De 50.000 a 60.000 valencianos han salido airados a la calle en la capital de la Comunidad a pedir la dimisión de Alberto Fabra y la convocatoria de elecciones anticipadas en protesta por el cierre de la RTVV. La policía rebaja la cantidad a unos 4.500 que, de todas formas, ya es respetable. Es el habitual tira y afloja para calibrar la importancia de las manifestaciones públicas. Un entretenimiento para la mañana del domingo.
Otras interpretaciones van más a lo cualitativo: por fin el pueblo reacciona. No es tan apático ni está tan resignado frente a los abusos como se supone. El proceso que llevó al fundido a negro del Canal Nou ha sido dramático, emitido en directo, escandaloso, lamentable por todos los conceptos: momento final de una gestión corrupta, inepta, caciquil, enchufista, presuntamente delictiva. Una muestra de la incapacidad de la Generalitat para gestionar conflictos. La gota que colma el vaso. Por fin, el pueblo se pronuncia, toma la palabra y esta es dimisión..
Ciertamente, es un modo (optimista) de ver las cosas. Pero hay otro, más realista y, por ello, más pesimista. Palinuro lo expondrá de modo telegráfico porque, aunque no se vea mencionado por ahí, es evidente y no necesita prolijas explicaciones.
Resumiendo: Valencia lleva casi veinte años de gobiernos corruptos e ineptos, que han arruinado la Comunidad, empobrecido a sus habitantes, llevado ante los tribunales a un diez por ciento de los cargos del PP por presuntos delitos. Casi veinte años de malversaciones, despilfarros, cohechos, estafas. Casi veinte años de obras públicas faraónicas e inútiles que solo servían para expoliar el erario público o satisfacer el ego inflado de un cacique capaz de construir un aeropuerto sin aviones. Y en todo este tiempo, lejos de indignarse, los valencianos aplaudían y votaban en masa como un solo hombre a los responsables de tal disparate que, en lugar de estar en la cárcel desde el primer momento, ganaban elección tras elección y por mayorías absolutas crecientes.
Ha sido preciso que les cerraran la TV -una TV peor que el NODO de Franco- para echarlos a la calle en multitudinaria, pacífica, pero contundente manifestación, en defensa de su derecho. ¿Qué derecho? El de tener una TV sectaria, propagandística, manipulada, de ínfima calidad y que, además, faltaba clamorosamente a su deber de emitir en la lengua vernácula.
Hay cierto paralelismo entre esta reacción y el hecho de que los 1.600 trabajadores de RTVV que jamás alzaron la voz en los tiempos de la manipulación, el partidismo y la censura, se convirtieran en una especie de soviet casi revolucionario en defensa de sus puestos de trabajo, identificados ahora con la libertad de información, de expresión, etc.
No sé si es para sentirse optimista, pero así es la vida.