y en un tweet. A lo que el propio PP ha respondido con una declaración institucional, recordando que ese acuerdo existe pero aplazando su ejecución a después de las elecciones. Una concesión que demuestra estado de hostilidades.
Rajoy espera malos resultados en todas las elecciones próximas, probables nuevos escándalos de corrupción, y no parece tener éxito en colocar el mensaje optimista de la recuperación. En esas condiciones no goza de autoridad suficiente para imponer su candidatura a la renovación del mandato ante unos sondeos catastróficos. De ahí que le interese controlar más el partido, sobre todo el madrileño y socavar el terreno bajo su más que probable rival, Aguirre.
A su vez, Aguirre, que presume tener un formidable gancho electoral, confía en ganar, ser la alcaldesa. Si lo consigue mientras, al mismo tiempo, se hunden los resultados de su partido en otros ayuntamientos, mantendrá sus dos posiciones de fuerza, la alcaldía y la presidencia, frente a un Rajoy deslegitimado y debilitado. Y nadie duda de que dará la batalla por ser su alternativa. Y Rajoy ya no tiene a Camps para defenderse. A saber si se tiene a sí mismo.
En el fondo, la lucha por Madrid prefigura la lucha por España. En el tándem del PSOE también ha habido turbulencia interna y por el camino se ha quedado algún cadáver. Así como en el PP no dejaron que González llegara a ser Aguirre, en el PSOE no dejaron que Gómez llegara a ser González. La política es a veces una carrera de relevos. Sí ha salido bien a los socialistas la presentación de su candidatura, con todas las virtudes de la buena planificación y mercadotecnia política. Los próximos sondeos hablarán, pero parece haber tendencia a la recuperación del voto en esta época de estrecheces. Y los dos candidatos parecen sólidos. Su manifiesta sosería, que trasmite probidad, es un activo para un electorado que está ya hasta la coronilla de cantamañanas y mangantes.
El trabajoso parto múltiple de la izquierda casi resulta simpático por lo cercano y familiar. ¿Quién no conoce gentes tan mal avenidas como estas pero que se obstinan en seguir juntas porque se piensan miembros de una misma familia? Gentes que se toman muy en serio lo que hacen y no paran de adoptar iniciativas unitarias o separadoras, a veces al mismo tiempo, en busca de una forma de organización que compatibilice la jerarquía con la espontaneidad. La cuestión no es si esto es bienintencionado o no, sino si es o no eficaz, por no decir eficiente. La proliferación de nombres, organizaciones, entidades, propósitos no augura nada bueno.
Añádase la repentina aparición de Ciudadanos, encabezado por otro fenómeno mediático, Rivera, que trae ecos del Príncipe Valiente. El salto en intención de voto de esta opción que, no siendo nueva, lo parece obliga a tod@s l@s analistas a ampliar la explicación de los partidos en las redes sociales porque Ciudadanos es un partido de redes en mayor medida aun que Podemos. Su primer resultado es haber barrido a UPyD a más velocidad que Podemos IU. Pero, y eso es lo interesante, parece más capaz de bombear el PP que Podemos el PSOE. El PP barrunta que el auténtico peligro le viene de Ciudadanos. La cuestión será cuando se vea la distribución final de ese voto que todo el mundo hoy llama trasversal.
IU es un De profundis. Sacudida por escisiones, enfrentamientos, corruptelas, sanciones, expulsiones, con unas expectativas de voto muy bajas, corre el peligro incluso de ser extraparlamentaria. En Andalucía, por ejemplo, quizá no alcance a constituir grupo propio. A la verdadera izquierda no le queda más salida que converger con la otra izquierda que está obligada a reconocer asimismo como "verdadera". En realidad, someterse a ella.
IU es un De profundis. Sacudida por escisiones, enfrentamientos, corruptelas, sanciones, expulsiones, con unas expectativas de voto muy bajas, corre el peligro incluso de ser extraparlamentaria. En Andalucía, por ejemplo, quizá no alcance a constituir grupo propio. A la verdadera izquierda no le queda más salida que converger con la otra izquierda que está obligada a reconocer asimismo como "verdadera". En realidad, someterse a ella.