El sondeo de Metroscopia en El País de hoy es un mazazo para los dos partidos dinásticos, en caída libre hace meses. El PP pierde más de veinte puntos (de 44,6% en noviembre de 2011 a 23,9% en febrero 2013) y aun parece poco a la vista del cúmulo de escándalos, embustes, abusos, torpezas, estupideces y latrocinios que ha protagonizado en el último año. Y eso que la encuesta está hecha, supongo, antes de que los los papeles de Bárcenas señalaran que el político más veterano en pillar sobres en negro fue Rajoy, pero que tod@s ell@s están en la pomada. Incluso la virago de Castilla La Mancha y su señor marido hombre de procelosas actividades empresariales.
Pero eso era de esperar. Si robas y te pillan es poco probable que subas en el aprecio popular. Lo extraño es que, a pesar del desastre sin paliativos de un gobierno sospechoso de corrupción desvergonzada y comprobada inutilidad para nada que no sea amargar la vida a todo el mundo excepto los ricos y los curas, los socialistas no levanten cabeza. Al contrario, siguen perdiendo, (desde el 28,7% en noviembre de 2011 al 23,5% de hoy), cinco puntos. En otro momento hablaremos de IU y de UPyD, ahora, al parecer también pringada en los papeles barcénigos y con la peor de las sospechas. En cuanto al PSOE, ¿por qué no sube? ¿Por qué no se beneficia no ya de la desafección de los ciudadanos sino de su claro rechazo y desprecio a un gobierno de prepotentes? ¿Por qué no adelanta a un partido que lleva más de un año imponiendo austeridad y recortes a golpe de decreto mientras, según parece, su presidente y altos cargos roban, expolian hace años el erario público y han tejido una red de enchufes, corruptelas, caciquismo y despilfarro de proporciones bíblicas? Analizando el asunto con la objetividad y prudencia que la situación requiere, se me ocurren seis razones:
Primera. La herencia recibida. Este PSOE está lastrado por el peso muerto del derrumbe zapateril en la legislatura pasada y no ha sido capaz de transmitir una imagen de cambio y renovación. Sus promesas de tomar tales o cuales medidas se han estrellado siempre con la sorna popular cuando se les dice que tuvieron siete años para llevarlas a la práctica y no lo hicieron. Y es verdad. El PSOE dice ahora que quiere ir a una verdadera separación de la Iglesia y el Estado, por ejemplo. ¿Cómo creerlo cuando fue él -no otro, sino él mismo- quien subió la asignación anual que la Iglesia parasita a los ciudadanos a través del IRPF y quien aparcó sine die la Ley de Libertad Religiosa? ¿Por qué hemos de creerle ahora que no puede si cuando pudo no lo hizo? ¿Qué ha cambiado fuera del hecho de haber perdido unas elecciones por goleada? Solo la acuciante necesidad que los sociatas suelen formular de, dicen, recuperar la confianza de los ciudadanos. Catorce meses después siguen sin saber cómo hacerlo.
Segunda. El estilo de la oposición. Desde el principio de la derrota Rubalcaba se obstinó en aplicar las fórmulas zapateriles que llevaron al PSOE a la victoria en 2004 y 2008, de forma mecánica, sin variantes, sin darse cuenta de que el discurso, entonces acertado y muy eficaz, de la calma, la serenidad, la responsabilidad, la visión de Estado, la cortesía, etc era invención de otro y a él le tocaba aportar su impronta propia. Pero no la tiene y lleva catorce meses de inactividad, sin relevancia, casi sin visibilidad, repitiendo melopeas sin interés, ofreciendo pactos hasta para jugar a las tres en raya y desanimando y desmovilizando a su propia gente mucha de la cual, como se ve en el sondeo citado, se refugia en la abstención. La oposición responsable es un rotundo fracaso no porque el nombre sea inadecuado, pues es muy oportuno, sino porque no contiene nada. Por oposición responsable hasta ahora se entiende una oposición fundada en una oferta de pactos permanentemente ignorados por este gobierno de badulaques ensoberbecidos y sospechoso de corrupción y mangoneo hasta las cejas.
