dimarts, 25 de juny del 2013

La justicia y la política.


La política y la justicia son dos actividades muy dignas en sí mismas. La política está mucho más desacreditada que la justicia, pero no es por la cosa en sí, sino por el uso que de ella hacen los que la practican, los políticos. La proporción de políticos corruptos es muy superior a la de jueces corruptos. Pero mucho. Tanto que, aunque la justicia también tiene sus defectos y vicios, acaba apareciendo como el único amparo de los ciudadanos frente a una bellaquería de los políticos, una voracidad y un despotismo a veces insoportables. No sería así si cualquier delincuente pudiera hacerse pasar por juez con la facilidad con que puede hacerse pasar por político. Estamos acostumbrados. ¿No crearon Jesús Gil y Ruiz-Mateos sendos partidos o agrupaciones de electores para sus fines particulares, incluido el de ponerse a salvo de la justicia? ¿No anda Mario Conde también tonteando en la política?

Cierto, estábamos acostumbrados. Y, no obstante, la tremenda peripecia de Berlusconi nos pone ante una evidencia preocupante: la fuerza de una política corrupta a la hora de tergiversar el curso de la justicia casi hasta ponerlo a su servicio. Al final del camino, la justicia ha decidido y ha condenado. Pero ha costado casi veinte años. Ha costado que Berlusconi instrumentalizara todos los mecanismos e instituciones de poder de su país y de hecho convirtiera el sistema político en una especie de juego mafioso al servicio de sus intereses. Ayudó y mucho que tuviera un cuasimonopolio televisivo y una influencia determinante en los medios impresos. Con los audiovisuales públicos en sus manos, Berlusconi tenía casi un poder absoluto del universo mediático italiano. Una prodigiosa manipulación nacional.

Y, no obstante, durante esos años, il cavaliere ha protagonizado numerosos escándalos con los más insospechados ingredientes, ha hecho declaraciones agresivas contra la judicatura, ha jugado de tal modo con la actividad legislativa y ha comprado voluntades de representantes tan a mansalva que ha dejado el prestigio del Parlamento por los suelos. El único sentido de la política en Italia era conseguir que a Berlusconi no lo pillaran los jueces, que pudiera burlar la ley.

Vale. Berlusconi parece haber sido gran amigo de Aznar, por sí mismo o a través de su yerno. Da igual. El caso es que el hombre acudió al inenarrable espectáculo de la boda del Escorial, en compañía de Correa, el Bigotes e tutti quanti de la corrupción española. No cayó allí por casualidad. 

En España no hay un Berlusconi que truene contra los jueces en la radio y la televisión llamándolos rojos, comunistas o resentidos. No, aquí hay muchos berlusconcitos, disparando contra la judicatura. Portavoces, voceros, personalidades relevantes, significativos dirigentes que, en lugar de colaborar dligentemente con la justicia, le ponen trabas y la acusan de parcial, sesgada, animada de inconfesables pasiones. Dice el señor Floriano, cuya capacidad para hacer el ridículo es directamente proporcional a la necedad de sus afirmaciones, que aquí no hay un proceso judicial, sino una causa general, se entiende, contra el PP y movida "por insidias". La soga en casa del ahorcado. Primeramente, no debiera hablar de "causa general" el portavoz de un partido fundado por un ministro de Franco quien, hasta la fecha, es el único que ha abierto una causa general en España. En segundo lugar, lo que de general tiene la causa no lo decide el juez sino los encausados que, por lo que va viéndose, son todos los peperos que pintan algo: Aznar, Rajoy, Cospedal, García Escudero, Arenas, Mato, Barberá, Camps, Crespo, Bárcenas, Sepúlveda, el albondiguilla, Álvarez Cascos etc, todos se forraban a sobresueldos o recibían regalos suntuosos de una trama de delincuentes. Hasta los militantes, al decir de Arantza Quiroga, están "asqueados" con estos mendas.

Los jueces necesitan todo el respaldo ciudadano para ayudarlos a superar esta inquina y sistemática difamación de los poderosos, interesados en que de ninguna manera se haga justicia.

Una política basada en la ausencia de justicia solo es tiranía.

(La imagen es una foto de Alessio85, bajo licencia Creative Commons).