Cualquier empresa que arroje resultados negativos durante año y medio cierra y sus directivos se van a la calle o a las Bahamas con una pensión millonaria, según lo que hayan robado. Cualquiera menos la política. En política un año y medio de reveses se convierte en un acicate para "hacernos mejores y animarnos más en nuestra voluntad de servir al país y resolver los problemas de nuestros paisanos" o alguna otra estupidez de este calibre que hayan excogitado los gabinetes de imagen de políticos fracasados pero (o por) absolutamente irresponsables, a cambio de una buena pasta que sale, claro, del erario público. Pues la política es la única actividad en la que los galanes se pagan los liftings con el dinero de todos.
La última encuesta de Metroscopia para El País muestra que a Rajoy y Rubalcaba no los quieren ni en su casa. El 87% no confía en Rajoy y el 94% en Rubalcaba. O sea, de Rubalcaba no se fía ya ni él. Los demás indicadores son igualmente desastrosos. Lectura: estamos todos locos por perder de vista a esta pareja de segundones incompetentes que no ha tenido una sola idea en un año y medio. Podría decirse, a título de consuelo, que la situación es muy mala, las gentes andamos quemadas y valoramos todo muy negativamente, empezando por los políticos. Algo de eso hay. Probablemente hablemos desde la irritación. Prueba: la mejor valorada es Rosa Díez, lo cual debe entenderse como una muestra de desesperación suicida porque si hay un ejemplar de falta absoluta de principios, de oportunismo descarado y egocentrismo sin límites es esta aprovechada, no del río revuelto sino del río muerto.
Tirar contra los políticos, cierto, es fácil. Pero es que lo llevan en el sueldo. Nadie los obliga a serlo. Entran en la cosa pública por afición, voluntariamente, algunos por espíritu de sacrificio, otros porque no tienen en dónde caerse muertos y aspiran a un modus vivendi y otros porque son unos ladrones de tomo y lomo. Estos últimos abundan en el PP, cuya densidad de chorizos por metro cuadrado de cargo debe de ser la más alta del mundo. Y encabezados por un menda que lleva años cobrando sobresueldos de todo tipo mientras pide e impone sacrificios a los demás y afirma que se ve obligado a mirar sus cuentas porque lo tiene crudo a fin de mes. Hace falta ser granuja para expresarse con tanto cinismo ante gentes, miles, cientos de miles, millones de personas que cobran -si cobran- unos cientos de euros al mes, esto es, cincuenta veces menos que él. Por eso nadie lo quiere, nadie se fía de él y todos lo tienen por un pájaro mendaz que se lleva la pasta en sobres mientras balbucea incongruencias y desfachateces.
Y no le va en zaga su hipotético (e imposible) relevo, Rubalcaba. Este no cojea del pie de la honradez, que se le supone acrisolada, a diferencia del pícaro pontevedrés, sino del de la incompetencia aliada a una vanidad sin límite. ¿Qué justificación invoca para no hacerse a un lado y permitir que un partido que no es suyo, igual que no es monárquico ni jacobino encuentre de nuevo su rumbo y se constituya en alternativa a una situación de clarísima emergencia nacional? ¿No ha tenido tiempo suficiente para hacer o decir algo que permita a una población deseosa de votar a la iquierda alguna esperanza?
¿Y sus partidos? Justo ese es el eje de esta penosa stuación. Salvo algún gesto aislado de dignidad, son puras agrupaciones de intereses, pobladas de aprovechados al servicio del líder que, en el caso de la derecha, promete -y probablemente reparte- substanciosos sobres para compensar la pavorosa ineptitud de los enchufados de turno y en el de la izquierda, cargos en hipotéticos futuros gobiernos en los que podrán lucir su falta de ideas.
¿Y los medios? Desbarajustados, casi a pique, sometidos al látigo de los dueños del capital que son quienes dicen lo que se escribe de la cruz a la fecha hasta tal punto que ni el nombre de medios merecen. ¿Qué es un pasquín como La Razón sino pura bazofia al servicio exclusivo del presunto mangante de La Moncloa?
¿Y la sociedad civil? Destrozada, desanimada, vapuleada por un gobierno que ya solo se apoya en la represión de una policía con tintes mercenarios, obligada a emigrar por la absoluta inutilidad de los políticos que siguen cobrando sueldos inmerecidos y dietas ilícitas, humillada y expoliada por un clero codicioso, inmoral y más corrupto que los políticos que lo amparan (y son todos) y obligada a sobrevivir en medio de este desastre en el que ya nadie cree.
Rajoy, en su presunta corrupción, ha puesto de relieve el sentido caciquil, patrimonialista y explotador de la derecha. Pero Rubalcaba, con su incapacidad evidente para articular ideas, ha dejado la izquierda democrática en un estado de crisis terminal sin ilusión, sin proyecto, sin empuje.
Váyanse ya, hombres, y permitan que el país se reconstituya.
(La primera imagen es una foto de Xoan Baltar. La segunda, una caricatura mía de una foto de Rubalcaba 38; ambas bajo licencia Creative Commons).