dijous, 1 d’agost del 2013

Tras la comparecencia la dimisión es obligada.


Ha comparecido a la fuerza, arrastrado, a regañadientes, porque no ha podido evitarlo. Se lo han dicho todos los intervinientes, lo sabe la opinión pública y la prensa extrajera. Sin embargo, sigue diciendo que viene por voluntad propia. Es la quintaesencia de su personalidad: mentir, mentir siempre, mentir incluso frente a la evidencia contraria, mentir y hacer como que la verdad no existe. Debe de ser el político más desvergonzado y embustero de la historia de España, un sujeto sin categoría alguna, forjado en el disimulo, la mendacidad, la ocultación y la cobardía.

Palinuro ya avisaba de que su táctica de desviar la atención de la corrupción del PP -que lo afecta a él personalmente- con otras historias no iba a funcionar. Y no ha funcionado. Nadie le ha hecho caso y todos se han centrado en el asunto Bárcenas. Incluido él mismo, cuya réplica giró exclusivamente sobre la corrupción. Para estos efectos ya tenía preparada otra mentira: no había dado antes explicaciones sobre Bárcenas porque nadie se las había pedido. Lo dice con su habitual desfachatez.

Habiendo fracasado en su enésima maniobra de ocultación, Rajoy ha querido defenderse atacando y... la ha fastidiado porque, aun afirmando que no piensa hacerlo, cuando repare en lo que ha dicho, se dará cuenta de que ha dado un paso decisivo hacia la dimisión. Me explico.

La primera parte de la comparecencia ha dejado claro hasta dónde llega el sentido de la democracia de un franquista sobre todo si, además, es un corrupto. Empezó identificándose a sí mismo con España, como Franco. Quien lo ataca a él, ataca a España. Y va más allá: sostiene que la moción de censura propuesta por Rubalcaba (y que ahora ya es imperativo presentar) es una "amenaza" a su persona. Sólo un franquista redomado que carece de todo respeto a la democracia y el parlamento se atreve a calificar de "amenaza" el ejercicio de un derecho de los diputados de la oposición. En su estúpida megalomanía, identíficándose también con el Rey, birló a este la fórmula que él utilizó para escurrir el bulto: Me equivoqué, dice. Al margen de si eso es verdad (que tampoco lo es), ha tardado siete meses en reconocerlo y eso mientras mandaba SMS de apoyo al presunto delincuente con el que él se equivocó.

Advirtió Rajoy que las cámaras no son los tribunales de justicia ni pueden sustituirlos. Obvio, No se trataba de eso, tampoco. De hecho es una nueva mentira del acorralado presidente puesto que no lo pretenden y no hace falta que se lo recuerden. Pero quédense con esta observación para entender la segunda intervención de Rajoy pues hay que conectar las dos intervenciones. Se ve entonces el fracaso de esta nueva táctica de ocultación y por qué Rajoy está mucho más cerca de la dimisión que ayer.

Lo esencial, lo más grave, lo definitivo de la primera parte de la intervención, lo que sella el destino del orador y lo pone a las puertas de la dimisión más oprobiosa tarde o temprano es que, por fin, ha reconocido haber cobrado sobresueldos. Que los ha cobrado él y lo han hecho los dirigentes de su partido. Es la primera vez que lo hace. Ha intentado camuflarlo llamándolos de formas diversas, diciendo que pasa en todas partes. Otra mentira más: esa práctica de pagar enormes sobresueldos a los dirigentes del partido con cargo a vaya usted a saber qué ingresos es exclusiva del PP y del amigo Rajoy que lleva veinte años percibiéndolos. Digan lo que digan los del PP sobre las razones por las que están en política, la realidad es que están por una inmensa pastuqui. Vamos que el PP es un chollo con el que los dirigentes viven a cuerpo de rey y a costa de los españoles. Dice Rajoy, creyendo salvarse con ello (una prueba más de que si los dioses le han dado una cara muy dura, también lo han dado una inteligencia muy corta), que están todos declarados a Hacienda. Estaría bueno. La declaración a Hacienda muestra que se tributa por lo que se ingresa, pero no dice nada sobre el origen de los ingresos ni sobre su licitud o no. 

Por eso es tan importante la admisión del cobro de sobresueldos en sede parlamentaria que hasta ahora era cuestión que Rajoy había rehuido cuidadosamente. Ya está claro -pue lo admite- que ha recibido sobresueldos. Es un hecho. Ahora falta que en su tardo cerebro entre la idea de que lo ilícito está en el hecho mismo de cobrarlos, se declaren o no Hacienda. Rajoy debe dimitir ipso facto por estar lucrándose con dineros ilícitos en tanto reduce los ingresos de los ciudadanos y más si, encima, se sube el suyo mientras baja los de los demás. Y eso ocultándolo, a la chita callando. Es algo sencillamente repugnante.

Es una pena que la oposición -que estuvo bien, en general, aunque falta de garra- no aprovechara la ocasión para hacer la pregunta que Palinuro hace meses que pide se formule en sede parlamentaria: aprovechando que ya admite usted haber cobrado sobresueldos, ¿quiere usted decir cuántos, cuánto, cuándo y por qué conceptos? Parece mentira pero, con lo que ha sucedido, España debe de ser el único país de Europa que no sabe cuánto cobra al mes el presidente del gobierno.

La segunda parte de la comparecencia ya cerró el círculo de su forzosa dimisión debido a su incapacidad para defenderse con acierto. Tardará más o menos, pero la suya es una dimisióbn obligada. Gran parte de la segunda intervención fue repetición monocorde del "y tú más" que solo demuestra que se dan por buenas las acusaciones.

Pero hay más. Rajoy creyó zanjar valientemente la cuestión con un No voy a dimitir porque no soy culpable. Recuérdese ahora lo que dijo en la primera parte sobre confundir parlamento y tribunales. ¿Quién los confunde si no él mismo? Nadie, que yo sepa, le pidió la dimisión por considerarlo culpable, sino por considerarlo responsable de los hechos, que, aunque no lo crea, no es lo mismo. Si es o no culpable lo decidirán los jueces. Solo a un personaje tan falto de luces como sobrado de mendacidad se le ocurre que pueda tener algún valor ante nadie que alguien acusado de un delito diga que no es culpable. Solo a alguien tan necio como para creer sus propias mentiras se le ocurre pensar que el responsable político de un cargo público que resulta ser un presunto delincuente contumaz no es responsable político de lo que haga el presunto.

Se lo dijeron ayer en sede pàrlamentaria; se lo dice la calle; se lo dice la prensa internacional: por el bien de España, váyase, deje de mentir, de engañar, de hacer cisco a su país. ¿No ve usted que no lo creen ni los suyos, ni los que esta mañana le aplaudían?