Rajoy no da ni una. Rubalcaba, tampoco. Otro lazo más entre ellos. Quería el socialista tiempo tranquilo para recomponer los destrozos del último gobierno de Zapatero y el desastre electoral subsiguiente. Proponía pactos y más pactos. Anunciaba su oposición responsable. Renovación, sí, pero dentro de un orden, con una Conferencia Política que en octubre anunciará al pueblo la Nueva Línea, el nuevo Libro del Mormón. Y luego, más tranquilidad hasta las elecciones europeas. Nada de rifirrafes; nada de competiciones internas, candidaturas, primarias. Nada de ruido.
Sin embargo el PSOE es puro ruido. Quiso Jerjes domeñar el ponto y el ponto se le puso en contra. Ahora es el propio responsable de la Conferencia Política, mi tocayo Jáuregui, hombre normalmente templado, quien aparece con gesto apocalíptico: "o hacemos algo o nos echan". Y esto a venticuatro horas de que otro socialista señalado, Sebastián, salga diciendo que Rubalcaba no sirve para nada. Tampoco es que él haya servido para mucho, pero aquí se trata de Rubalcaba. Quería paz y tiene zozobra. Con Ramón Jáuregui nervioso hablando de la necesidad perentoria de ofrecer una alternativa al PP, de ganarse el centro y el progresismo (he estado a punto de escribir la periferia) mediante un mensaje renovado. Perfecto y ¿de qué hablará ese mensaje renovado? Pues, responde Jáurgui, de la crisis económica, de la cuestión territorial y de la corrupción. Además, insiste mi tocayo, el PSOE es el único que puede hacerlo.
"Muy bien" -responde Palinuro, que aparece en sus relatos cuando le place, como Hichtcock en sus películas- "y ¿crees que Rubalcaba es el hombre para articular un mensaje renovado en esos tres campos? El tal Sebastián ha ridiculizado sus propuestas en materia de crisis económica; respecto a la cuestión territorial, su criterio es muy parecido al de Rajoy; en cuanto a la corrupción, estando él a salvo, no puede olvidarse que la del PP floreció durante años bajo sus narices sin que se enterara.
Es inevitable, el PSOE es un hervidero de candidaturas en diferente estadio de cristalización. Cuanto antes despeje esa incertidumbe, mejor será para el partido. Que se abra oficialmente el debate. Que la gente escuche el mensaje renovado y le ponga un rostro, cosa imprescindble en nuestra época mediática. Que se abra el debate, sobre todo, para darle algo de vuelo y que no sea preciso escuchar simplezas. Esa "segunda transición" que invoca Beatriz Talegón es un topicazo que ya no se vende ni en el mercado de las pulgas que fue en donde trató de colocarla Aznar, el primero en hablar de "segunda transwición". En cuanto a la "izquierda clásica", de Patxi López, especie mítica que habita en el reino de lo legendario, ¿quién la representa? ¿Anguita o ese "chavismo" que agita´escandalizado Jáuregui ? De Madina es poco lo que se sabe porque no abre la boca salvo para hablar del tiempo sin que sea seguro si es por prudencia o porque no tiene nada que decir.
Es absurdo y muy poco de izquierda ocultar la realidad. El PSOE tiene que renovarse y hacerlo ahora, antes de que, como dice mi tocayo, lo echen.
En el PP el toque es a difuntos y esta nota palinura un mero apunte camino del akelarre. El descubrimiento de que el hombre providencial, el héroe del Irak, el azote del corrupto felipismo, el milagro soy yo, estuvo forrándose supuestamente con sobresueldos de oscuro origen y siguió haciéndolo una temporadita como presidente del gobierno lo sitúa en su debida perspectiva. Detrás del bravo de Flandes, cetrino, ceñudo, altivo y airado, al parecer, solo había un pícaro como el Guzmán de Alfarache que pillaba sobres en compañía de una sociedad presuntamente non sancta, de Rajoy, Arenas, Cascos, todos ellos caballeros mangantes del santo sobre, administrado por Bárcenas-Merlín.
Los barones del PP hacen el vacío a Rajoy, según anuncia El País, con el fin de salvaguardar sus carreras políticas del peligro de contagio con el apestado. Porque al encerrarse en La Moncloa, recluirse en el silencio, rehuir toda presencia pública, negar cualquier explicación, Rajoy se ha convertido a sí mismo en un apestado, alguien de quien puede decirse como hace Edgardo del "pobre Tom" en el Rey Lear: que se alimenta de ranas, sapos y renacuajos, de lagartijas y salamandras acuáticas; que en la furia de su corazón, cuando el inmundo demonio brama, come bosta de vaca como golosina. Un poco hiperbólico, pero vale, sobre todo lo de la bosta. Es lo que la prensa contemporánea, siempre más telegráfica y concisa pero no menos iconográfica llama tragarse un sapo de desayuno diario.
En realidad, Rajoy, el presidente tragasapos, es ya un presidente zombi al frente de un gobierno de zombies. El se empeña en hacer como si gobernara pero al personal ya solo le interesa saber cuánto trincó en los largos años de sobresueldos. Él y los demás miembros del partido de los trabajadores, con sus cuentas en Suiza y sus áticos en Marbella. A dos años y medio de las elecciones y al paso de las cosas en lo procesal, es solo cuestión de poco tiempo que el juez haya de llamar a Rajoy a declarar en el caso Gürtel, como presidente del partido cuyo tesorero, nombrado por él, era Bárcenas, como testigo, quizá como imputado. ¿Puede el país soportar algo así?