divendres, 1 de febrer del 2013

Dimisión de un gobierno bajo sospecha.

El bombazo de El País deja al gobierno noqueado. Su reacción ha sido típica del pánico. Rajoy, como acostumbra, se ha escondido, parapetándose detrás de la segundona. Esta, tras postergar su comparecencia, salió a dar la descompuesta cara que se aprecia en las fotos y lo hizo siguiendo la acrisolada doctrina de que la mejor defensa es un buen ataque. La defensa consistió en reiterar la transparencia, legalidad y limpieza de las cuentas del PP. Con lo cual no se entiende por qué se ha ordenado una investigación interna. El ataque mostró un fondo de resentimiento y odio. Cospedal anunció "acciones legales" contra todo aquel que difunda estas falsas afirmaciones. Amenaza de matar al mensajero y, de paso, al conjunto de la audiencia. Nostalgia de la censura franquista. ¡Ah, aquellos plácidos tiempos en que se podía robar y la gente, punto en boca! Por cierto, el de los "plácidos tiempos" también figura entre los presuntos sobrecogedores. Y su hermano, al parecer, como dadivoso. Y es que esto es muy fuerte: la dama de la austeridad castellano-manchega no solamente tiene unos ingresos desaforados, presuntamente legales, sino que está bajo sospecha de haberlos incrementado con otros presuntamente ilegales.

Muy, muy fuerte. El partido de los recortes, de la supresión de derechos, de la reducción de salarios, subvenciones de todo tipo y pensiones, de la negación del acceso a la educación, la sanidad y la justicia, aparece acusado de llevar veinte años repartiéndose sobresueldos en negro, de una contabilidad B, presuntamente delictiva. Las sospechas recaen, además, sobre el presidente del gobierno quien, sobre no haber sido claro jamás respecto al volumen y origen de sus ingresos, lleva desde el comienzo del escándalo Bárcenas, sin responder a la pregunta de si él ha cobrado alguna vez sobres en negro. Y es bien sencillo: sí o no. Por fin, ayer, Rubalcaba se lo preguntó en una conferencia de prensa. Una nueva evidencia de la falta de fuelle del secretario general del PSOE. Eso tenía que habérselo preguntado el miércoles en el Parlamento, en la sesión de control del gobierno.

En todo caso, este terremoto (los datos muestran también el vínculo entre Bárcenas y la Gürtel) es una crisis de Estado y el gobierno ya tendría que haber dimitido en pleno. Esa es la convención democrática imperante hoy en la Unión Europea. El escandalazo se ha internacionalizado. Hasta el embajador gringo, Solomont, salió dando su opinión, un poco al estilo proconsular que los Estados Unidos adoptan con los hispanos. Los europeos no dan crédito a lo que ven y se preguntan cómo aún no ha dimitido el gobierno. Es más: a ver cómo se presenta Rajoy en la cumbre de Bruselas del lunes, con qué cara y a decir qué. Si piensan poder engañar a los europeos, van dados. Todos nuestros vecinos están ya al cabo de la calle. Para eso tienen embajadores no del estilo de Trillo y servicios de inteligencia que funcionan a la perfección.

Afortunadamente para nosotros, los españoles. La salvación, como siempre, nos vendrá del extranjero. No creo que Frau Merkel, en año electoral, acepte hablar con Rajoy. Si no fuera por esta feliz circunstancia, si no estuviéramos en Europa, aquí no pasaría nada. La respuesta del gobierno sería negar la evidencia, atacar la libertad de expresión, recurrir a la censura, reprimir las manifestaciones de protesta y mantenerse gobernando por decreto hasta las elecciones de 2015. Mientras tanto, de batacazo en batacazo. Hace unos días, Rajoy decretaba silencio en el caso Bárcenas hasta ver las conclusiones de su irrisoria investigación interna. Creía el hombre ganar tiempo. Resultado: más ruido que nunca. Ahora quiere seguir oculto y en silencio hasta el sábado en que comparecerá tras una reunión con su gente.

Pues a lo mejor no llega ni al sábado. El Fiscal General del Estado quien, hace unos días, no veía razón alguna para investigar de oficio los sobres barcénigos, ahora no descarta la posibilidad de llamar a declarar a la cúpula del PP. Y eso quiere decir, el presidente del gobierno, que lo es del partido y por eso también cobra. Pero, además, está el chorreo de arrepentidos. Ya el primero del día, García Escudero, desmentía las afirmaciones de Cospedal y obligaba a la dama a encontrar un alambicado sofisma: García Escudero es cierto; el resto no. Pero el resto, sí. Detrás de García escudero vinieron Matas y del Burgo. Y vendrán más. Es el sálvese quien pueda.

Sobre todo porque El País parece estar en posesión de más y más graves pruebas.

A todo esto, llamativo el silencio de dos pesos pesados habitualmente gárrulos: Aznar y Aguirre.