dissabte, 8 de novembre del 2014

España, poema sinfónico en cuatro movimientos.


La idea me la ha dado mi amigo Eusebio Lucía quien ayer colgó en su muro en FB la Finlandia de Sibelius.
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El 9N. (Maestoso). Mañana es el gran día. Cataluña, como Finlandia, lleva siglos luchando por un lugar al sol. Finlandia lo consiguió mucho antes en justa compensación porque allí el astro rey se deja ver poco. Las dos han mostrado una indomable voluntad nacional que en ambos casos ha afrontado guerras, represiones, invasiones. El actual movimiento soberanista catalán tiene un acento rotundamente nacional, con todos los matices de los nacionalismos, pero predominando el de carácter cívico liberal que goza de tan buena prensa. Sus enemigos lo han equiparado al nazi, en una de esas demasías de la derecha feroz que parecen pensadas para alimentar el independentismo. Y no es lo único que ha hecho. Hace meses que se practica la política de la provocación y la guerra sucia contra la Generalitat. Con la independencia, Cataluña saldrá de la UE, del euro, del mundo mismo; quebrará por el peso de la deuda; se llenará de hampones, yihadistas y gangsters; las familias se enfrentarán; la sociedad se fracturará; se volverá a la Edad Media. Frente a las amenazas y los delirios, el soberanismo ha mantenido su movilización cívica, democrática, transversal, horizontal; ha conservado la unidad de acción pese a los intentos de desbaratarla; ha generado una opinión internacional favorable; ha hecho política a unos niveles de rapidez, flexibilidad, complejidad que el gobierno central ha sido incapaz de igualar. Y ahora avanza hacia el momento que ese gobierno central ha querido impedir a toda costa, el big bang de la nación catalana. Chapeau.

Podemos. (Allegro con brio). Estos impertinentes están poniendo el país patas arriba. Hablan un lenguaje que la gente parece entender a las mil maravillas pero que a los políticos al uso suena a ugro-finés, incomprensible. Si la importancia de tu empeño se mide por la de tus enemigos, no hay duda de que Podemos tiene la máxima, visto que nadie deja de hablar mal de ellos. Sus propuestas son confusas, ambiguas, inexistentes e irrealizables. Cómo algo inexistente pueda ser irrealizable es un misterio que solo se resuelve en clave de mieditis. Claro que también son populistas, falangistas, chavistas, fascistas, bolivarianos, filoetarrras, castristas y comunistas de checa y tiro en la nuca. Aunque aquí el único que haya hablado de tiro en la nuca es un concejal del PP de un pueblo de la España profunda. Hegemonizan el discurso público y convierten en dominantes las ideas de las clases dominadas, lo cual implica una curiosa subversión dialéctica del marxismo. Para bien, desde luego. Su discurso es el de la calle y los medios. Pablo Iglesias, convertido en un icono parlante, es ubicuo y el solo viraliza ese lenguaje nuevo con el que se quiere asaltar el cielo. Los partidos dinásticos están nerviosos, como los animales encerrados que olfatean la proximidad de un depredador. Se lo huelen: ronda el viejo radicalismo marxista disfrazado de civismo democrático. Cierto, así es. Pero no es un disfraz. Marx, que respetó siempre el cartismo, creía que, en las sociedades burguesas desarrolladas la revolución podría venir por el sufragio de la mayoría, no necesariamente tomando el Palacio de Invierno, porque el leninismo necesita del marxismo, pero el marxismo no necesita el leninismo. De lo que se trata es de ganar elecciones, que es lo que pretende Podemos. Una revolución pacífica y democrática. ¡Vade retro, Satalin!

El Partido Popular (Marcia funebre). El partido del gobierno pasa por su peor momento en muchos años. Algún dirigente habla de hundimiento. Es inútil explicar a su presidente que ello se debe en parte al uso abusivo de la mayoría absoluta, enésima comprobación de lo cierto del adagio de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Y es tal la corrupción del PP en todos sus niveles que se suscita la sospecha de si, más que un partido, no será una asociación de malhechores. Material para que los jueces dictaminen hay en abundancia. ¡Y qué material! Desde apropiaciones indebidas de cientos de millones hasta asuntillos de sainete picante y alcoba trashumante, siempre a cargo del ciudadano, al que estos redomados granujas han decidido tomar por imbécil. Como si no viera que el PP está podrido de la cabeza a los pies y, con él, todo lo que toca, sea la TVE, el TC o un concurso de conserjes del Tribunal de Cuentas. Como si no fuera evidente que ya nadie se toma en serio nada de lo que dicen los dirigentes del gobierno y del partido; razón por la cual estos, a su vez, dicen lo primero que les pasa por la cabeza que, además de escaso, es ininteligible y, en algunos casos, como el de Cospedal, directamente cantinflesco. Los barómetros del CIS, incluso del CIS-PP, preanuncian el RIP del partido y el gobierno, presidido por un zombi auxiliado de otros zombis, muchos de los cuales están más preocupados  por ocultar sus fechorías que por la gobernación del reino. A esta caterva de corrupt@s no l@ salvan ni los curas a quienes ell@s han enriquecido mucho más de lo que ya son y por procedimientos tan torticeros como los que usan ell@s mism@s en sus trapacerías, incluida la evasión de impuestos que, en el caso de la Iglesia es hasta legal.

El PSOE (Andante cantabile). Pedro Sánchez ha puesto en marcha la renovación, regeneración, recuperación, renacimiento del PSOE; todo en uno. Y está consiguiendo resultados. De momento ha salido del pozo de la falta de aprecio en que yacía Rubalcaba. Ha salido como un tornado copiando formas, gestos, modos de Podemos, desde el atuendo hasta las estaciones que hace el secretario general por las "asambleas abiertas", una especie de "círculos". Asimismo ha incurrido en dos o tres contradicciones. Pero el balance es positivo. Para ser justos debe recordarse que Sánchez es, casi, un recién llegado, sin experiencia en puestos de mando, en nada comparable a su antecesor, Rubalcaba, que llevaba muchos años de ministerios y vicepresidencia hasta alcanzar el nivel de su incompetencia, coincidente con la práctica liquidación del PSOE, convertido en un partidillo monárquico, centralista y vergonzosamente confesional. ¿Cuál es el reto de Sánchez? Porque este sí que ha recibido una herencia desastrosa. Mitigar la imagen de partido dinástico, articulando un programa viable de izquierda, retornar a la dualidad tradicional de la socialdemocracia, la del programa mínimo y el programa máximo del congreso de Erfurt en 1891. Ese, el acumulado en una larga historia, es un acervo de la socialdemocracia alemana o española que les da cierta seguridad. La cuestión es si Sánchez es capaz de articular un programa máximo socialdemócrata de izquierda frente a la terrible competencia de Podemos. Si los dos se empeñan en triunfar (y no en que no triunfe el otro), quizá no lo consiga ninguno pero pueden encontrarse condenados a entenderse en una alianza de gobierno. No cerrarse de antemano a esta posibilidad indicaría madurez por ambas partes lo que, a su vez, les atraería más votos.

Coda. Cataluña se va y España no sabe qué hacer.


(La imagen del 9N es una foto del diario.es, bajo
licencia Creative Commons. Las otras son composiciones mías).