dimecres, 11 de desembre del 2013

El muerto al hoyo y el vivo al bollo.

Tenía razón Baudrillard. La realidad es una parodia. No hacen falta simulacros. La realidad es su propio simulacro. El espectáculo montado con motivo de las exequias de Mandela ha revelado el gatuperio de una colección de famosos y barandas del mundo entero que han experimentado la repentina urgencia de hacerse ver y escuchar en el punto del planeta al que enfocaron todas las cámaras de televisión y comentaron todos los noticiarios. Nadie puede quedar descolgado de esta escena planetaria, estilo Óscar de Hollywood, so pena de perder categoría (y cachet) en la querencia que se tenga, sea la política (mayoritaria; Mandela era un político) pero también la canción, el cine, los deportes. Todos los mundos estaban aquí y tratando de exprimirse el magín para decir algo que no fuera la perogrullada habitual en estos casos, como las que suelta el Príncipe de Asturias esforzando el entrecejo en muestra de un espíritu parvo e intelectualmente estreñido.

Hasta el pensamiento académico ha querido hacerse notar mostrando su ingenio, velocidad y profundidad. Slovaj Zizek, que pasa por ser uno de los filósofos más duros, corrosivos y carente de prejuicios, brindó su desmitificadora observación, para solaz de los rebaños críticos que lo siguen con la devoción de los peregrinos a Lourdes. "Si Mandela hubiera triunfado de verdad", señala el filósofo esloveno, "no sería hoy universalmente aclamado". Aparentemente ácido, crítico y realista. Lástima que el hombre no parezca haber oído hablar de la hipocresía humana, que aquí se ha manifestado en todo su boato y ceremonia. Una vez más, el gusto por la paradoja celestial lleva al profundo pensador a meter la pata en el charco. Confundir ese guateque de granujas entorchados con la universal aclamación de los pueblos que esa sí es sincera es realmente grave.

Unos doscientos peldaños atrás en la escala de la evolución humana, Rajoy también hizo su aportación a este florilegio de necedades y probablemente la suya se encuentre entre las primeras: Es un momento muy bonito y emocionante" porque es el estadio en el que España ganó el Mundial. Seguramente se habrán escuchado estupideces mayores pues el momento las propicia. Pero es cosa de preguntarse por qué razón tenemos los españoles que sufragar los viajes de este menda que, por doquiera que va no dice sino imbecilidades vergonzosas únicamente aplaudidas en el círculo de tontos patibularios que lo rodea, estilo Fernández Díaz, Morenés o Margallo.

Por lo demás, no deja tener gracia que se manifieste compungido por la muerte de Mandela el presidente de un partido que votó en contra de dedicarle una calle hace unos años y prefirió que se mantuviera la denominación franquista de calle del 18 de julio. ¿Cómo no iban a celebrar estos carcundas la muerte de Mandela, cuya sola presencia en el mundo de los vivos era una crítica a sus políticas reaccionarias, racistas y represivas? Celebración por dentro, caras compungidas por fuera. Cinismo e hipocresía y sepulcros blanqueados o ennegrecidos para hacer juego con la inmoralidad actual según la cual hay que honrar a voz en grito la memoria de este héroe de la lucha por la paz y la libertad (de la igualdad, obviamente, se olvidan todos) a quien tenían hasta ayer mismo en la lista de terroristas y al que hubieran liquidado sin dudarlo de un tiro en la nuca.

Uno de los momentos más reproducidos de este quilombo mundial fue la foto "histórica" de Barack Obama estrechando la mano de Raúl Castro. Milagros del espíritu de Mandela desde el más allá. El valetudinario gerifalte de una de las últimas dictaduras comunistas del mundo, en la que el poder, según se ve, se trasmite por línea cognada, saluda al presidente del imperio que ha tolerado, si no fomentado la tortura, que se arroga el derecho a espiar a todo el mundo por igual y que mantiene un lugar secreto en el que secuestra ciudadanos de otros países y los deja pudrirse lentamente con la misma consideración con que Luis XVI trataba a los presos de la Bastilla, en la esperanza de que superen los veintisiete años de mazmorra que hubo de padecer Mandela antes de que el majadero de Rajoy lo hiciera simbólico ganador del mundial de fútbol. Y la prensa lacaya -valga la redundancia- aplaudiendo el discurso del farsante gringo que habla de la libertad y el derecho a la disidencia mientras oprime y tortura seres humanos en Guantánamo.

El actual presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, del Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela, convertido hoy en una banda de enchufados, mangantes y corruptos, como el PP en España, recibe tremendos abucheos cada vez que asoma el careto. Pero no haya cuidado, todos esos visitantes, jerarquías, reyes, presidentes, etc., que han ido a rendir tributo de admiración a Mandela por su sinceridad, su integridad y su amor por la verdad, se entrevistan con Zuma y le tiran de la levita porque casi todos son igual de vendidos y granujas que él.

En el fondo, el muerto les importa una higa y solo sienten desprecio por la lucha que mantuvo en vida por cierto, por todos los medios, incluidos los violentos, que estos miserables condenan cuando no son ellos quienes los emplean.

(La imagen es una foto de BK Symphonie of Love, conlicencia Creative Commons).