Mete miedo el último tajo del FROB a los ahorros del pueblo llano. 400.000 compradores de preferentes tienen que tragar una quita media del 50%. El espectáculo de los accionistas de Bankia, aun más desolador. Lo perderán todo pues las acciones que compraron a 3,25€ cotizan hoy a 0,07 céntimos o algo así. Es el resultado de la gestión de ese genio de las finanzas de Rodrigo Rato a quien, al parecer, esto de haber arruinado, estafado, a decenas de miles de personas no parece quitar el sueño. Ahora debe explicarse ante el juez. Podía aprovechar para explicar asimismo cómo se justifican los astronómicos emolumentos que percibieron tanto él como Miguel Blesa, el antecesor, de unas entidades que estaban llevando a la quiebra.
Téngase en cuenta que esos cientos de miles de personas sometidas a tanto quebranto son las que, a su vez, soportan aumentos de impuestos, mermas de salarios, tasas o pagos y repagos arbitrariamente decididos por las administraciones y todo tipo de exacciones. La convicción de que la crisis están pagándola los desfavorecidos responde a una cruda, una violenta realidad. Hay un ataque del capital contra las clases trabajadora y media para despojarlas de sus ahorros, de su nivel de vida, incluso de su patrimonio. Especialmente el de carácter público. La privatización de los servicios, impuesta a la fuerza, en contra de la voluntad de los afectados, es un expolio de lo público en favor de intereses privados.
Este empobrecimiento general de la sociedad, eso que se llama la devaluación interna, es también una táctica aplicada como fórmula para salir de la crisis. Es preciso aumentar la productividad para ser competitivos en los mercados internacionales, única forma de generar recursos. Tenemos que ser competitivos con los chinos y eso solo se consigue pagando aquí sueldos chinos y sin ninguna redistribución interna de la renta. Se apunta una clara división internacional del trabajo consistente en convertir España en un país de mano de obra barata y especializado en servicios turísticos.
El desarrollo del Estado del bienestar en el siglo pasado fue posible gracias al excedente generado en la explotación del Tercer Mundo merced a unos términos muy favorables de intercambio. Pero ahora las tornas se han invertido y parte importante del Tercer Mundo ha pasado de ser compradora neta de nuestros productos, a vendedora neta de los suyos. En el pasado, esta situación se resolvía mediante una guerra, expediente al que ya no es posible recurrir, salvo en los casos de conflictos muy localizados y asimétricos.
Aunque de otro tipo, la tercera guerra mundial está ya aquí. Viene a añadirse a aquella otra, también nueva, proclamada a principios de siglo, la guerra al terrorismo internacional. La de ahora es la de los ricos contra los pobres. Como la del terrorismo, no tiene fronteras, ni líneas de batalla y se libra tanto en el interior como en el exterior de cada sociedad. Es la guerra del capital contra el trabajo, como siempre. Pero hoy del capital financiero, del puramente especulativo cuya hostilidad padece no solamente el trabajo sino el conjunto de la sociedad en cuanto productora o consumidora.