Lo dejó dicho Larra en un artículo títulado Día de Difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio, cuando aún no se sabía que ese día en realidad era Halloween. Hablando de los Ministerios se topaba Fígaro con el famoso epitafio aquí yace media España; murió de la otra media. Las dos Españas. Ahí siguen, como siempre, ignorándose y odiándose al mismo tiempo, como si los siglos no pasaran. Una España trágica, trascendental, bronca, agónica, cruel y temeraria, y otra bufa, esperpéntica, absurda, zafia, empingorotada y servil. Residen en el mismo país, comentan los mismos hechos, hasta hablan entre sí, viven la mima realidad, pero la entienden de forma distinta. Cada una de ellas tiene su propio mundo dos popperiano. Uno es negro con toques cárdenos y el otro amarillo con toques rosa.
En la España trágica, una anciana de 85 años se queda sin vivienda por haber avalado a su hijo por 40.000 euros con una pensión de menos de 400. Solo una madre puede hacer eso. Y solo una sociedad desalmada y unas autoridades inhumanas pueden consentir que la desahucien. Las mismas que en la España servil son capaces de recaudar dinero y hacer campaña para que una delincuente no entre en la cárcel. La España bufa ve bien que la estafen y vitorea a los estafadores.
En la España trascendental se viven la angustias de la secesión catalana como un amargo conflicto en el que se juegan asuntos de identidad colectiva. En la España bufa se llama a plató a Mariló Montero en hora de máxima audiencia para explicar sus sorprendentes apotegmas. Es el momento de preguntarle por Cataluña. Seguramente dirá que de eso lo sabe todo porque lleva un nombre catalán, Mariló, tan catalán como Castelló, Aguiló o Barceló.
En la España bronca, ultramontana, la derecha lleva mal la blandenguería del gobierno con los sediciosos catalanes y las añoranzas de Franco prenden entre quienes siempre le tributaron lealtad. Hay que españolizar a los niños catalanes, recristianizar España. En la España zafia, Kiko Rivera, el hijo víctima inocente del atropello cometido con Isabel Pantoja, asegura odio este país. Si una madre hace lo que sea por un hijo, un hijo por una madre puede llegar a odiar el país, lo que seguramente no le traerá un desahucio.
En la España agónica se viven los sobresaltos de la izquierda con inquietud. IU está en capilla, a punto de convertirse en aliado confederal de Podemos como aquellas coaliciones de democristianos y liberales con conservadores al comienzo de la transición en lo que se llamaba los "partidos taxi". Izquierda Anticapitalista se disuelve como partido y renace cual Ave Fénix como "corriente"; el partido ahora irá por dentro. El exoesqueleto se convertirá en endoesqueleto. En la España empingorotada muere Cayetana de Alba y los medios resaltan su carácter rebelde, incluso revolucionario, casi una duquesa roja. Ahí está la izquierda socialista estilo Guerra valorando en la finada su libertad, su originalidad y su ponerse el mundo por montera. De monteras sabía mucho la dama pues era aficionada al toreo y al conjunto del floklore andaluz, amiga de tonadilleras y bailaoras. Popular por un tubo. O sea, de izquierdas.
En la España temeraria aparece Podemos como propuesta radical casi surgida de la nada y con un proyecto que muchos consideran un salto en el vacío. Los medios tienen bajo la lupa todos los aspectos de la formación, los comportamientos, los juicios, las propuestas, todo. En la España esperpéntica aparece el pequeño Nicolás quien, con su plácido rostro de roedor picarón, afirma haber tenido en sus manos asuntos de esos que las burocracias gustan de etiquetar como "muy sensibles" o "clasificados" o "top secret". Parar el 9N, nada menos, había encargado la vicepresidencia del gobierno al pequeño Nick, según este. ¿Por qué no? Desde el momento en que se impetra la intervención de la Virgen del Rocio para el desempleo, la Almudena contra el paro, el Pilar por la defensa de España, ponerse en manos del temerario Nicolasillo es un desvarío más.
En la España cruel, el clero vuelve a la carga con el aborto. Ya están los antiabortistas dispuestos a tomar las calles por el derecho a la vida una vez concebida y hasta el momento del nacimiento; pero ni un minuto más. De eso ya se ocupa en la España absurda la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, quien encabeza la manifestación antiaborto con el mismo aplomo con que hace y dice el resto de las necedades que festonan su existencia. Hay que recordar al felón Rajoy su promesa incumplida. Pues tendrán que especificársela porque ha incumplido tantas que ya ni se acuerda.
Realmente, lo único que aún mantiene en contacto a las dos Españas es el fútbol. Palinuro está dispuesto a hacer una excepción en su reglamento libre de fútbol a favor del Rayo Vallekano que pagará el alquiler de la mujer desahuciada. Quizá no sean muy buenos futbolistas, pero son excelentes personas. De lo que no hay, vamos.