Tercera. La personalidad de Rubalcaba. El secretario general -que fue buen ministro y es buen segundón- no tiene fibra de líder. Carece de arranque, de impacto, de ideas. Su respuesta a los imprevistos es siempre atona, gris, previsible. Nunca responde con rapidez y contundencia y sus reacciones son un penoso zigzag de vuelo bajo, cuando no meteduras de pata. Veinticuatro horas antes del estallido del caso Bárcenas, estaba ofreciendo el enésimo pacto al PP en contra de la corrupción; es decir, un partido al que el PP machacó literalmente a cuenta de la corrupción se ofrece ahora a salvarlo de la suya propia en obvio detrimento del derecho a la información y otros de este jaez. Estallado el caso Bárcenas y cuando está claro que Rajoy no contesta a la pregunta de si él cobraba dinero negro en sobres o no, Rubalcaba no se la plantea en sede parlamentaria durante la sesión de control del gobierno, obligándolo a responder ante todos los españoles; lo hizo veinticuatro horas más tarde y desde el cobijo de la sede del PSOE, lo cual permitió a Rajoy seguir haciendo como que no lo oía. Por último, Rubalcaba ha tardado más en pedir la dimisión de Rajoy por su indigno y vergonzoso comportamiento que este en dar algún tipo de seudoexplicación. Este hombre será muy corredor de fondo pero, en el sprint es tan ágil como una yunta de bueyes.
Cuarta. Las complicidades impuestas. Rubalcaba lleva más tiempo compartiendo penas y alegrías con Rajoy que con la mayoría de los miembros de los órganos superiores de su partido. Conoce más al gallego que a Carme Chacón y, claro, eso deja un poso de comprensión y de tolerancia mutua que, por supuesto, Rajoy -cuya fibra moral es bajísima- no respeta, pero Rubalcaba sí porque está bien educado y no es un granuja. ¿Por qué se resistía el secretario general a pedir la dimisión de Rajoy? Sencillo porque no quiere arriesgarse a que alguien le diga que se vayan los dos pues, si uno lleva mucho, demasiado, tiempo en política, el otro también; si uno fue segundón largos años, el otro también; y si el otro perdió una elección, el uno perdió dos. Así es imposible hacer oposición.
Quinta. La propuesta de renovación. Para acallar rumores, debates, eventuales protestas, actividad fraccionalista en el PSOE, Rubalcaba ha convocado a la militancia a una especie de bouleversement teórico de hondo calado a largo plazo, entreteniendo a cientos de posibles voces críticas en la elaboración de un macroproyecto de búsqueda de la piedra filosofal política hasta octubre. Se trata, además, de postergar cuanto pueda la celebración de elecciones primarias arguyendo que no es el momento. (¿Conoce el lector muchos políticos que consideren llegado el momento oportuno de quitarse del medio, fuera de Cincinato, Carlos V o DeGaulle?). El gran programa teórico del socialismo del futuro, encomendado a Ramón Jáuregui, convoca a varios cientos de jóvenes promesas que, en octubre, parirán un ratón pero muchos de ellos habrán conseguido su objetivo de situarse bien para hacer carrera en el partido, con buenos apoyos e influencias en una organización oligárquica con estructura clientelar típica.
Sexta. Las malas prácticas. Porque ese es también un problema crucial que el PSOE no quiere reconocer. Su funcionamiento interno es solo parcialmente democrático (como manda la Constitución) y está embebido de enchufismo y criterios clientelares. No al extremo del PP, pero en un grado muy superior a lo que una conciencia de izquierda puede tolerar. Un ejemplo bien reciente es la bochornosa, ridícula (y cursi) peripecia de la Fundación Ideas. Se ha actuado con contundencia contra el responsable de la estafa y la dirección ha querido reducir el asunto a las dimensiones de un caso personal, particular. Pero no es así. Las corruptelas de amiguismo, enchufe, nepotismo abundan en el partido y, sobre todo, en sus órganos de mando en donde siempre hay un grupo mayoritario compuesto por incondicionales de la jefatura y dos o tres sensibilidades más que se mueven con criterios muy parecidos. ¿Quieren una prueba? A raíz de la estafa de la Fundación Ideas, ¿se atrevería el PSOE a hacer una investigación de sus otras fundaciones, la Pablo Iglesias, la Jaime Vera, etc? Una investigación no solamente contable sino de funcionamiento y transparencia democráticos: cómo se contrata a los colaboradores, quién lo decide, cómo se relacionan entre ellas, etc.
¿Cómo va a despegar un partido que acaba de perder unas elecciones por hundimiento, es incapaz de articular una oposición eficaz y creíble, aparece dirigido por un veterano segundón sin madera de líder, está acomodado a unas prácticas parlamentarias que lo acercan al adversario pero lo alejan de la calle, propone una refundación teórica no como un fin en sí mismo sino como un instrumento, una añagaza para impedir la crítica interna y está literalmente invadido por la carcoma enchufista y clientelar como plataforma para la carrera política de algunos y no como medio para transformar la sociedad en un sentido progresista?