Decía Gramsci, un hombre bueno y generoso (por eso terminó como terminó), que todos somos filósofos, aunque lo seamos "a nuestro modo", inconscientemente, porque solo en la mínima manifestación de alguna actividad intelectual, el "lenguaje", se contiene una concepción del mundo determinada. Luego ya es cosa de cada cual conformarse con una concepción impuesta desde fuera o buscarse una propia.
Así que todos filósofos, especialmente en ese día del año al que hemos adjudicado la tarea de simbolizar el misterio de los otros 364; el misterio del paso del tiempo, de cuya naturaleza ignorábamos todo cuando vinimos al mundo y seguiremos ignorándolo cuando nos vayamos de él, unos antes y otras después ya que ni de eso sabemos nada. Y como todos somos filósofos, aprovechamos la noche de San Silvestre (¡ánimo,Vallekas!) para rumiar nuestras preocupaciones, formular nuestros deseos y mostrarnos como somos.
Palinuro ha hecho un repaso de los dichos y hechos de sus habituales personajes de la escena pública y tiene una idea de cómo encaran algunos de ellos el Nuevo año.
Pedro Sánchez publica un artículo en El País titulado Un balance mirando al futuro, una palinodia contrita algo exagerada. Formalmente no está mal aunque, como a todos los artículos de quienes están más acostumbrados a hablar que a escribir, le sobra un párrafo: el primero. No es preciso justificarse por escribir. Esa es tarea del lector. Como tarea del elector es juzgar el comportamiento de los elegibles y estos tampoco necesitan justificarse por lo que hacen. El PSOE no tiene por qué justificarse por estar en la oposición ya que, con este gobierno, lo único que se puede hacer es estar en la oposición. Es la sutil diferencia entre colocarse en el pasado o en el futuro y que el rimbombante título quiere transmitir sin conseguirlo. El término "balance" tiene un deje contable; es un cierre ordenado de ejercicio y apertura de otro. Sánchez se jacta de ser "previsible", justo la misma jactancia de Rajoy quien siempre presume de su previsibilidad frente a las "ocurrencias" de... Sánchez. Este tendrá que encontrar un lenguaje más novedoso y menos apegado al de su contrincante si quiere despegar.
Rajoy no ha escrito nada. No teniendo que hablar en público, no le fue necesario escribir. Pero se despachó a gusto en una tertulia con amigos y conmilitones en su pueblo, que es lo que le va. Allí explicó su teoría sobre el peligro de los adanes que se creen que el mundo empieza con ellos. Son los de Podemos, claro. Hay algo extraño en ese plural de Adán, el prototipo del hombre solo. No puede haber adanes, entre otras cosas porque, aunque Rajoy no lo crea, Adán no estaba solo. Estaba con Eva. Pero eso es igual. De lo que se trata es de proclamar la continuidad y la estabilidad frente a la ruptura, siempre llena de peligros. Si la idea de la continuidad de Rajoy no hace felices a los cristianos, se les recuerda que los adanes significan inseguridad y, sobre todo, retroceso. Algo temible, ciertamente, que hable de retroceso quien ha hecho retroceder los derechos y libertades, el Estado del bienestar, la democracia parlamentaria, el Estado de derecho y la cuestión nacional/territorial a los primeros años de la transición y, en algunos casos, los últimos del franquismo.
Y todo en ambos casos, Sánchez escribiendo y Rajoy hablando, por no mencionar la bicha, que es Podemos, uno de los dos acontecimientos más importantes en 2014. Curiosa manía la de no llamar a las cosas por su nombre. Uno lo soslaya y el otro lo metamorfosea en adanes. Zapatero tardó meses en pronunciar la palabra "crisis" y de Rajoy no me consta que haya pronunciado la de "Bárcenas" desde que ambos hicieron la primera comunion. Al no nombre se añade ahora el de Rato. Es como si ambos creyeran con ancestral creencia que los problemas, las desgracias, las dificultades, desaparecieran con no nombrarlas o con inventarse una fábula. Si Palinuro fuera un poderoso empresario no pondría a ninguno de estos dos politicos al frente del departamento de tratos con la competencia.
No me consta que los de Podemos hayan hecho acto de presencia en el hostal del filósofo gramsciano de la noche de San Silvestre. Debe de ser la falta de costumbre. Pero tampoco es necesario. Ya hablan los demás y, sin querer, hablan de ellos. Y mal. En el doble sentido de con mala intención y mal estilo. Lo que es un exitazo de comunicación. Podemos no necesita hacer balance. Ese sí que tiene delante todo el futuro, lo cual implica una tremenda responsabilidad. Recuérdese al bueno de Marx: "El arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas. La violencia material debe derrocar a violencia material y la teoría solo se convertirá en violencia material cuando encarne en las masas. La teoría es capaz de encarnar en las masas cuando razona ad hominem y razona ad hominem cuando se radicaliza.Radicalizarse es ir a la raíz de las cosas. Y la raíz para el hombre es el hombre mismo". Y no digo más.
El otro nombre que falta en los dos discursos, el escrito y el hablado, es el de Cataluña. Ojos que no ven y oídos que no oyen, corazón que no sufre; ese corazón con el que tanto aman ambos a los catalanes. Estos siguen a su bola, erre que erre, hacia la indepedencia. Mas ha dejado claro que habrá elecciones y que serán plebiscitarias, lo que quiere decir que solo los catalanes decidirán el futuro de Cataluña. "Otro Adán", murmurará Rajoy para su coleto. En todo caso, ya solo queda por decidir cómo se harán esas elecciones, si con lista soberanista única o por separado. Se entiende el empecinamiento de las dos partes, Mas y Junqueras, en sus posiciones; pero, a la vista de los últimos sondeos, que los dan equiparados, el asunto no parece ser tan relevante. Así que buena suerte.
Porque si alguna esperanza queda de que el país retorne a la historia y salga de ese marasmo de idiocia y sentido de impotencia en que lo han sumido los genios de los últimos gobiernos, sobre todo el último, el de los sobresueldos, reside en estos dos empeños ausentes en los discursos de las autoridades y tan diferentes entre sí, Podemos y Cataluña.